Marcada por la sangre (parte 1)

Capítulo 37

Pues claro que quiero saberlo. ¿Qué te ocurre o qué he hecho mal?

 

«Pues claro que quiero saberlo. ¿Qué te ocurre o qué he hecho mal?»

Hablaremos de ello. Te veré por la mañana —contesta cortando la conexión conmigo en un instante. 

Me enjugo las lágrimas al sentir que resbalan por mis mejillas y me encamino hacia la cocina para que ni mi padre ni Pavel me vean llorar. 

No entiendo ni mucho menos comprendo lo que le sucede a ese hombre conmigo. ¿Qué he hecho mal para que huya así de mí?

Dejo el plato vacío en el fregadero y siento que la marca me arde y duele más que nunca. Me llevo la mano hacia ella y el calor que desprende me quema la palma. 

Me aovillo en el suelo con las voces de todo el planeta dentro de mi cabeza y mis dientes castañetean como si tuviera frío. 

Siento que unas manos me agarran y me levantan del suelo para llevarme a algún lugar que no veo porque no puedo abrir los ojos por el escozor. 

Unos pocos segundos después, el dolor y el fuego se alivia. Abro los ojos y veo a Tiana, a Pavel, a mi padre y a Víktor a mi alrededor, preocupados. 

No recuerdo haber caminado hasta mi habitación, pero ahí estoy, tumbada en la cama sudando a mares y con el cuerpo agarrotado.

—¿Qué me ha pasado? —quiero saber con la mirada clavada en la vampiresa. 

—El nuevo don te lo está poniendo difícil. Será mejor que intentes controlarlo cuanto antes —responde la chica al revisar que mi pulso y respiración son correctos. 

—Víktor, te relevo hasta nuevo aviso de tus tareas como general. Enséñale a utilizar la telepatía antes de que sea demasiado tarde y se vuelva loca —le ordena mi padre al chico sin darle oportunidad a replicar. 

Veo que el aludido traga con dificultad, pero asiente haciendo una reverencia al rey. 

—Será mejor que empiecen mañana. Esta noche debería descansar —propone Tiana al ver el rostro de su compañero desencajado. 

 

El sol ilumina mi habitación y abro los ojos con dificultad, deslumbrada por la claridad. 

Me levanto de la cama con el cuerpo aún cansado, arrastro los pies hasta el baño para echarme un poco de agua en el rostro y despejarme, y escucho que alguien entra en mi habitación. 

—¿Te encuentras bien? —me pregunta Víktor desde la puerta abierta del baño. 

—Creo que no he descansado como debería. ¿Me ayudas a llegar a la cama, por favor? 

Alargo la mano hacia él, que la coge con firmeza y me sostiene para llegar hasta el colchón y sentarme con el cuerpo casi flácido. 

—Túmbate, iré a por Tiana. Este efecto no es normal —me informa agarrando mi nuca con cuidado para dejar mi cabeza apoyada en la almohada. 

Parece que estoy en un letargo del que no puedo despertar. Los ojos se me cierran sin poder evitarlo y no puedo ni asentir para confirmar que lo he oído.

No tarda ni cinco segundos cuando la chica regresa a mi habitación con el general para hacerme un nuevo chequeo y determinar lo que me está ocurriendo. 

—Esto es algo extraño. No lo he visto nunca. Has descansado toda la noche, deberías estar mejor —se extraña la vampiresa al ver mi estado. 

—Nunca he sido normal. No me extraña que os ponga patas arriba todo lo que conocéis sobre los dones y la raza de los vampiros —digo arrastrando la voz y casi sin poder abrir la boca para pronunciar las palabras con claridad. 

—¿Alguien podría tener alguna idea de lo que le ocurre? —Escucho la voz de Pavel a lo lejos, aunque lo tengo a mis pies, observando con atención. 

—Tal vez mi abuela pueda darnos alguna respuesta, pero hace mucho que se marchó de las montañas —contesta Tiana con pocas esperanzas en la voz. 

—Pavel y yo iremos a buscarla. Hay que intentarlo, aunque sea imposible —propone Víktor sin apartar su mirada marrón de mí. 

—Estad atentos, Mijaíl no tardará en llegar para batirse en duelo por el trono —les pide el rey dando su beneplácito para que salgan a toda velocidad a encontrar a esa mujer. 

«Quiero ir», pienso para que le llegue el mensaje al telépata. 

El general se queda petrificado en el hueco de la puerta abierta, de espaldas a mí, da media vuelta para mirarme con el ceño fruncido y contesta:

—No vas a venir. Quédate y descansa. 

Veo que Pavel bufa al saber que su compañero no me conoce, se acerca a mí y me agarra entre sus brazos. 

—¿Qué está haciendo, general Smirnoff? —lo interroga mi padre con los ojos abiertos como platos por el miedo. 

—Majestad, con todo respeto, su hija es una gran terca que encontrará la manera de venir con nosotros, queramos o no. Me ahorro el sermón y las discusiones al llevarla con nosotros ya. ¿Tengo razón? —me pregunta con una leve sonrisa en los labios que le devuelvo al saber que lo he entrenado bien. 

—Si ella viene, iremos más lentos. Y tú eres el encargado de encontrar el rastro, ¿cómo lo harás con ella encima de ti? —se queja Víktor indignado por el comportamiento de su compañero. 




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