Mareas de tierra y sombras: el legado

PRÓLOGO

En el vasto universo de lo desconocido, donde la realidad y la fantasía se entrelazan como los hilos de un antiguo tapiz, yace un mundo dividido en dos reinos contrastantes y fascinantes. En la superficie, bajo cielos eternamente cambiantes y tierras fértiles, habitan los Seres de Tierra, una raza con una conexión ancestral a la naturaleza y la tierra firme. Sus ciudades se alzan entre bosques ancestrales y montañas escarpadas, donde la piedra y el musgo coexisten en una danza perpetua de vida y mineral. Cada roca, cada árbol centenario, parece respirar con la historia del reino de Mystara, sus leyendas talladas en las crestas de las montañas y sus secretos ocultos entre las raíces de los árboles milenarios.

Los Seres de Tierra, conocidos por su habilidad en la artesanía y la forja, han dominado la magia de la tierra y la esencia de las estaciones. Desde las alturas de sus fortalezas rocosas, vigilan los extensos valles y praderas donde la vida florece en abundancia. Las ciudades de Mystara son un testimonio de la arquitectura integrada con la naturaleza, sus torres y murallas talladas en piedra, fusionadas con los elementos mismos que las rodean.

En las profundidades insondables del océano, envueltos en el misterio de las mareas y las corrientes, se encuentran los Ephydrianos. Adaptados a la vida submarina, estos seres han forjado su hogar entre ciudades de coral y abismos oscuros. La bioluminiscencia de las criaturas marinas pinta los paisajes submarinos con destellos de luz iridiscente, creando un mundo tan vibrante como esquivo para aquellos que lo exploran. Los Ephydrianos, conocidos por su habilidad para tejer redes de algas que brillan con la luz de las estrellas, han dominado las artes del océano desde tiempos inmemoriales.

En la superficie, los Seres de Tierra luchan con sus propias disputas territoriales, ambiciones y deseos ocultos. El joven príncipe Caelum, cargado con el peso de un legado antiguo sobre sus hombros, se enfrenta a conspiraciones palaciegas y traiciones que amenazan con destruir su reino desde dentro.

"—¿Por qué debería confiar en ti, Alaric?", preguntó Caelum con desconfianza, observando al consejero del rey mientras el viento mecía las ramas de los árboles ancestrales que rodeaban el palacio.

Alaric esbozó una sonrisa enigmática. "Porque, joven príncipe, la verdad rara vez es fácil. Tu padre y yo compartíamos una visión para este reino, una que tú estás destinado a cumplir."

Caelum frunció el ceño, su mirada perdida en el horizonte donde las montañas se elevaban como guardianas eternas del reino. "¿Qué visión es esa que mi padre nunca compartió conmigo? ¿Por qué debería creer que tú sabes más sobre mi destino que yo mismo?"

"Tu padre, en su sabiduría, sabía que habría un momento adecuado para revelarlo todo", respondió Alaric, inclinándose hacia Caelum con un aire de conspiración. "Ese momento es ahora. Los vientos del cambio soplan fuerte, y el reino necesita un líder que pueda navegar a través de las tormentas que se avecinan."

Las palabras de Alaric resonaban en la mente de Caelum, creando una maraña de dudas y esperanzas. Su reino estaba al borde de la guerra civil, y la lealtad era una moneda en constante devaluación. Las alianzas se formaban y se rompían con la misma rapidez con la que se susurraban promesas en la oscuridad. Cada sombra en los pasillos del palacio parecía esconder un nuevo complot, y cada sonrisa podía ser una máscara para el engaño. Las noches de Caelum estaban plagadas de sueños inquietantes y visiones proféticas de un reino subacuático, llenas de figuras enigmáticas y susurros ahogados.

Bajo las olas, los Ephydrianos no están exentos de sus propias dificultades. La princesa Nerida, hija del rey de las profundidades, debe navegar por un mar de intrigas mientras su reino enfrenta una amenaza creciente entre las criaturas de las profundidades.

"—Padre, los rumores de una rebelión crecen cada día", dijo Nerida con preocupación mientras observaba las sombras de los arrecifes de coral que se mecían con las mareas. "No podemos seguir ignorando las voces de nuestro pueblo."

El rey la miró con dureza, sus ojos reflejando el brillo iridiscente del océano en calma. "No puedes dejar que el miedo te domine, Nerida. La fuerza de nuestro reino reside en nuestra unidad y determinación."

A pesar de las palabras de su padre, la inquietud en el corazón de Nerida era palpable. En las corrientes subterráneas de su reino, los susurros de traición se volvían más fuertes, y las miradas furtivas de los cortesanos eran cada vez más difíciles de ignorar. Las tensiones internas y los secretos oscuros amenazaban con desbordar la armonía de su hogar submarino.

Una noche, en los confines de una caverna iluminada por corales luminosos, Nerida recibió una visita inesperada. Una anciana vidente, con ojos tan profundos como el océano mismo, le reveló un futuro incierto y entrelazado con la tierra.

"Princesa", susurró la vidente, mientras las sombras danzaban en las paredes de la cueva. "Los destinos de tu gente y los de la superficie están unidos por hilos invisibles. Un príncipe de la tierra firme vendrá, y juntos descubrirán secretos que han permanecido ocultos por siglos."

La vidente desapareció tan misteriosamente como había llegado, dejando a Nerida con más preguntas que respuestas. La incertidumbre la consumía, y su desconfianza hacia aquellos que la rodeaban crecía con cada día que pasaba. En la penumbra de su alcoba, los ecos de conspiraciones lejanas llegaban a sus oídos, y en el silencio de las profundidades, el peligro parecía acechar en cada sombra.




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