"Iluminad a la gente como me habéis iluminado a mí porque,
iluminar es trabajo de estrellas..."
-J.A
JESS:
El ruido era ensordecedor aquí, la gente que embarcaba y salía de su puerta de embarque era diversa: unos se abrazaban dando gritos de felicidad por reencontrarse con sus seres queridos tras un tiempo sin verles, a otros se les escapaban lágrimas de tristeza por una despedida y había algunos que, con niños entusiasmados por volar en un avión reían al ver cómo los pequeños desplegaban sus brazos y daban vueltas alrededor de todo el mundo mientras hacían ruiditos imitando al gran aparato con su pequeña boca. Sonreí al verlos, y cuando uno de ellos pasó por mi lado y me saludó, yo hice los mismo amablemente.
Me dispuse a recoger mi maleta, que encontraría en aquella gran cinta que transportaba todo tipo de equipaje. Sin embargo, me quedé esperándola.
Los minutos pasaban al igual que la gente iba desapareciendo, rápido, y poco a poco fui quedándome sola en este aeropuerto tan grande para mí. Me acerqué a un encargado y pregunté por mi equipaje, pero este me informó de que no había nada más dentro y que, todo lo que había llegado desde el punto de partida, había desaparecido del almacén.
—No puede ser... —Pasé mis manos por mi rostro nerviosa. Aquello no era posible.
—Lo sentimos señorita, pero le digo que su maleta no ha venido en el vuelo, haremos lo posible por encontrarla no se preocupe —aseguró el trabajador con una sonrisa avergonzada. No era alguien muy joven, aunque tampoco aparentaba tener más de cuarenta años. Algunas arrugas cerca de los ojos adornaban su rostro, debió sonreír mucho a lo largo de su vida.
—Por favor, intenten encontrarla... —Pasé una mano por mi frente suavemente—. En ella llevaba toda mi ropa y me acabo de mudar.
—Ya se lo he dicho, no descansaremos hasta encontrarla, no se preocupe, la recibirá —aseguró el hombre—. Espere aquí, preguntaré si se encuentra en el otro aeropuerto. —Sacó su teléfono del bolsillo y comenzó a marcar números en él.
—Está bien... —respondí dándome la vuelta. No tenía nada que hacer.
Me mantuve en el sitio hasta que el encargado empezó a hablar y entonces se alejó. Minutos después, me encontraba dando golpecitos con el pie en el suelo, algo que hacía cuando estaba nerviosa. Tiempo más tarde, anduve unos pasos antes de poder escuchar la voz de un chico enfadado, yo diría que bastante. Me giré para observar la escena y lo que vi me dejó boquiabierta. Un chico alto, con pelo azabache, estaba hablando con el encargado que me había atendido a mí con un tono bastante elevado. Parecía molesto y enseguida entendí el porqué de aquel tono.
—¡Y una mierda! Mi maleta iba en aquel vuelo yo mismo vi como la llevaban... —Acompañó sus palabras gesticulando con los brazos.
—Debe relajarse, por el contrario, me veré obligado a avisar a seguridad... —El hombre intentó hablar con voz calmada. Aquel chico pasó una mano por su cabello intentando tranquilizarse. Su pie imitaba al mío y pude observar que estaba a punto de perder el control.
—Necesito mi maleta. Y la necesito ahora. Así que, vaya buscándola porque de aquí no me voy sin ella, ¿entendido? —Sus gritos se relajaron un poco, aunque su tono continuaba siendo elevado. Me acerqué para intentar calmar la situación con el móvil en mi mano. Cuando les alcancé, tan solo el encargado se fijó en mí. Intenté sonreír dulcemente para tranquilizarle.
—¿Saben algo? —pregunté simpática para tratar de reducir la tensión entre ambos.
Los ojos oscuros de aquel chico me dedicaron la mayor mirada de la historia. Creo que, si las miradas matasen, yo ya estaría bajo tierra...
—Estoy intentando comunicarme con el aeropuerto señorita, en cuanto sepa algo no dudaré en avisarles a ambos, mientras tanto, les pido que sigan esperando —explicó el hombre tratando de ser amable.
El chico de pelo negro soltó un bufido y se dirigió hacia los asientos. La verdad es que pretendía quedarme allí, pero el encargado estaba empezando a perder los papeles y no lo dudé a la hora de retirarme. Mi teléfono estaba casi sin batería y quería aprovecharla por si me ocurría alguna emergencia mayor que esta por lo que no podía llamar a mi hermano así que, opté por sentarme en algún asiento mientras esperaba respuestas.
Me senté al lado de aquel chico, quien puso distancias entre ambos nada más sentir mi presencia. Seguía enfadado y lo comprendía, pero mi situación era la misma y no estaba tan afectada. Quizá él también se había mudado como yo...
Me revolví en mi asiento debatiendo si debería preguntarle sobre ello o no. Le miré de reojo y pude observarle mirando su teléfono concentrado. Sus facciones estaban tensas aún, pero parecía más tranquilo, como si hubiese calmado sus demonios. Me acerqué sentándome en el asiento que él había utilizado para poner distancia, recogí un mechón de mi cabello tras la oreja y pregunté amablemente:
—¿Tú también te has mudado aquí? —Sin embargo, aquel chico me ignoró por completo. Me revolví de nuevo en el asiento mientras esperaba su contestación, pero esta no llegaba.
Empecé a sentirme incómoda con aquella situación cuando vi que su contestación no llegaría, hasta que llegó el trabajador del aeropuerto más sonriente, lo que me tranquilizó.
—Buenas noticias, han encontrado sus pertenencias, la malo es que, llegarán en unas tres horas —dijo mirando su reloj de mano.
—¿Es en serio? —pregunté incrédula.
—¿Qué mierda es esto, Steve? —preguntó el chico, aún molesto, que había levantado la vista de su teléfono. El personal del aeropuerto no llevaba nombre en su uniforme por lo que supuse que ya se conocían. Las palabras de aquel chico minutos antes resonaron en mi cabeza y supuse que, para elevarle el tono tanto, debían de ser conocidos, y de hecho, sí que se conocían pero, aquel hombre mantenía su relación profesional bajo una inquietante seriedad.
Editado: 05.07.2021