Marcada por la sangre (parte 1)

Capítulo 24

Nací preparada, animal

 

—Nací preparada, animal. ¿Vas a dejar que me ponga algo más cómodo o vale con el pijama? —inquiero enseñando mi atuendo de seda rosa.

—Cámbiate —doy media vuelta para subir hasta mi habitación y añade antes de que salga del sótano—: ¡No tardes o iré a por ti!

Me atavío con un chándal, me calzo con las zapatillas y bajo hasta el sótano para empezar mis clases de defensa. 

—Ahora sí. Estoy lista —le digo mientras me acerco a él, en el centro de la colchoneta. 

—Muy bien. Empezaremos con el cuerpo a cuerpo, descansaremos una hora y nos encargaremos de tus dones. Atácame.

Una sonrisa ensancha mis labios al ver la oportunidad de darle algún que otro golpe. Me preparo para abalanzarme sobre él y se aleja con agilidad y rapidez dejando que caiga en la colchoneta. 

Una mueca de dolor hace desaparecer mi sonrisa y le miro con un gruñido saliendo de mi garganta. 

—Lo tenías planeado, ¿verdad? —lo interrogo con rabia. 

—Te estoy enseñando. Esto es parte del entrenamiento que tu padre tan amablemente me ha ordenado que te enseñe —noto el sarcasmo en su voz, pero no me importa. 

Me hace una señal con la mano para que me levante y vuelva a atacarle. Esta vez no se aparta, aunque sí frena mi ataque al atraparme entre sus brazos, de espaldas a él. 

El general se inclina hacia mi oído y me susurra:

—Necesitarás más fuerza para deshacerte de tu oponente, modelito. 

Un escalofrío recorre mi cuerpo de la cabeza a los pies haciendo que mis vellos se pongan en punta, como en alerta. Gruño a disgusto de sentir eso con él y al escuchar su leve risa que me pone de los nervios. Aprieto los dientes llena de rabia, levanto la pierna y le clavo el talón con toda mi fuerza en el pie. 

El hombre me suelta de un empujón haciendo que caiga de nuevo en la colchoneta y gruñe con las manos en dos puños cuando ve mi sonrisa.

—Necesitarás más habilidad para deshacerte de mí, animal —contraataco mientras me abalanzo sobre él y lo placo con fuerza, reteniéndolo en la colchoneta con mi brazo aplastando su cuello. 

—No ha estado mal, pero… —hace un movimiento rápido y rueda conmigo para quedar encima de mí, atrapando mis brazos con sus manos. 

Se queda por un minuto quieto, petrificado con su mirada clavada en la mía, siento que su agarre se debilita y se levanta de un salto para alejarse de mí todo lo posible. 

Me incorporo para quedar sentada y veo que su respiración se agita con el rostro pálido. 

—¿Te encuentras bien? —Me preocupo al ver que camina de un lado a otro como un león enjaulado. 

—Haremos… Haremos el descanso ahora —balbucea tragando con dificultad antes de marcharse como una flecha escaleras arriba. 

«Creo que me he perdido algo», me digo sorprendida por ese comportamiento tan extraño. 

Subo al salón, cojo un libro sobre las costumbres y tradiciones de los vampiros para conocer a mi raza mejor y me siento en el sillón que descansa a un lado de la chimenea. 

Intento leer algunas páginas antes de empezar con el siguiente entrenamiento, sin embargo, mi cabeza no deja de darle vueltas a lo que ha pasado en el sótano, si es que ha pasado algo. 

«¿Debería ir a buscarlo?»




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