Es tán triste, que en una sola historia se me haya agotado un material que tendría que demorarse al menos diez libros en finalizar (uno cada dos años de lo que he vivido). Obviamente mi infancia es poco interesante, y mi adolescencia estuvo plagada de virgindiad hasta que me di cuenta que en mí tenía el don para mentir a la gente. Entonces tal vez sea justo que no me queden historias, despues de todo serían todas una repetición detras de la otra como en el siguiente esquema: tipo conocer mujer, descubre su lado malvado, tipo miente y juega, mujer termina herida, tipo termina en reflexión de consciencia de cristal y después el ciclo destructivo se repite. Por supesto que no siempre soy ese tipo, otras veces soy reflexivo en serio y busco cambios en mi vida, pocas veces he caido tan bajo y tan en lo oscuro que no he podido manotear la salvación hasta mandarme una verdadera macana.
Antes de la segunda Anabela nunca me ví en un vació, solo era un adolescente tardío descubriendo las maravillas del alcohol y la trasnoche. Recuerdo que mis primeros pasos fueron sin dudas desafortunados. Tras aquel viaje de fin de curso me costó mucho entablar otro encuentro sexual, mucho menos amoroso con otra persona. Y eso que intenté de todo, mentir "Hola ¿que tal? Me llamo Eduardo, soy estudiante de medicina", "¿Vamos a bailar? Tengo plata para invitarte un trago" "Ah... tenes una hija, sabes que yo tengo uno de la misma edad. Miguelito se llevaría muy bien con ella". Recuerdo con claridad el segundo beso de mi vida. Anabela había quedado atras ya hace unos meses y yo me había entablado en una cruzada donde atravesaba todos los boliches y bailantas, donde perfeccionaba mis habilidades del "encare" hasta que una noche en plena resignación, con un vaso de tinto caliente en la mano, la ví cruzando el salón del bar de mala muerte en el que habiamos acabado aquella noche. Esa velada yo era un estudiante de intercambio, creo que venía del sur del país. Tal vez imaginarme que tenía una vida mas a mi estilo fue lo que me impulso a hablarle cara a cara a esa bella señorita, de tez blanca y pelo castaño hasta la nuca. Ella era estudiante de medicina, o algo así y nuestro beso fue cuando ella se iba con su grupo de amigos. Creo que nos abrazamos, y en ese abrazo nos conocimos del todo. Ella por supuesto supo que yo no era ningun estudiante del sur sino solo un borracho desesperado y yo también supe que ella era mentirosa, porque su besos no eran de pasión, eran de lastima y ademas no tenía pinta de estudiar medicina, ¿que hacia una futura doctora en el aguantadero de los peores borrachos?
Parecería que mi historia esta signada por mujeres, e intentos de seducción y a decir verdad es en parte serio, ¿para que mas serviría el engaño? Sirve para dos cosas: para ocultar la verguenza de la identidad propia y para luego ponerle una doble mascara encima, y ser escritor. Contar las aventuras vividas en tiempos donde se era el mejor de los mentirososo y rememorarlas con la nostalgia mas patetica, de un tipo encarcelado en sus mejores veranos que solo puede revivirlos en un teclado y una mascara fantasma, una que se llama Marcos.
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Editado: 20.01.2021