Cuentos del Horizonte

Cuento nº7: El Medallón de Turón

Cuentan los pescadores de la costa valmeriana que, cuando el viento sopla desde el sur, se escucha un lamento que parece surgir de las profundidades. Dicen que es la voz de Nareeq, el joven marinero que desafió al destino por amor.

En las afueras del pueblo de Agridon, vivía Yasrine, hija pequeña del marqués Halem Turón. Era conocida por su dulzura y por unos ojos que recordaban la calma del mar al amanecer. Desde niña, Yasrine amó en secreto a su primo Nareeq, un marinero valiente, cuyo corazón latía al ritmo de las olas.

Ambos soñaban con casarse algún día, pero el padre de Yasrine tenía otros planes. El primogénito del Encargado Real del Edificio del Rei en Tarimel, Gelemir Tarién, pidió su mano para sellar un pacto entre familias. A pesar de sus lágrimas y súplicas, Yasrine fue prometida a aquel hombre al que no amaba.

Cuando Nareeq supo del compromiso, sintió que su corazón se rompía como una embarcación contra los acantilados. Durante noches enteras vagó por la costa, llamando al viento, a las corrientes, a cualquier fuerza que pudiera ayudarlo. Y fue entonces cuando el mar respondió.

Una noche sin luna, mientras Nareeq lloraba junto a las rocas, el agua se levantó en forma de espiral. De ella emergió Norin, nuestro Dios del Mar y señor de los abismos. Su voz era grave como un trueno hundido.

—¿Por qué invocas mi nombre con tanto dolor? —preguntó Norin.

—Porque la mujer que amo será entregada a otro. Haría cualquier cosa para tenerla conmigo —respondió Nareeq, con el alma desnuda.

Norin lo miró con sus ojos claros como perlas antiguas.

—El mar no concede regalos sin un precio. Puedo darte la fuerza para reclamar a tu amada, pero a cambio... entregarás tu vida al océano.

El joven marinero dudó solo un instante.

—Acepto.

Norin extendió su mano líquida y lo tocó en el pecho. De inmediato, Nareeq sintió que la sal corría por sus venas y que su respiración se volvió profunda como una corriente submarina.

A la mañana siguiente, día de la boda de Yasrine, una tormenta jamás vista azotó la isla. Nareeq apareció en el puerto, envuelto en espuma y furia, guiado por el poder del Dios del Mar. Corrió hacia la casa donde ella estaba por ser entregada. Yasrine, al verlo, rompió en lágrimas.

—Nareeq... ¿qué has hecho?

—Lo necesario para estar contigo.

Pero antes de que pudieran huir juntos, Norin emergió del mar, reclamando el pacto antes de lo prometido. La tierra tembló, los muros se agrietaron y el viento se volvió un grito.

Yasrine, desesperada, abrazó a su amado.

—Si él muere, yo moriré con él.

Nareeq, conmovido por las palabras de su amada y, sabiendo que no podría estar con ella a causa del trato, decidió atrapar al Dios del Mar dentro del medallón que portaba Yasrine en ese momento, una joya familiar dada expresamente para el día de la boda.

Usando un antiguo poema recitado por los marineros de la región cuando encontraban tormentas, el medallón se abrió. Yasrine, al ver que el conjuro funcionaba, decidió ayudar a su amado repitiendo una y otra vez el poema junto a él. Los antiguos ancestros de la tierra oyeron la llamada y sacaron a Norin del mar y lo encerraron dentro del medallón.

El dios del mar, preso de la ira por haber sido engañado por dos jóvenes e inmovil en su nueva jaula, utilizó su último momento de poder para darles un destino diferente. Unió sus manos y los transformó en dos figuras de agua, eternamente entrelazadas, que se deslizaron hacia el océano.

El medallón fue guardado en un lugar secreto que esconde un gran tesoro. Nadie ha podido encontrarlo jamás.

Desde entonces, dicen que los dos amantes viven bajo las olas, custodiando a los marineros perdidos y calmando las tormentas. Y quienes pasean por la orilla en noches tranquilas aseguran ver dos siluetas de luz bailando entre las aguas.

Es Nareeq y Yasrine, unidos al fin...no en tierra, sino en el eterno corazón del mar.