Maria Abissino

Prólogo

PRÓLOGO

FLORENCIA, ITALIA

MARÍA

 

Leo y releo ese fabuloso mail sin poder contener mi emoción, sintiendo como mi corazón late desbocado ante la noticia de que he sido aceptada para una capacitación en Ginebra, nada más y nada menos que con Mouawad.

¡Dios, estoy feliz!

Desde hace casi un año que abrieron las solicitudes para su exclusiva capacitación, apliqué sin siquiera dudarlo, solo abrirán dos plazas y una de esas es mía. 

¡Mía!

Doy brincos por toda la cocina como una loca mientras tomo mi café, pero estoy demasiado feliz y no puedo ocultarlo, no puedo esperar que llegue mi mamá para contarle sobre esto, seguro cuando Sabina lo sepa me hará la maleta con pedazos de tela que según ella se llaman ropa. 

¡Me encanta!

El proceso de aplicación fue en extremo estricto, teniendo que presentar un examen online escrito, otro oral, una entrevista y muestra de diseños, incluso tuve que enviar una pieza hecha por mí, adjuntando el vídeo que muestra cómo la hice para ellos comprobar que realmente es mi trabajo y no el de otro. 

¡Y lo conseguí!

¡Señor, estoy tan feliz!

¡Gracias, Dios!

¡Gracias, gracias!

Antes que a nadie más, tengo que llamar a mi Arie para contarle. Hemos ido poco a poco organizando todo para que cuando llegara este día, poder irnos juntos a Ginebra, él también aplicó a un programa de intercambio en el conservatorio de música y hace dos semanas supimos que sería un hecho. 

De igual forma me iría, se diera esto o no. 

Tengo mis opciones abiertas, pero realmente quería lograr esto. 

Y no hay cosa que María Abissino no pueda lograr, ¿verdad?

Mia stellina, ti amo —responde al instante y mi sonrisa se ensancha. 

Amore Mio, ¡lo conseguimos!, ¡conseguimos la capacitación en Ginebra! —chillo y lo escucho gritar también. 

—¡Eso es grandioso, amor! —exclama—. Estoy sumamente orgulloso de ti, ¿ves? Te dije que lo lograrías, eres grande, ellos se darían cuenta de eso. Tu trabajo es espectacular —dice con dulzura y suspirar es inevitable. 

¡Dios, lo amo demasiado!

Arie es el amor de mi vida. 

—¡Estoy feliz! —chillo—. Finalmente, podremos irnos juntos, tú y yo en Ginebra, amor, tú estudiando el cello, yo creciendo con los mejores y ambos grandiosos, ¿qué te parece? Estaremos juntos todos los días por meses, ¡al fin! —exclamo y lo escucho reír. 

—Nada mejor que estar acurrucado a mi Brigid¹. 

—Quiero besos de mi Lugh² y…

—MARÍA RINALDI —grita mi papá entrando de golpe a la cocina y doy un respingo poniéndome el teléfono en el pecho. 

—Papá… 

—¡Que ni se crea ese tonto arrogante que puede manipularte para que te vayas con él! ¡No vas, María Rinaldi!

—¡Papá, no puedes hacerme eso! —exclamo, sintiendo la furia vibrar por mi cuerpo. 

—Puedo, María, soy tu padre y tú no te gobiernas —declara tan fresco y mi furia solo crece. 

—Eres mi padre, sí, pero no mi carcelero, ¿entendiste?

—¡María! —Me regaña. 

—¡María nada! —Alzo la voz—. ¡Me tienes harta! Me siento asfixiada porque no me dejas nunca hacer nada, ¿y todo por qué? Por una tonta rencilla del pasado con el tío Gian, es una tontería, papá, una ridiculez porque no tienes motivos algunos, de no ser por él, no estarías con mi mamá, ¿lo sabías? —escupo sin medir mis palabras y los ojos de mi papá chispean la furia que está conteniendo. 

—BASTA, MARÍA, ME RESPETAS PORQUE SOY TU PADRE Y SI DIGO QUE NO VAS, NO VAS Y PUNTO —grita colérico mientras tiene los puños apretados y lanzo un grito frustrado, recuerdo la llamada y la corto al instante. 

Arie es capaz de venir y enfrentarse a mi papá. 

No quiero un derramamiento de sangre. 

—¿Te volviste loco? ¡No puedes truncar mis sueños, así?, ¿qué te pasa?

—¿Tus sueños?, ¿y pretendes que crea que es idea tuya y un sueño tuyo el irte con ese tipo? ¡Pues no, María! ¡Y ya te dije que no vas, caramba! —recalca y en un impulso estrello la taza contra el piso. 

—¡Me tienes harta! ¡Harta!

—¡Harta y todo, pero no vas! —repite. 

—¡Estoy harta ya!

—¡María Rinaldi no me alces la voz! —Me regaña. 

—¡Soy María Abissino! —escupo furiosa y salgo veloz de la cocina para encontrarme de frente con mi Canelita. 

—¿Qué pasa, mi amor? —pregunta con dulzura. 

—¡Nos vamos! —espeto y tomo su mano, tirando de su cuerpo para salir de aquí. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.