Marchita pero hermosa.

Deslucida.

Hoy he despertado como cada mañana, sin ganas de vivir. Soy una pobre rosa que no logró alcanzar la plenitud de la belleza como mis hermanas. Todas nacimos el mismo día, hermosos botones de rosas que con el de cursar del tiempo, se fueron abriendo hasta esparcir su delicioso y dulce aroma. Mis hermanas, al contrario de mi, con un color rojo intenso se exhiben al mundo brindando su mas delicioso perfume mientras que yo, por haber  nacido en una zona donde me maltrata el sol, estoy marchita y deteriorada. Solo soy para ellas la deshonra de nuestra madre el rosal.
 

—Que vergüenza tener en la familia alguien tan seco y de perfume barato —dice una de ellas mientras conversan.
 

—¡Es cierto, alguien como ella, solo entristece el espacio en que se encuentra! —dice otra con repudio— Si tan solo el aire soplara con fuerzas y nos librara de su presencia.
 

Así se pasan las horas, tirando indirectas, insultando y deseando mi partida. Pero a pesar de ello, siempre, día a día, llega mi consuelo. 
 

Todas las mañanas una hermosa joven nos riega y cuida, nos provee de agua y con mucho cuidado desgarba las hierbas malignas que aparecen por los alrededores de mamá. Y lo mas estraño es que además de deshojar toda hoja marchita que encuentra, a pesar de mi aspecto, me mantiene intacta.
 

Pero hoy he notado algo diferente. Luego del cuidado diario me mira con tristesa, entra a la casa y sale portando en las manos unas afiladas tijeras. Esta frente a mi, pensativa e indecisa. Tengo miedo, a pesar de mis pocas ganas de vivir tampoco quiero dejar de existir. Con su mano izquierda agarra mi tallo y con la otra acerca las tijeras, pero cuando se dispone a cerrarlas y deshacerse de mi, alguien la detiene.
 

—¿Qué haces? —dice un joven de hermosos ojos azules y torso desnudo que lleva un short salpicado de pintura.
 

—No puedo verla mas así —dice la joven apartando las tijeras-. He tratado de salvarla pero, a pesar de mis esfuerzos no puedo luchar contra el sol. 
 

El joven la toma por los brazos, la mira a los ojos haciéndola perderse en el azul de los suyos y le da un beso.
 

—No lo hagas —dice y me observa—. Quizás aun se pueda salvar. Para mi sigue siendo hermosa.
 

—No lo creo, ¡mira como está!
 

—Tú solo dejala estar —dice el joven agarrándola de la cintura y llevándosela a la casa.
 

Mis hermanas, que han presenciado la escena comienzan a hablar entre ellas.
 

—Que estúpido ha sido el humano —dice una de ellas con rabia—, mira que detener a la joven.
 

—¡Por Dios! —dice otra insultada— ¿Cómo que hermosa, es ciego, o no logra ver el despojo que es?
 

Así transcurre el día y llega la noche. Otro momento de paz y alivio, un momento en el que mis hermanas duermen y nuestra madre el rosal me da consuelo para que mi corazón no se marchite más.
 

—Hija mía —dice mi madre bajo una noche estrellada, de luna brillante y redonda—, perdona a tus hermanas. 
 

—No te preocupes mamá —digo al escuchar sus palabras—, ya estoy acostumbrada.
 

—Ellas creen que tu color mustio opaca mi belleza, y que con tu débil aroma no eres digna de ser parte de esta familia —dice con ternura—, pero yo se que aquello a lo que ellas llaman defecto, te hará merecedora de elogios y halagos.
 

—Solo tú me ves así —digo mientras una leve brisa me azota en la cara—. Hoy la joven que nos cuida y nos protege me miró de forma diferente. Hasta estuvo a punto de... 
 

—Pero no lo ha hecho —me interrumpe mi madre— y así seguirá mientras para alguien luzcas hermosa.



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En el texto hay: rosas, familia hermanos, reflexinion

Editado: 07.11.2020

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