Marco

| Capítulo 14:

JESS:

Permanezco el resto del camino intentando tranquilizarme y no pensar en que un psicópata que robó mis zapatillas quiere matarme. Marco dirige su mirada hasta mí varias veces y es debido a eso por lo que me contengo para no mostrar mi frustración con lágrimas que eliminé segundos después de su promesa y que amenazan con salir cada vez que el pelinegro desvía la mirada hacia la carretera. Creo que la punta de mi nariz ha adquirido el color rojizo que siempre aparece cuando las personas lloran, al igual que creo que mis ojos deben de estar más rojos que esta. Pero a pesar de que odie que mi cuerpo reaccione como le dé la gana y no pueda contenerse ante algo de grandes dimensiones como esto, no puedo quejarme. Creo que, si alguna persona estuviera viviendo lo que estoy viviendo yo, habría reaccionado de igual forma. 
Una voz comienza a hacer eco a mi lado y, cuando soy capaz de reaccionar a ella me percato de que mi vista está nublada y de que aprieto mis manos cerradas en dos puños en la parte superior del cinturón. Dirijo mi vista sin mover la cabeza hacia arriba, señalando el techo del coche para evitar ponerme a llorar de nuevo y, tras cerrarlos ojos y suspirar profundamente me preparo para enfocar los ojos azabaches del pelinegro sentado a mi lado.

—Hemos llegado, Jess. —Me dice escudriñándome. Y en ese momento pienso que va a decir algo más pero no lo hace, simplemente dirigió su vista al frente y miró por el cristal del parabrisas—. Vamos, hay que darse prisa. Robinson es muy persistente, creo que va a venir. —Habló más serio, pero sin dejar el pequeño atisbo de dulzura en sus palabras. Asentí, me bajé del coche y ambos comenzamos a andar por la calle en la que había aparcado.

Dijo algo parecido a que él y Robinson se conocían desde hace tiempo y que, si hacía el camino de vuelta pasando por el edificio y veía su coche, sabría que él estaría aquí y entonces las cosas se complicarían. Como si no estuvieran lo suficientemente complicadas ya...

Cuando estuvimos enfrente del edificio, permanecimos mirando los pisos de arriba y Marco me instó a seguir caminando tras darse la vuelta y encararme después de haber estado mirado hacia la carretera unos segundos.

—Es él, sube —dijo unos metros por detrás de mí antes de comenzar a caminar hacia la puerta del edificio. Ignoré cómo el ritmo de mi corazón se aceleraba por los nervios. La simple palabrería de que él estuviera acercándose me hacía estremecer.

El portero no dijo nada cuando me vio entrar con Marco al edificio, pero en su lugar sí que centró toda su atención en nosotros, aunque el pelinegro lo solucionó dirigiéndole una mirada que podría haberlo hundido en las llamas de cualquier fogata.

O infierno...

Ambos nos conducimos hacia las escaleras y subimos hasta el apartamento en unos cinco minutos. Él se detuvo justo frente a la puerta esperando a que buscase las llaves y las introdujera en la cerradura. Una vez lo hice, el olor a limpio y a hogar del apartamento invadió mis fosas nasales y no pude evitar quedarme quieta disfrutando de ese aroma. Marco me instó a entrar con un gesto y una vez lo hice, cerré la puerta con rapidez. El pelinegro me hizo una especie de planificación verbal y veloz que debía seguir para no complicar las cosas, sin detenerse en muchos puntos. Asentí antes de comenzar a coger algunas cosas. Mañana por la mañana, me llevaría a la universidad como si nada y se marcharía a dejar mis cosas en la casa que compartía con Nick. No me dio muchos detalles de lo que pasaría después pero cuando repliqué que si hacíamos eso él perdería clases, me respondió escueto diciendo que él entraba a las once de la mañana y no a las nueve. 

Cuando pasé por delante de la habitación de Vero, únicamente vi en ella su cama, su escritorio y algunos cuadros, había sido bastante rápida en desalojar su pequeño rinconcito privado de la casa. También se había llevado su bolsa de maquillaje del baño y algunos botes de gel y champú que se encontraban en un mueble. Para cuando llegué a mi habitación ya tenía pensado qué llevarme y qué no. Era evidente que no iba a vaciar la habitación como Vero, —a pesar de que me sienta cómoda con mis cosas personales y vacía sin ellas—, no iba a obligar a Marco a tener que cargar con todo eso. Infierno o no, tiene unos límites. Así que me decidí por lo básico; mi mochila con mis libros, apuntes y demás, ropa y zapatos, algún que otro libro y mi ordenador nuevo, cortesía de Mike.

Ay Mike... Si se enterase de que estoy a punto de dejar mi apartamento con un tipo al que él toma por asesino porque me persigue un hombre que quiere acabar conmigo diría que estoy loca y que deje las drogas. No, no puede enterarse.

 
 


Tras recoger algunas cosas, decidí sentarme unos minutos al borde de mi cama y pensar en todo lo que pasaría a partir de hoy. Tengo el presentimiento de que mi vida va a cambiar incluso más de lo que ya lo hizo cuando Marco apareció en mi vida y por mucho que lo intentáramos no dejáramos de vernos. Tras esa pausa que al final se hizo un poco larga volví a lo mío envuelta en los millones de hechos y pensamientos que cruzaban mi mente. Era una tortura no poder descansar mentalmente porque pensamientos horribles acudían a ella constantemente, pero al final, y tras mucho esfuerzo, lo conseguí.

Una hora después de empezar a recoger mis cosas, Marco me mandó a darme una ducha para relajarme un poco y se ofreció a ayudarme a terminar de recoger un par de cosas que me faltaban. Es extraño el tono que había adquirido su voz desde esta tarde, ahora seguía utilizando la dureza en sus palabras, pero de una forma más reducida que alguna vez en la que hemos coincidido en un espacio y entablado una conversación.

Creo que le doy lástima, no puedo evitar pensar eso.

MARCO:

Mientras Jessica se aproximaba a la ducha del apartamento, me adentré en la pequeña cocina de su apartamento y comencé a rebuscar en ella algo para hacer una cena decente, pero todo lo que encontraba en la despensa de madera oscura eran sobres de sopa, latas de atún, patatas fritas de bolsa y algún que otro paquete de galletas de chocolate. Dentro del frigorífico parecía haber más variedad; encontré lechuga, algunas hortalizas y verduras, champiñones, pollo y latas de refresco, además de algunos yogures con sabores. Me dispuse a buscar una sartén entre los armarios de cocina y cuando lo hice, corté las hojas de lechuga mientras el fuego bajo la sartén comenzaba a calentar el aceite que había puesto en ella. Me resulta un poco extraño ya que cuando vinimos hace unas semanas Nick pudo preparar una cena normal para cuatro personas con todo lo que habían comprado.



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En el texto hay: londres, romance, accion

Editado: 05.07.2021

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