Marcas.

No todos somos idiotas

Por fin, mi día de descanso había llegado; con ello, muchas cosas que contar a mi mejor amiga, sabría que me regañaría o me daría un abrazo; sinceramente, cualquier cosa que quiera darme a este punto lo aceptaría.

El camino a aquel departamento me cuestioné todo, mi existencia, si debería ser o no más serena, solo necesitaba desahogarme y qué mejor que hacerlo con la única chica que me entendía desde los 4 años.

Al bajar del ascensor, me dirigí hacia el de departamento 603, toque el timbre esperando ver aquellos cabellos lacios rosas de Lilianne, pero mi para nada sorpresa abrió Issac, un amigo en común o eso sonaría bien si no fuera el tipo más insoportable que he conocido y que tengo la desdicha de conocer desde que nací.

— Qué sorpresa, Montessori en cubierta —saludó con aquel tono tan arrogante y de "Galán de novela" que siempre me fastidiaba.

— Hey Issac, no estoy para tus bromas hoy — este rodó los ojos, dejándome entrar.

— ¿Y cuándo lo estás?

— Sinceramente, me sorprende que no me hayas aventado tu bolsa en la cara — reía con aquella arrogancia que conocía perfectamente.

— Ganas, no me faltan, lo prometo — dejé mis cosas en la entrada adentrándome al departamento compartido de mi mejor amiga y el idiota frente a mí.

— ¿Y Lilianne?

— En su habitación, editando un corto que será "Cine" — dijo imitando aquel meme de internet, con ese gesto de fumar. Obviamente, me reí de aquella tontería.

No podría explicar perfectamente mi relación con Issac, nuestras madres fueron amigas desde la preparatoria, lo que significaba crecer como primos, desde que tengo memoria siempre nos hemos molestado mutuamente, con ese sentimiento de odiarnos, pero a la vez apoyarnos en momentos difíciles, no podría llamarlo amigo, tampoco un conocido cualquiera, solo es Issac, el que puedo insultar, pelear y a las dos horas reírnos de cualquier mamada, así es nuestra relación.

— Entraré a verla — anuncié, aunque tenía confianza, le tenía respeto a su departamento.

— No, no, también vivo aquí, también quiero saber el chisme — me crucé de brazos negando.

— No hay ningun chisme, maldito metiche.

— Ja, siempre vienes cuando tienes algo que contar, así que...

— Debe ser algo muy grande para no decirlo por teléfono

— O me equivoco, Chaneque — me miró desde lo alto, odiaba como ese monigote, flacucho de 1.74, se esté burlando de mi estatura, no tenía la culpa de no haber crecido desde la preparatoria.

— ¿No se te ocurrió algo más usado que "Chanqué"? — Alce a mirar aquellos ojos verdes que siempre me retaban.

— Oh, tengo muchas cosas que decirte — se acercó a mí, bajando a ver mi rostro, con esa pinche sonrisa que me daba ganas de partirle su madre.

— ¡AGH! — Eso nos hizo voltear.

— Algún día, los encontraré besándose — decía Lilianne, con ese tono de burla que nos hizo alejarnos del otro, mirándonos con asco.

— Lile, acabo de comer, no quiero vomitar por esta... —Me miro barriéndome con los ojos.

—Persona — Abrí la boca en indignación, sonriendo a punto de golpearlo, LIlianne habló.

— Ya, ya dejen de pelear.

Desde que la madre de Lilianne empezó a trabajar en la casa de Issac siempre ha estado presente entre ambos, parando nuestras largas discusiones, peleas sin sentido y demás. Es un ángel, aunque uno muy malhablada, con tantas capas, cuál cebolla, pero aun así tan única y especial para ambos. Sinceramente, no sé cómo nos ha aguantado en todos estos años.

♡•●•♡•●•♡

Después de nuestro regaño en conjunto con Issac, Lilianne me llevó hacia su habitación. No había dicho nada, pero al verme ya intuía lo que pasaba. En el segundo que entré en aquella habitación me tiré a su cama, tenía mucho que decir y simplemente no sabía por dónde empezar sin que suene a una novela chafa de televisa.

Esta se sentó en su tocador, esperando que me controle de una vez, el techo lleno de estrellas que ayude a pegar, paredes pintadas de azul igual a sus ojos, pósters de películas viejas que tanto amaba, decoraciones que hacía con sus propias manos y ese incienso a lavanda, muy común en ella aunque me burlaba de que olía a señora, Tome aire y como pude me levante quitándome los tenis.

— Bien, ya no puedo más — dejé a lado mis zapatos adentrándome más a la cama.

— Agárrate, que está fuerte — Lilianne volteó a verme dejando ese frasco con mascarilla a un lado.

— Me asustas.

—¿En serio es tan fuerte? —pregunté preocupada, negué con la cabeza haciendo que se relaje solo un poco.

— Jeff es mi empleado — Lilianne tenía ojos grandes, pero vi cómo perfectamente los abrió por completo. Era obvio si yo me sorprendí cómo ella no lo haría.

— VETE A LA VERGA — gritó, soltando lo que tenía en sus manos.

—¿Qué? ¿Pero CÓMO? — Con ambas manos le hice un gesto de que se tranquilizara. De por sí tenía un lío; su reacción me daba en la madre.

— Alyssa, lo contrató, fue en mis vacaciones...

Le expliqué todo, desde la maldita y única conversación que tuvimos en mi oficina, como nos encontramos esa misma noche en el camión de regreso y tuvimos que bajarnos en la misma parada, con diferencia que al llegar a la calle del pequeño museo de la colonia cada uno se fue por su lado, ese día simplemente no mire hacia atrás, fue tan incómodo que casi salí corriendo del camión apenas paró.

Sobre todo mi jodida semana; durante los días siguientes agradecí que tenía mucha papelería que hacer, reportes de áreas, quejas de clientes y de doña Carmen, mercancía nueva en algunas áreas y demás, me mantuve toda la semana en mi oficina con trabajo que me costaría tres días lo hice en cinco con tal de no bajar a la tienda, durante las tardes hacía de todo para no salir a la misma hora que él, si sonará estúpido y exagerado, pero no tenía de otra tenía muchas emociones que no sabía qué hacer.

— ¿En serio te estuviste escondiendo de él?

— No te rías — me queje abrazando aquel peluche que siempre era testigo de mis desgracias cada que venía.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.