Marcos: La verdadera historia

Un problema con los nombres

Han sido gran variedad las mujeres que transitaron por mi vida, siempre me he considerado un jugador (incluso hoy que me da verguenza admitirlo). Desde que tengo uso de razon peneal (es decir a los 13 o 14 años) que me dieron esas ganas de conquistar a las mujeres a traves de la palabra. Obviamente tuve pocos resultados (por no decir ningunos) hasta los 18 siempre fui constantemente rechazado por el genero femenino. Fueron tantas las Marias y Marianas o Sofias que me dieron una negativa tan fuerte que ni siquiera tuvieron que decirmelo, me lo dijeron con la mirada. Hasta la edad de 26 años que siempre me adelantaba a los rechazos, como una forma de prevenir el dolor (tal vez)  o de condecorarme con "y si no lo intente...". A veces quedarse con el tal vez es una suerte de victoria. Si yo opto por la incertidumbre entonces no me sabre victorioso pero tampoco me sabre rechazado, podré decir que simplemente nunca lo intente, que tal vez si daba el siguiente paso podría sumar una victoria a mi racha amorosa. Tampoco es que permanecí virgen hasta esa edad, tuve mis aventuras por supuesto y entre ellas se destaca el nombre Anabela.

Anabela fue la primer mujer con la que estuve, en un viaje lejos de todo sin intenciones de más. Y luego de ella siguió Anabela, mi primer novia quien creí que era el amor de mi vida y con quien tuve la ruptura mas dolorosa (y la unica) que puedo recordar. Y por ultimo, por supuesto, esta Anabela mi novia actual con quien comparto lindas tardes, apasionadas noches. Creo, a veces, que es un ciclo que no tiene fin y que el rompimiento con Anabela tercera es inevitable; que pronto buscare otras Anabelas así como en mi repertorio de conquistas y deslumbres tengo a Sofias, Florencias y Cristinas. Tengo un problema con los nombres, uno muy serio porque es una compulsión a la repetición que me obliga a cometer los mismos errores una y otra vez, que me obliga a no dejar mis habitos mas mugrientos, despreciables puesto que con cada persona, con cada nombre repetido se inicia un nuevo ciclo. Sin embargo a veces lo medito y me doy cuenta de mi propia estupidez, de esta excusa que me pongo para no abandonarme puesto que al fin y al cabo, los nombres son solo nombres.




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