Aunque no quiera ser mi pareja destino sigue siendo mi amigo y parece necesitar un poco de apoyo.
Apoyo la mano en su hombro, dispuesta a entregarle todo mi apoyo, pero el chico no parece necesitarlo. Se deshace de mi contacto y se marcha de la casa a toda velocidad.
Estoy desilusionada y mi padre lo ve con claridad. Me deja un abrazo para tranquilizarme y le hace una leve señal a Víktor con la cabeza para que vaya a buscar al general.
—¿Qué le ocurre? —Quiero saber rodeando la cintura del rey para sentir su calor.
—Es mejor que él mismo te lo cuente. No creo que deba meterme en eso.
—Papá… —alzo la cabeza para poder mirarlo a los ojos y veo que los tiene vidriosos—. ¿He dicho algo malo?
—No, no. Es que… Es que nunca te he escuchado decirme papá y… Bueno, me ha dejado sin aliento.
Le dedico una sonrisa tímida, me acerco a la cama para sentarme y le inquiero:
—Papá, ¿mi madre es tu pareja destino?
La sorpresa se refleja en su rostro, se sienta enfrente de mí, a los pies de la cama, me coge la mano entre las suyas y contesta:
—Desafortunadamente no. ¿Qué sabes sobre las parejas destino?
—Casi nada.
—¿Por qué te preocupa eso en este momento?
—Tengo una marca de nacimiento en el omóplato, con forma de una gota de sangre, y me dolió, además de ponerse ardiendo, mientras estabas en la batalla con Mijaíl —respondo con timidez, sin mirarle a los ojos.
—¿Y quién te dijo que era por tu pareja destino?
—Pavel. No conozco a nadie más en esta montaña, así que, he supuesto que es él.
Mi padre sonríe con dulzura, me deja un beso en el dorso de la mano y clava su mirada en mí.
—Hija, si la marca de nacimiento te arde, sí, es por tu pareja destino, pero no tienes por qué conocerlo. No tengas prisa en encontrarlo, quiero disfrutar de tu compañía un tiempo más —contesta acariciando mi mejilla con ternura.
—Entonces, ¿no tiene por qué ser Pavel? ¿Y por qué no me lo dijo él?
—No lo sé. Quizás lo cogiste desprevenido y se bloqueó por los nervios.
—¿Cómo puedo saber quién es mi pareja destino?
Mi padre suspira melancólico, deja otro beso en el dorso de mi mano y dice:
—Te aseguro que lo sabrás.
—Gracias por sacarme de mi confusión. Buenas noches.
—Que descanses, hija. Por cierto, ten paciencia con mi general, bueno, con todos ellos. Son muy especiales. Cada uno tiene su carácter —me deja un beso en la frente y se marcha cerrando la puerta detrás de él.
Le dedico una sonrisa, me tumbo en la cama y cierro los ojos más confundida que nunca ante lo que siento por Pavel.
Una voz grave me despierta y me sobresalto al ver el rostro bronceado de Víktor a pocos centímetros de mi rostro.
—Por los dioses, no me ha dado un infarto de milagro —digo con la mano en el pecho, sintiendo los rápidos latidos de mi corazón.
—Hay que continuar con el entrenamiento. Mijaíl se está recuperando con rapidez y no tardará en llegar a las montañas para batirse en duelo con el rey, por cuarta vez.
—¿Cuarta vez? No se da por vencido, ¿verdad? Es persistente —comento echando a un lado el edredón para poder levantarme y entrar en el baño anexo.
Me estoy cepillando los dientes cuando siento que mi marca de nacimiento vuelve a arder y doler. Me llevo la mano hacia el omóplato y veo que Víktor se asoma por el hueco de la puerta abierta.
—¿Te encuentras bien? ¿Te duele algo? —me pregunta con preocupación.
—Deja de leer mi mente. Estoy bien —escupo la pasta de dientes y me enjuago la boca bajo su atenta mirada marrón.
Saco un chándal del armario con una sudadera, lo dejo encima de la cama y observo al chico que se está tocando el tatuaje de la pluma alrededor de su cuello con una leve mueca de dolor.
—Te estás poniendo pálido. ¿Estás bien? —le inquiero, ahora estoy preocupada yo.
—Sí, no es nada. Te espero en el sótano.
No lo veo muy convencido de lo que acaba de decir y me muerdo la lengua antes de meter la pata.
«¿Debería hacer que me hable?»