Llevábamos seis meses juntos y, hasta hacía poco, yo pensaba que éramos felices. Así que, esa noche, la noche de Halloween, decidí averiguar qué tanto me amaba Julian.
Empecé a dudarlo por la forma en que evitaba ciertas preguntas, por las pausas que aparecían cuando pronunciaba el nombre de esa mujer, por ese tono de nostalgia que se filtraba en medio de cualquier conversación.
Llegó el día y la mesa estaba servida, el vino respiraba desde hacía horas y las copas limpias esperaban ser llenadas. La sala estaba decorada con velas naranjas sobre el aparador, guirnaldas oscuras enmarcando las ventanas y una luz tenue que teñía las paredes de ámbar. Sobre la mesa, calabazas pequeñas y una tela negra cubrían el mantel.
Todo estaba dispuesto. Mi invitada y yo también estábamos listas, con el atuendo perfecto para la ocasión.
Julian no tardó en llegar.
Escuché sus pasos en el porche; silbaba una melodía que antes detestaba, pero que esa noche me parecía necesaria. Las luces estaban bajas, la cena en el horno, el reloj marcando la hora exacta en que debía llegar.
Una vez leí, en alguna parte, que las decisiones importantes se toman de noche, cuando la mente se apaga lo justo para dejar pasar lo que durante el día se reprime. Es el momento en que el juicio se debilita y lo inevitable se confunde con lo correcto. Entonces uno actúa, no porque sea el momento adecuado, sino porque ya no puede contenerse.
Por eso escogí esa noche en particular, por lo que representaba.
Halloween, la fecha en que la gente deja ver su verdadera esencia; aunque lleve una máscara, termina mostrando su verdadero rostro. Es el día en que las apariencias se derrumban, cuando lo que se reprime encuentra la forma de salir. Un momento de tránsito entre lo que se finge y lo que de verdad habita debajo, donde el disfraz no oculta, sino que, por el contrario… revela.
Cuando escuché su llave girar en la cerradura, supe que no había marcha atrás. Esa noche no solo buscaba respuestas; buscaba verdad.
Y supe también que, al final, la obtendría.
Bienvenida a este relato corto.
Acompáñame a entrar en la mente de Maryam.
No es una historia sobre amor, aunque al principio lo parezca.
Es una historia sobre las cosas que se deforman cuando se miran demasiado de cerca.
Lee con cuidado: en cada gesto hay una pista, en cada detalle, una fisura. Y cuando creas haber entendido lo que ocurre, recuerda que toda verdad tiene tres versiones… y esta solo muestra una de ellas.
Los capítulos serán cortos, pero las actualizaciones diarias, así que nos vemos mañana en el siguiente capítulo.
Un abrazo enorme. Besos. Sandra 💛✨
Editado: 13.10.2025