| Capítulo 11:

MARCO:

El ansia es una sensación que se apodera de nosotros cuando hemos necesitamos algo durante mucho tiempo y nos lo ponen al alcance de nuestras manos. Nos posee sin necesidad de haberla tocado, visto y escuchado y nos tapa nuestros otros sentidos para que estos no le arrebaten el poder. La persuasión es jodidamente increíble.

Nick engulló su comida, apenas la saboreó. Llevaba desde que nos encontramos para comer intentando poder llamar a Jessica, según él no había venido y se había quedado sin compañera para tomar apuntes. Había dicho que en cuanto terminara de comer la llamaría y después de haber devorado todo lo comestible de su almuerzo como si no pudiera esperar ni un segundo para hacerlo, la llamó. Tras unos segundos en silencio él sonrió, diciéndome de manera inconsciente y con la mirada perdida que había descolgado.

—¿No me digas que te has quedado dormida? —Soltó una carcajada.

Era muy fácil hacer a Nick sonreír, él siempre había sido así de positivo, pocas veces lo había visto enfadarse y eso era debido a que él únicamente lo hacía bajo un asunto demasiado grave. Sin embargo, por lo poco que había visto a Jessica podía adivinar que no era una persona irresponsable, así que la idea de que se hubiera pegado a las sábanas no tenía sentido para mí.

—¿Todo bien? —preguntó un poco más serio mi hermano provocando que me diese la vuelta con el ceño fruncido para encontrarme con su gesto de preocupación. Puso un gesto de sorpresa—. ¿Qué ha pasado?

Continué mirándole aunque me ignorase por estar demasiado enfocado en su conversación. Ambos permanecieron hablando durante unos minutos más mientras ojeaba mi móvil intentando ponerme en contacto con Cole.

—Supongo que querrás que pregunte qué ha pasado, así que, dime —intervine cuando sus ojos cayeron sobre mi rostro una vez terminó su conversación, intentando disimular que la llamada de Jessica había elevado todas mis guardias.

—Han entrado en su apartamento por la noche y lo han revuelto todo. La cerradura está destrozada y ninguna de las dos ha pegado ojo en toda la noche. Conociendo a Verónica estará de los nervios y está poniendo nerviosa a Jess... —Maldije por dentro antes de que Nick hablase de nuevo. Ni siquiera sabía que Vee estaba compartiendo piso con ella—. Lo más curioso es que solo se han llevado las zapatillas de Jess. —Rio intentando buscarle humor a la situación.

Pero a mí no me hizo gracia, en absoluto. Jessica había estado en el Evil con Cole y conmigo y la habían perseguido. El Evil era un lugar donde convivían los peores delincuentes de Londres, si se habían enterado de que uno de los suyos había sido asesinado, nos estarían buscando a los tres sin descanso. No me cabe duda de que Jessica ha pagado las consecuencias debido a que medio Evil la ha visto correr por sus calles despavorida. Aunque no puedo guiarme por suposiciones, esto es lo más realista que se me ocurre ahora mismo para relacionar y señalar culpables con el asalto de anoche. Jessica no estaba a salvo en ese apartamento y Vee tampoco.

 
 

Hacía media hora que Jessica se había quedado dormida en mi hombro. No tuve valor para apartarla porque lucía realmente cansada, y su rostro desvelaba con claridad que no había pegado ojo en toda la noche. Sin embargo, me tomé la libertad para observarla dormir y recordé todo lo que hablamos Nick y yo por la mañana. Y así, con la conversación entre Jessica y mi hermano en mi cabeza, el documental sobre el asesinato que cometí hace doce años en la televisión y poniendo en orden mis pensamientos, me quedé dormido con ella apoyada en mi hombro.

Cuando desperté a la mañana siguiente en el sofá, Jessica no estaba. Comprobé la hora y tras hacerlo supuse que Nick y ella se habían marchado a la universidad. Un ruido se escuchó en la cocina encendiendo todas mis alarmas pero, en cuanto fui a levantarme, una melena morena apareció por la puerta de la cocina. Verónica estaba llena de huevo de la cabeza a los pies y estaba tan enfadada que seguro que estaba en uno de esos días en los que las chicas odian a todo el mundo. La conocí cuando era pequeño, aún recuerdo esas dos coletas que llevaba a cada lado de la cabeza y lo horrible que estaba cuando se le cayó el primer diente. Ella y yo retomamos el contacto cuando mi hermano y yo nos mudamos y conseguimos los medios. No sé cómo demonios consiguió mi número, pero estamos hablando de Vee, es imposible pensar en algo que ella no pueda conseguir...

El año antes de mudarnos, cuando cumplí los diecinueve, vino hasta Nueva York para que nos viéramos. Esa noche, Nick se quedó con nuestra hermana pero yo salí con ella y nos fuimos a un pub. Luego la cosa se descontroló y todo se nos fue de las manos. Ninguno recuerda con claridad lo que pasó aquella noche, pero ella amaneció en mi apartamento con la cabeza metida en el váter y yo durmiendo en calzoncillos en el balcón. Lo mejor de aquel día fue que ella se lo tomó todo con humor y estuvo riéndose toda la mañana aun sin saber lo que realmente sucedió. Desde aquel momento recuperé a mi mejor amiga, a pesar de estar como un jodido cencerro.

—Menos mal que despiertas, te he llamado tres veces. Si no lo llegas a hacer me piro sin ti a la universidad, pelinegro —gruñó enfadada.

Me estiré antes de sonreírle, ella nunca había tenido paciencia.

—Que sepas, que el rubio te quedaba mejor, Vee —respondí revolviéndole el pelo al pasar por su lado cuando entré en la cocina. Sí, hace un año era rubia, no sé qué demonios le dio para hacerse eso en el pelo.

—Eres un imbécil, ¿lo sabes? —gruñó dándome un manotazo y provocándome una risa escueta. Odia que la llame "Vee", porque lo recuerda todo.

La noche en la que aparecimos en mi apartamento, todo estaba yendo sobre ruedas pero como siempre, algo tenía que ocurrir. Y Verónica se dio cuenta en cuanto encontró una marca oscura con forma de "V" en uno de sus tobillos. Gritó tan fuerte del horror que despertó a medio Nueva York...