Marcada por la sangre (parte 1)

Capítulo 28

No, quiero dejarle las cosas claras y que me cuente lo que sucede

 

—No, quiero que me cuentes qué te ocurre. Está claro que no te ha sentado muy bien descubrir que eres mi pareja destino. ¿Por qué?

Los ojos del general parpadean llenos de lágrimas no derramadas, aparta la mirada de mí y respira hondo.

—Ya tuve una pareja destino, no quiero ni necesito otra —contesta sin alzar la mirada.

Me sorprendo y desilusiono a partes iguales, pero supongo que lo entiendo, en el fondo. 

—De acuerdo, no te preocupes. Continúa con tu guardia.

Mi voz ha sonado más seria de lo que pretendía, sin embargo, el general da media vuelta, cierra la puerta detrás de él y se marcha escaleras abajo.

Me tumbo en la cama, aovillada bajo la sábana y dejo salir las lágrimas que he estado conteniendo delante de él. 

 

No sé en qué momento me he quedado dormida. Un ruido fuera de la casa me sobresalta y bajo con rapidez para encontrar a mi padre y a otro chico en el salón. 

El rey se sienta con cansancio en el sofá y me mira con una leve sonrisa en los labios. 

Observo que tiene la mano en su costado, llena de sangre, y me acerco a él con preocupación.

—Te han herido —digo echando un vistazo a la herida.

—No es nada grave. Tiana me curará en cuanto llegue —intenta tranquilizarme, emocionado de que me preocupe por él.

Asiento respirando hondo para calmarme, me alejo para ir a la cocina y preparo una cafetera. Apoyo las manos en la encimera, esperando a que el líquido negro suba y miro de reojo a Pavel. 

El general continúa de guardia delante de los ventanales y puedo ver que también me mira furtivamente. 

«Este hombre es muy raro», pienso quedando de espaldas a él y cruzando los brazos delante de mi pecho.

Escucho unos pasos que se acercan a mí y veo por el rabillo del ojo que es el chico que ha traído a mi padre.

—Princesa, creo que no nos han presentado. Mi nombre es Víktor y soy uno de los ocho generales del rey —dice el hombre con una sonrisa en los labios y una leve reverencia.

—Encantada, general. Gracias por traer al rey de vuelta.

—Ese es mi trabajo, princesa.

—Por favor, llámame TN. No estoy muy familiarizada con el término princesa. ¿Cuándo llegará Tiana?

—No tardará. Hemos conseguido ganar la primera batalla con el ejército de Mijaíl, pero creemos que él vendrá para batirse en duelo con el rey o, en su defecto, con la heredera al trono —me informa mientras retiro la cafetera del fuego y echo un poco del líquido en cuatro tazas.

—Supongo que tendré que darme prisa con los entrenamientos — murmuro cogiendo la bandeja con las tazas para dirigirme hacia el salón y dejarla en la mesita auxiliar.

—¿Te has portado bien en mi ausencia? —me pregunta mi padre con una leve sonrisa y una mueca de dolor al moverse para dejarme espacio en el sofá.

—Por supuesto. Soy un angelito caído del cielo —respondo intentando obviar cómo Pavel pone los ojos en blanco.

—¿Y el entrenamiento?

—Parado. El general Pavel está centrado en hacer guardia las veinticuatro horas del día y decepcionado por no poder entrar en batalla, a tu lado. Creo que deberías cambiar a mi entrenador. Tal vez Víktor haga un mayor esfuerzo en ponerme en forma para cuando llegue el momento de la batalla por el trono —explico con la voz llena de hostilidad. 

El general Víktor desvía la mirada hacia su compañero y frunce el ceño cuando Pavel cierra las manos en dos puños.

—Vaya. No sabía que quisieras estar a mi lado, peleando —comenta el rey mirando la espalda tensa de su general.

—Pues sí. Está cansado de ser una niñera —agrego, furiosa.

—Bueno, si a Víktor no le importa intercambiar el puesto contigo, por mí no hay problema —dice mi padre dando un sorbo al café.

El aludido se lo piensa durante un minuto que se me hace eterno y responde:

—Por supuesto que no me importa. Entrenaré a la princesa encantado.

—Estupendo. Deberíamos empezar ahora mismo. ¿Te parece bien? —me levanto de un salto, agarro su mano y lo miro con una sonrisa en los labios.

El chico me mira desconcertado, después mira a su compañero que mantiene las manos en dos puños y la mandíbula tensa al apretar los dientes. Me dedica una sonrisa casi seductora y asiente con la cabeza mientras nos encaminamos hacia el sótano.

Freno la caminata en la puerta del sótano, miro a Pavel y le digo:

—Al parecer era la primera opción, general.

Bajo las escaleras agarrada al brazo de Víktor, subo a las colchonetas descalza y veo que el chico me está mirando con el ceño fruncido y desconcertado.

—¿Qué acaba de pasar? —quiere saber para entender la situación.

«¿Le digo la verdad?»




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