Marcada por la sangre (parte 1)

Capítulo 29

¿Por qué? No es de su incumbencia 

 

—Nada, cosas nuestras. ¿Empezamos? —le digo al prepararme con la postura de defensa.

—De acuerdo. ¿Cuáles son tus dones?

—Aire y telequinesis. ¿Cuáles son los tuyos? —me intereso con curiosidad.

—Aire y telepatía —contesta con una sonrisa pícara en los labios.

Mis ojos se abren por la sorpresa. «Por los dioses. Creo que no he pensado nada malo de él en todo este tiempo. Ha podido leerme la mente y yo sin saberlo», pienso inconscientemente.

—Tranquila, no suelo meterme en la mente de la gente sin permiso. Solo en casos de emergencia y muy especiales —me informa al recibir mi pensamiento lleno de temor.

—Intentaré no pensar. Empecemos con el entrenamiento, por favor.

 

No sé cuánto tiempo llevamos entrenando, pero me siento mucho más fuerte y segura de utilizar mis dones sin necesidad de gastar tanta energía.

Me quedo tumbada en la colchoneta con la respiración entrecortada, cansada por el arduo entrenamiento al que me está sometiendo Víktor y escucho que alguien baja las escaleras para quedar en mi campo de visión.

—Tu padre me ha pedido que te diga que vayas a cenar. Mañana podréis continuar con las clases —me informa Pavel con el semblante serio y la voz más grave que le he escuchado en todos esos días que nos conocemos.

—Enseguida subimos —contesto intentando respirar con normalidad, aunque sin conseguirlo.

Los dos chicos suben las escaleras y me dejan a solas hasta que recupere las fuerzas para levantarme. 

Ruedo en la colchoneta y me arrastro escaleras arriba con la boca seca. Me siento en la mesa de comedor cuadrada entre el salón y la cocina y me bebo un vaso de agua de un trago.

—Veo que el entrenamiento está siendo duro —observa mi padre con una leve sonrisa divertida en los labios.

—Y efectivo. Ya puedo utilizar mis dones sin gastar tanta energía en el proceso y sin que me sangre la nariz —le comunico bajo la atenta mirada asesina de Pavel y la mirada orgullosa de Víktor.

—Es una gran estudiante. Mañana continuaremos enfocados más en la parte física —dice Víktor metiendo un trozo de carne en su boca después.

Le dedico una sonrisa de oreja a oreja con la boca llena de ensalada y asiento con la cabeza para hacerle saber que estoy de acuerdo con él.

Una vez terminada la cena subo a mi habitación para darme una ducha y me siento en el borde de la cama mientras me seco el pelo con la toalla.

Noto que el omóplato vuelve a arder como una gran hoguera y me llevo la mano hacia la marca de nacimiento con una mueca de dolor. 

Me acerco al baño y me miro en el espejo. La marca está más roja que nunca. Me atavío con el albornoz y bajo al salón para encontrar a mi padre y a Pavel hablando sobre el posible ataque a Mijaíl antes de que recobre todas sus fuerzas. 

Ambos clavan su mirada en mí y el rey me pregunta qué ocurre.

—Solo quería comprobar que estabas bien. Voy a dormir. ¿Necesitas algo? —respondo sin querer decirles que la marca parece estar en llamas.

—No necesito nada, hija. Gracias. Puedes dormir tranquila.

—Estupendo. Hasta mañana.

Subo a mi habitación con unas ganas irrefrenables de llorar por el dolor de mi omóplato, abro la puerta y me quedo petrificada en el hueco al ver a una diablesa husmeando en mis cosas.

«¿Debería enfrentarla?»

 




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