Maria Abissino

Capítulo 3

CAPÍTULO 3

FLORENCIA, ITALIA

MARÍA

 

«—Tú deja que sea yo quién se preocupe, hija, disfruta tu estadía allá, vive, sé feliz, aprende, crece, ama, sé libre y no pienses en nada más, ¿me lo prometes? —Pidió mi mamá esa noche antes del viaje. 

—¿Segura que todo va a estar bien, mamá?

—¿Cuándo te he fallado, mi amor?

—Nunca, mami —afirmé y ella sonrió antes de dejar un beso en mi frente. 

—Siempre las he protegido y hoy a ti más que nunca, hija. Tu padre podrá decir lo que quiera, pero yo siempre voy a pelear por ustedes y su felicidad, todo está organizado para ustedes, la seguridad, el manejo de los informes. No te preocupes, mi amor. Disfruta y regresa más grande y más sabia de lo que te vas. 

—Te lo prometo, mami —alcé mi mano—, ¿ya te he dicho que eres la mejor mami del mundo? 

—Te amo, hija, verte cumplir tus sueños, es parte de mi felicidad y siempre haré hasta lo imposible para que tú y Sabina alcancen todo lo que se propongan, sin importar qué —afirmó y la abracé con fuerza. 

—Eres la mejor, y no solo porque nos consientas a Sabi y a mí, sino que has creado la relación más bonita entre las tres, con respeto, confianza, nos has dado esa apertura de crecer de tu mano y poder hablar contigo de todo, sin que nos juzgues, al contrario, nos aceptas y nos guías cuando estamos confundidas. Eres nuestro refugio cuando estamos alteradas, tus abrazos y tus besos son sanadores y haces las mejores gelatinas del mundo mundial. 

—¡Mi vida! —solloza y la aprieto fuerte, fuerte, queriendo que sienta mi amor infinito por ella. 

—Te amo al infinito y más allá, mami. 

—Al infinito y más allá, mi María…»

 

¡Es hora de irme a Ginebra!

¡Al fin! 

—¡Voy a extrañar a mi María! —exclama Umi con dramatismo mientras me abraza. 

—Nuestra María, querida —recalca Chiara y sonrío. 

—Voy a extrañar a mi Canelita y a mi Rollito de Sushi, ustedes son las mejores hermanas del mundo, no me cambien por ninguna desabrida. 

—¡Jamás! —afirma Umi, separándose de mí para tocarse el pecho—. Eres mi Gelatina de Colores y no hay nadie tan sabrosa como tú, mi amor. 

—¿Y tú cómo sabes que mi María es sabrosa? —inquiere Chiara y Umi suelta la carcajada. 

—Nuestra, querida, nuestra —repite en burla—. María es sabrosa, eso es innegable. 

—¿Verdad que sí? —respondo y las tres nos reímos antes de compartir un abrazo. 

¡Las amo demasiado!

Diosito me premió con ellas y con mi Sabi. 

—¡Mi hermanita es la más grandiosa y bella del mundo! —Sabi se guinda de mi espalda y sujeto sus piernas entre risas. 

—También te amo, hermanita preciosa —murmuro y ella se aferra con fuerza a mi cuello mientras camino hasta el tío Dante para despedirme. 

—El tío benefactor de chocolates —canturrea Sabi y el tío se ríe. 

—Cuida a mi papá, ¿si, tío? —murmuro y él sonríe antes de sujetar mi rostro entre sus manos. 

—Te amo, María, y que no se te olvide, las únicas expectativas que tienes que llenar son las tuyas, las de nadie más, ¿me entiendes? —pregunta y asiento, comprendiendo a la perfección sus palabras. 

—Gracias, tío, te amo. 

—¡Te amamos, tío! ¿Tienes chocolates?

—¡Sabina! —exclamo y el tío se ríe, pero nos regala un bombón a cada una. 

Me acerco al tío Franco que está con mi mamá y la tía Geo. 

—Disfruta tu viaje, linda —susurra a mi oído—, hay una parada antes de tu destino. 

¿Qué?

Miro a mi mamá y a mi tía que me da un guiño y no necesito más palabras para entender que ellos me están cuidando. 

—Tú naciste para ser grande, mi amor, nada ni nadie impedirá eso —asegura mi tía Geo dejando un beso en mi frente—, ve a probar café de por aquellos lados y me traes el secreto para mejorar los nuestros, ¿si?

Suelto la risa por sus palabras y la abrazo fuerte. Por supuesto que la tía Geo me ha pasado su receta secreta de café, lo ha hecho con las mujeres de la familia y somos una especie de clan que guarda celosamente el secreto. 

Es un privilegio para nosotras. 

—Hay que robarle la receta a Dita, tía. 

—¿Y crees que ya no lo hice? —responde dándome un guiño y sonrío. 

—¡Esa es mi tía Geo, señores! ¡La Reina de Florencia en todo su esplendor! —exclama Sabi y nos reímos. 

—Voy a extrañar a mi niña grandota, pero me quedo feliz de verte ir tras tus sueños, hija —dice mamá antes de abrazarme y la lleno de besos. 

—Yo te hago compañía, mami, te aseguro que risas no te van a faltar mientras nuestra María regresa, ¿bueno? —asegura Sabi en mi espalda y mamá nos abraza a ambas con emoción. 




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