Mariah

EPÍLOGO

Me senté en el diván del consultorio y el doctor ocupó su sillón a mi lado, con la carpeta sobre las piernas; abrió el expediente, pasó una hoja y leyó en voz clara, sin levantar la vista de los papeles.

—Maryam, tú ya conoces tu diagnóstico, pero voy a repetirlo —dijo con tono profesional—. Trastorno delirante, tipo celotípico, con rasgos obsesivos y paranoides.

Asentí sin interés.

—Dime, ¿qué entiendes de todo eso?

—Que en ocasiones tengo ideas fijas, reales o imaginarias, y las tomó como verdades absolutas —contesté sin emoción—. Que hago relectura de la realidad, es decir, que veo las cosas a mi manera para reforzar mis ideas.

—Muy bien, sigue.

—Que a veces suelo tener conductas de imitación en busca de un vínculo o de validación. Y que en ese proceso hago daño sin querer.

—Eres muy inteligente, Maryam —dijo y no supe si fue un halago o un reproche.

—¿Pero? —pregunté con ironía.

—Has faltado a controles y suspendiste la medicación —Lo sabía, ahí estaba el regaño—, Pero hoy viniste —añadió—, y eso es lo que importa. Te felicito por retomar el tratamiento. La medicina te mantiene estable y funcional. Te ayuda a dormir bien, a pensar con claridad. ¿Lo sabes, cierto?

No respondí. Miré el borde de la carpeta.

—Vamos a seguir con el plan y a retomar seguimiento regular. De lo contrario, tendré que hacer un reporte y tendrás que regresar a la clínica.

Guardé silencio.

—Vamos, anda —exclamó en un intento de suavizar la tensión—, cuéntame qué has hecho en todo este tiempo.

Sin muchos detalles le conté mis rutinas, mis horarios en la cafetería y los quehaceres en la casa.

—Muy bien —asintió—. Pero no me has hablado de Julian, Necesito saber si pasó algo entre ustedes. Han pasado varios días sin tener noticias de él. Las autoridades no tienen pistas. Nadie sabe dónde está.

Sonreí al oír su nombre. Me acomodé en el diván y fijé la vista en un cuadro en la pared de un océano en calma.

Recordé entonces la noche de Halloween cuando lo vi entrar en la casa y también el momento en que se desmayó por la emoción de volver a ver a su ex, y fue ahí cuando supe que debían estar juntos.

Busqué el frasco con el somnífero y el paño y lo mantuve inconsciente. Luego llevé el cadáver putrefacto de Mariah de vuelta a su lugar, la acomodé en el ataúd con cuidado y, antes de cerrarlo, recosté a Julián junto a ella con la cabeza ladeada, como en una foto antigua.

Cubría con tierra para que nadie notara la profanación cuando escuché gritos bajo la tierra. Eran suyos. Sonaba pleno, feliz por reunirse con la mujer que amaba.

El doctor carraspeó y dejó el bolígrafo sobre la carpeta.

—Maryam, te hice una pregunta —dijo—. ¿Dónde está Julián?

Lo miré y sonreí distante.

—Está con la mujer que ama —dije con nostalgia—. Me dolió, sí, pero preferí apartarme. Ese es su lugar, junto a su verdadero amor.



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En el texto hay: terror psicológico, drama, suspenso

Editado: 19.10.2025

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