Marcada por la sangre (parte 1)

Capítulo 27

Pues claro que quiero la verdad

 

—Pues claro que quiero la verdad.

Mis ojos se cierran al sentirlos arder y no sé qué está pasando a mi alrededor. 

Me he quedado medio inconsciente, aunque puedo sentir las sacudidas del general en mis brazos y escuchar su voz preocupada en mis oídos embotados.

Me deja tumbada en el sofá con cuidado, se aleja de mí y regresa poco después con algo que me hace beber.

Intento abrir los ojos, pero no puedo. Están cerrados con fuerza y mi cerebro no parece entender mi orden. 

—Bebe, TN. Te sentirás mejor —me susurra Pavel en el oído, muy cerca de mi oído. 

Un escalofrío me recorre de la cabeza a los pies y mi omóplato parece estar ardiendo con un fuego inagotable. 

Abro un poco la boca, al igual que los ojos, y bebo el líquido color ámbar que me ofrece el hombre. Está fuerte y no puedo evitar una mueca de asco al sentirlo caliente, bajando por mi garganta para asentarse después en mi estómago. 

El mareo se aleja y mi cerebro parece entender la orden que le mando. Abro los ojos con lentitud y enfoco el rostro del general en mi campo de visión. 

—¿Qué me ocurre? —le pregunto con los dientes apretados en un intento de sofocar el dolor de mi omóplato.

—Hay dos opciones. La primera es que tu padre haya caído ante el enemigo y tú te conviertas, automáticamente, en la reina de los vampiros, lo que atraerá a Mijaíl hasta aquí en poco tiempo. 

—¿Cuál es la segunda opción? 

—Has encontrado a tu pareja destino. 

—¿Quién?

—Tu pareja destino. Bueno, los humanos lo llamáis amor verdadero —responde dejando el vaso encima de la mesita auxiliar, un poco distraído por lo que está pasando.

—¿Me estás tomando el pelo? —interrogo al incorporarme para poder mirarle a la cara. 

—¿Por qué iba a hacerlo? 

—¿Qué sabes sobre mi padre? ¿Cómo está? —quiero descartar las opciones.

—Está… Está bien. 

—De acuerdo. Entonces, descartamos la primera opción. Ha de ser la segunda, sin embargo, ¿cómo he podido encontrar a mi pareja destino si no conozco a nadie aquí? Solo a mi padre, dudo que sea él, y a… —mis ojos se abren de par en par al entender lo que ocurre y me levanto de un salto para alejarme del general. Respiro hondo y abro y cierro la boca como un pez fuera del agua. Sin poder creerlo—. ¿Eres tú? 

—Claro que no —se levanta de un salto para acercarse a los ventanales, con el rostro lleno de miedo—. Es posible que esté cerca y por eso tu marca te está avisando.

—Tu cara de susto no dice lo mismo. 

—No estoy asustado por eso, sino por lo que le pueda ocurrir al rey en mi ausencia. Soy su general, debería estar a su lado, apoyándolo y protegiéndolo. 

—Claro… —le doy la razón como a los locos y corro hacia la cocina cuando huelo el café quemado en el aire. 

Apago el fuego, me doy media vuelta para regresar al salón, pero me quedo observando los movimientos de león enjaulado del general mientras se pasa las manos por el pelo y el rostro, completamente asustado. 

«¿De verdad es él mi pareja destino? No parece estar a gusto con ello», me digo desilusionada sin saber por qué. «Es posible que yo no sea su tipo ideal de mujer».

Camino hacia el salón, pero decido subir a mi habitación para echarme en mi cama y dormir en condiciones y, así también, le doy espacio al hombre para que piense en nuestro destino, si es que lo hubiera. 

Me tumbo en la cama, me tapo con la sábana y mis ojos se quedan abiertos, mirando hacia el techo sin comprender nada. 

Escucho que llaman a la puerta y me incorporo para dejar la espalda apoyada en el cabecero. Veo que el general entra en la estancia, quedando en el hueco de la puerta abierta con las manos en los bolsillos del pantalón. 

—Tal vez… ¿Quieres dar una vuelta por la montaña mañana por la mañana? Tal vez conozcas a tu pareja destino. 

«¿Por qué quiere escapar de nuestro destino? ¿Debería seguirle la corriente?»

 




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