La ataco por sorpresa y grito para alertar al general y al rey.
La diablesa está de espaldas a la puerta, revisando la mesita de noche en el flanco derecho de la cama, por lo que aprovecho y la ataco por sorpresa.
Cojo un candelabro de la mesita que tengo a mi derecha en el pasillo, lo encierro en un remolino que creo en mi mano y lo lanzo con fuerza hacia su cabeza para intentar dejarla inconsciente.
El remolino está a solo unos centímetros de su cabeza cornuda cuando ésta se agacha evitando el golpe y clava sus ojos rojos en mí.
Me gruñe con los dientes apretados y me lanza una estaca hecha de tierra, directa al corazón. La desvío con un golpe de viento y escucho que el general y mi padre suben a toda velocidad con las espadas preparadas.
Ambos se quedan quietos durante unos segundos, con los ojos abiertos de par en par, sorprendidos al ver a la diablesa en mi habitación.
—He vuelto, cielo —sisea la criatura con una sonrisa malévola en los labios negros mientras mira a Pavel.
Mi mirada se desvía hacia el general, desconcertada, y vuelve a la diablesa cuando da un paso hacia él.
Me preparo para atacar si es necesario, pero un remolino, no proveniente de mí ni de mi padre, rodea a la criatura para retenerla.
—Shyla, detente —le ordena mi progenitor desde mi flanco izquierdo.
La aludida mira al rey en su posición de ataque y, poco a poco, disminuye la sonrisa para convertirla en un claro ejemplo de ofensiva.
Víktor se hace visible delante de mí, tapando todo mi campo de visión.
—¿Por qué? —pregunta Pavel con un hilo de voz roto.
—El futuro es para los demonios —contesta la diablesa encogida de hombros.
—Mijaíl nunca conseguirá el trono por mucho que lo intente. Ningún espécimen de nuestra raza es más poderoso que nuestro rey. Lo sabes muy bien —continúa el general sin moverse del lugar.
—Alguno habrá. Solo hay que encontrarlo y hacer que pase a nuestro bando. Es cuestión de tiempo que sea derrotado.
—No lo será y cualquiera que lo intente será aniquilado —advierte el hombre con los dientes apretados y la espalda en tensión.
—Cielo, ¿estás seguro de que podrás aniquilarme si llegara ese momento? —la diablesa lo mira con una sonrisita pícara en los labios, su cuerpo se desmaterializa convertido en tierra y, con ayuda del remolino, sale por la pequeña rendija del ventanal.
—Víktor, manda a sellar cada ventanal, cada puerta y rendija de esta casa ahora mismo —ordena mi padre sin dejar de mirar a Pavel con… ¿lástima?
Me muevo lentamente hacia el general, alzo la mano para apoyarla en su hombro, pero… «¿Debería hacerlo?»