Marcos: La verdadera historia

María

Bueno, voy a ser sincero: sin dar vueltas para que hoy caigan todas las culpas sobre mí que sin dudas las merezco. Soy un terrible hijo de puta, un desgraciado y un perro rastrero, un mentiroso amable que se escudo en la verdad para cometer la mayor de las atrocidades. Durante años traté de ser lo mas cercano a un actor, colocarme mascaras para interpretar en un escenario vidas ajenas, y despues volver tranquilo a mi propia piel. Pero en algunos momentos dados la mascara cae al vacio y uno queda al completo desnudo en medio del escenario: esto quiere decir dos cosas, o nos cagamos en las patas y nos tiramos al suelo llorando en pelotas por no poder improvisar o bien continuamos con el personaje, asumiendo su piel volviendonos finalmente la mascara como si nunca hubiera hecho falta el disfraz, yo no se cual de las dos opciones es peor pero sé que opte por la segunda cuando en un momento deje de jugar a ser Eduardo para convertirme en él.

Aqui voy a cometer una atrocidad, no se si a modo de burla porque aún no he dejado de ser esa persona horrenda o tal vez sea que no puedo con toda la culpa del suceso que simplemente me veo en la imposibilidad de no hacer otra cosa mas que nombrarla: porque su nombre real era María y durante buena parte del 2017 y el 2018 le hice mucho daño. Me he escudado siempre en las mentiras, tuve una maestria para ellas pero con ella me dedique a hablar exclusivamente con la verdad. A veces manipular con la verdad puede ser tan doloroso como mentir de las maneras mas atroces, porque los que manipulamos con la verdad conocemos perfectamente a nuestra victima, sabemos como tirar del hilo para poder tenerla a nuestro merced y luego esquivar el juicio moral propio y el de los otros con las excusas mas pateticas: "yo nunca fingi amor" "yo le dije que era lo que yo quería". Es como que un asesino advierta a su victima que la va a matar antes de hacerlo, una suerte de darle un escape una salida pero cometer el acto atroz al fin y al cabo. Yo hice eso, no la mate por supuesto, jugué con su amor y sus esperanzas. 

La conocí en una fiesta, e inmediatamente analice con precisión que tipo de persona se trataba y que era lo que precisaba: atención y amor. No tardamos mucho en tener sexo. Podría haber quedado ahí la cosa, un sexo casual de una noche sumidos en el alcohol y  creanme que en ese punto quise dejarlo pero los mensajes de la chica enamorada no me dejaban en paz: sabía que en mi tenía la posibilidad de controlar a una persona y el poder sin duda siempre ha sido lo que peor me ha hecho. No me gustaba, he de confesarlo ni fisicamente ni como persona ni mucho menos el sexo (si ya se que suena horrendo) lo que me gustaba era su sumisión. Por lo que nuestra travesía sexual continuo por casi un año teniendo un esquema aberrante: encuentro, sexo, advertencia: "tenes que dejarme", "soy malo para vos", "¿no ves que te estoy usando?". Por supuesto que yo sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, pero el extasis de saber que incluso diciendo todas estas cosas la lograban tener aún a mi lado me dejaban con una excitación que escalaba a niveles inimaginables. 

Mensajes a las 11 de la noche para tener sexo eran comunes entre nosotros, "Hola ¿que haces? ¿Queres coger?" "No, gracias otro día tal vez pero primero invitame a tomar algo" "Sabes que no quiero nada con nadie, no creo que se pueda otro dia" "Bueno te veo en una hora". Lo mas curioso de todo estó es que del circulo vicioso en el que estabamos enredados, ella pudo salir unicamente con la mentira. Una tarde de Agosto, habiamos acordado juntarnos para tener sexo, y lo peor es que lo hicimos sin ningún tipo de protección. Creo que nunca fui tan tierno con ella como lo fui esa vez. Despues del sexo, la abrace como nunca, le di el cariño que le habia negado siempre e incluso le preparé un sandwich y le cebe unos mates. Todo par que no ponga peros en tomar una pastilla. 

Yo supongo, que supo ver a traves de mi mentira y no le gustó. Tal vez su mente tan trastocada por mi manipulación habria asumido que siempre sería mejor amar al imbecil sincero que a quien le endulzara la oreja pero cuya intención siempre quedara desconocida. Así que cuando me vio tan distinto, se dio cuenta finalmente de todo. Eso es al menos lo que quiero creer. Jamas volvimos a hablar despues de ese episodio, creo que hace poco solamente la ví a lo lejos y parecía feliz, y eso me alivía un poco la consciencia. Ella ya ha hecho su luto de un Marcos idealizado y ha visto el monstruo que soy, el que fui y el que puedo ser cuando miento.  Yo también debo hacer mi entierro, porque aquí me despido en una confesión egoista de su nombre. La recuerdo como una historia de verguenza cuando tal vez debería recordarla como una persona que me amo de manera incondicional. Me despido de ella, de su nombre, de su vida, de su sexo, de sus pretensiones y de mis engaños, me despido de ella que se llamaba María y a quien no voy a volver a nombrar jamas.




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