Marcada por la sangre (parte 1)

Capítulo 33

Me alejo antes de que sea demasiado tarde para echarme atrás

 

Sus labios están a solo unos pocos centímetros de los míos. Estoy a punto de alejarme cuando escuchamos que alguien baja las escaleras del sótano. 

Nos alejamos con rapidez, nerviosos por el momento que acabamos de vivir y miramos hacia las escaleras donde se encuentra Pavel, pasando su mirada extrañada de uno a otra. 

—¿Cómo lleváis el entrenamiento? ¿Puedo ayudar en algo? —pregunta el recién llegado al acercarse a la colchoneta y quitarse los zapatos antes de subirse a ellas. 

—Has llegado en el momento preciso. Enséñale el combate cuerpo a cuerpo, yo me haré cargo de la seguridad del rey —contesta Víktor dejándole al general el guante que me falta por poner. 

Lo sigo con la mirada hasta que desaparece por la puerta. «¿Me estás tomando el pelo?», pienso para que le llegue el mensaje al chico. 

Espero unos segundos por una respuesta, pero no llega. Ni siquiera hace el amago de darme alguna explicación de lo que casi ocurre entre nosotros. 

—¿Habéis dado alguna clase de boxeo antes? —quiere saber Pavel al ponerme el guante.

—No hemos dado ninguna. Soy virgen en el boxeo —contesto mirando mis manos sin poder mirarle a los ojos. 

—De acuerdo. Te enseñaré las poses más comunes de ataque y defensa, después tendremos un asalto y te corregiré los errores que cometas. 

Asiento con la cabeza y el general empieza a explicarme todo lo necesario para defenderme cuerpo a cuerpo.

 

Patada aquí y allá, más algún que otro puñetazo, hacen que pueda desahogar toda la frustración que tengo dentro y el pobre Pavel se está llevando todo mi enojo sin tener culpa de ello. 

Sin previo aviso, le doy un puñetazo desde abajo para golpear su barbilla y hacerle volar hasta la colchoneta. Queda boca arriba, con la respiración agitada por el ejercicio y me dedica una sonrisa dolorosa cuando me tumbo a su lado empapada de sudor. 

—Aprendes rápido —me halaga llevando su mano enguantada a su mandíbula dolorida. 

—Gracias. ¿Te puedo hacer una pregunta? —él asiente sin poder hablar por el cansancio—. ¿Por qué no me dijiste que no era necesario que conociera a mi pareja destino para sentirla? Pensé que eras tú y no lo negaste. 

—Bueno... me cogiste un poco desprevenido y me asusté. No estoy preparado para volver a estar en una relación y, mucho menos, con la princesa de los vampiros. ¿Quién te lo ha contado? 

—Mi padre. Estaba preocupada por ti cuando mi habitación fue invadida por esa diablesa y te marchaste sin decir nada. ¿Puedo saber qué te pasó? ¿Quién es ella? —mi curiosidad es notable y el chico se incorpora para levantarse. 

—Era mi esposa. Pensé que había muerto hace un año, pero parece ser que se unió al enemigo —contesta el chico mientras se quita los guantes y los deja en el banco. 

—Caray, entiendo que te sorprendas al verla. ¿Crees que pueda dejar de ser una diablesa y regrese a su forma de vampiresa? —lo sigo hasta el banco para continuar la conversación. 

—Ningún vampiro que haya caído en la oscuridad ha regresado a la luz, así que, no creo que podamos volver a estar juntos como antes. 

Sé que está decepcionado y triste por lo que está pasando con su esposa, por lo que doy un paso hacia él y lo abrazo como puedo al tener los guantes aún en las manos. 

—Perdona —le digo al alejarme cuando siento que su corazón empieza a latir con rapidez. 

—No te preocupes. No tienes la culpa de que ella quiera estar en la oscuridad. Es tarde, dejemos el entrenamiento por hoy. ¿Te apetece conocer un poco a tus futuros subordinados? 

Me ha cogido desprevenida esa invitación y no sé qué responder. «¿Qué respondo?»

 




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