Marco

| Capítulo 2:

JESS:

La luz del sol llegó a mis ojos, los cuales tardaron más de la cuenta en abrirse debido al contraste entre luz y oscuridad. Poco a poco me fui acostumbrando a la luz y conseguí levantarme. El suelo estaba frío y el parqué crujió bajo mis pies. La casa estaba en completo silencio, pero, mientras pensaba dónde podía estar mi compañera, el silencio se desvaneció dando paso a un sonido de artefactos de cocina chocándose unos contra otros y tras ellos, se escuchó un suspiro cargado de frustración. Me acerqué a la cocina, frunciendo el ceño extrañada. La puerta se encontraba entornada y cuando la abrí, no pude evitar sonreír al ver a mi compañera de piso intentando lidiar con las sartenes y demás utensilios de cocina que se habían esparcido por el suelo.

—Buenos días —dije sonriendo aún. La chica se dio la vuelta y cambió enseguida su cara de frustración para poner una sonrisa cálida y envolvente.

—¡Buenos días, Jess! No nos hemos presentado, yo soy Verónica Strangford, Vero por ser tú, encantada —se presentó dándome la mano. Tras eso se puso de nuevo manos a la obra con las sartenes y demás cosas.

—¿Quién te dijo mi nombre? —inquirí llegando hacia el poyete.

—Mike es muy simpático, fue lo primero que me dijo cuando pagaste el alquiler. —Sonrió. Pronto, un olor delicioso invadió la cocina y no podía dejar de respirar hondo—. He hecho el desayuno, cuando llegué anoche me asusté. Pensaba que habían entrado a robar, te dejaste la puerta entreabierta. Cuando llegué corriendo y vi que eras tú no sabes el alivio que me entró... —Rio mientras depositada los huevos revueltos en dos platos—. No te voy a mentir, no te acostumbres a este desayuno porque solo lo he hecho para dar una calurosa bienvenida, cocinar no es lo mío. —Me guiñó un ojo.

Reí en respuesta, esta chica era divertida y por algún extraño motivo no podía parar de sonreír cuando ella hablaba.

—No te preocupes, acostumbro a desayunar cereales o café, los desayunos elaborados no van mucho conmigo. —Vero y yo nos dirigimos al comedor cuando terminamos de preparar el desayuno y, estuvimos riendo y conociéndonos durante los quince minutos que duró la comida.

Le conté que tenía que marcharme a la universidad a rellenar unos papeles y ella me contó que hoy era su día libre en el trabajo. Entonces fue cuando me aconsejó ir a buscarlo a una cafetería cerca de un parque donde según ella, todo es tranquilo. Dijo que, a pesar de eso, el local siempre estaba lleno por sus buenos cafés. Apunté el nombre para pasarme por allí y fui a vestirme.

Vero había preparado una habitación para mí, con una cama y con un enorme escritorio y una silla. El resto lo tenía que traer yo esta misma tarde y dedicarme a colocarlo. Puse la maleta encima de la cama y la abrí para cambiarme de ropa tras ducharme. Mi pijama seguía intacto y sonreí al recordar que ayer me quedé dormida con la ropa puesta.

Después de darme una ducha, me coloqué unos vaqueros y una camiseta, me calcé los zapatos me cepillé el pelo y me hice un maquillaje sencillo para darle un poco de color a mi pálido rostro. Cogí la copia de las llaves del apartamento que me dio Vero cuando estuve lista, y mi bolso. Tras cerrar la puerta, bajé los peldaños de las escaleras de este enorme edificio.
Al llegar a la calle, la vi llena de vida: la gente charlaba alegremente mientras se dirigía a algún sitio, los pequeños rayos de sol empezaban a salir, aunque dudaba que duraran mucho pues, Londres se caracterizaba por su clima. Miré la dirección de la universidad en mi móvil y me encaminé hacia ella escuchando música con mis auriculares puestos. Todo parecía bastante calmado y pensé que, el agitamiento se dejaría ver pronto por aquí. Las cosas no suelen ser muy calmadas o al menos, no generalmente.

Me detuve en la puerta de la universidad veinte minutos después y la sorpresa y la felicidad no tardaron en aparecer en mi rostro. Es cierto, la había visto en fotos e incluso había soñado con ella, pero jamás pensé que la realidad sería tan distinta. Parecían dos universos diferentes...

Frente a mí, se hallaba un edificio enorme y hermoso, de color rojo y construido con ladrillos, debía de haber millones. Su techo era azul y las ventanas eran blancas, aunque estaban remodelando su color. Estaba rodeada por unos inmensos jardines con flores de todos los colores y con árboles muy altos y frondosos. Tras unos segundos de observación, me encaminé a la corta escalera que llevaba a la gran entrada llena de estudiantes que entraban y salían probablemente con sus papeles de admisión. Me dirigí hacia aquel lugar en el que estaban la mayoría de estudiantes reunidos siguiendo a una chica rubia pues, si no le hubiese hecho caso a mi instinto, seguiría perdida dándole vueltas al interior del edificio.

Al llegar, el revuelo de personas me llamó la atención, aunque, no me esperaba menos de este sitio. Esperé pacientemente a que mi turno llegase y una vez allí una señora mayor me atendió con mucha amabilidad. Me preguntó cosas sobre mi vida a las que yo respondí encantada y tras eso, me dio un papel con el que sería mi horario y me despedí. Abandoné aquella sala e hice el camino hacia la salida. Los estudiantes bloqueaban el paso e incluso empujaban sin ser conscientes de ello, lo que provocó que chocara contra uno irremediablemente.

—Lo siento... —me disculpé.

—No te preocupes, es normal con tanta gente aquí —dijo simpático. Al levantar la cabeza, vi el rostro de un chico rubio y con unos ojos muy bonitos. Tenía una sonrisa cálida que llamaba a la inocencia y a la amabilidad. Una nariz afilada, un rostro sin pecas y era guapo. Muy guapo. Iba a contestarle, pero mi móvil sonó y tuve que despedirme.

—¿Esta tarde?

—Sí.

—¿En serio, Jess? Sabes que trabajo...

—Sí, lo sé Mike, pero no quiero que tengáis mis cosas allí más tiempo. No quiero molestar... —respondí bajando las escaleras.

—Jess, sabes que quiero ayudarte...



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En el texto hay: londres, romance, accion

Editado: 05.07.2021

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