Mariana

37-La pitonisa

La fiesta fue estupenda. Mariana se había encargado de que nada faltase como una buena anfitriona. La gente del pueblo llegó a partir del mediodía. Unos, con curiosidad por ver esa mansión de la que tanto escuchaban hablar y que ahora descubrirían in situ. Otros con la esperanza de sentirse por un día como si fuesen los señores del castillo y los más para disfrutar de la feria y llenar la panza.
Me paseé, guiado por mi prima entre las casetas hasta llegar a la de la pitonisa. Hacía llamarse Esmeralda y decía poder leer el futuro en las cartas del tarot.
—¿Quieres probar? —Me preguntó, Mariana.
Asentí. Me moría de curiosidad y aunque no creía en ese tipo de charlatanerías, decidí probar. Esmeralda nos hizo pasar dentro de una tienda forrada de terciopelos, satenes y sedas. Nos sentamos en el suelo sobre dos cojines de diseño oriental y la pitonisa se sentó frente a nosotros, junto a una mesa baja de madera en la que dispuso las cartas. Estás, me fije, eran unas cartas muy especiales, con unos dibujos muy elaborados.
Esmeralda, una joven que no tendría más de veinte años era de una belleza petrificante. Sus ojos, sensuales y ligeramente almendrados, me miraron fijamente durante un segundo y yo sentí un vuelco en el corazón. Era de una belleza tan exótica, que me causaba cierta vergüenza el mirarla sin su consentimiento.
—Primero —me dijo y noté un ligero acento en su voz que no supe identificar, pero que me trajo a la mente infinidad de imágenes: bosques impenetrables de un profundo verdor, ríos de aguas impetuosas y montañas escarpadas con sus cumbres cubiertas perennemente de nieve —, primero averiguaremos que te depara el amor.
¿Me había sonreído? No sé si lo imaginé, pero tuve que fingir para que Mariana no llegará a darse cuenta de mi turbador nerviosismo.
Sacó una carta del mazo y la depositó sobre la mesa con muchísima delicadeza.
—Los amantes —dijo, mirándome de nuevo a los ojos. Sacó otra carta y la colocó junto a la primera —. La emperatriz...
—¿Qué significa? —Le pregunté y no reconocí mi voz.
—Significa que hay alguien muy importante en tu vida. Alguien poderoso y a quien amas con toda tu alma...
Miré a Mariana y le sonreí. Ella me devolvió la sonrisa y bajó la vista algo turbada.
Esmeralda sacó una tercera carta del mazo y la situó junto a las otras dos.
—El sol...¡Oh! —Esmeralda no pudo evitar emocionarse.
—¿Qué ocurre? ¿Es algo malo? —Pregunté temeroso.
—No, al contrario, es muy positivo...nunca había visto algo así. Esta última carta complementa a las demás. Significa que ese amor será eterno y puro. Un amor poderoso y para siempre. Eres una persona afortunada, Álvaro.
—¿Cómo sabe mi nombre? ¿Se lo han dicho las cartas? —Quise saber.
—No, claro que no. Esta fiesta es en tu honor ¿no es cierto? Y tú eres el sobrino del dueño de esta casa. Lo supe nada más verte...¿Quieres saber algo más?
—No, no hace falta, creo que ya sé lo que quería saber —dije.
—¿No te interesaría saber qué serás de mayor? Creo que a todo el mundo le gusta conocer su futuro...
—No me importa el futuro siempre que pueda estar con la persona a la que quiero —contesté y Esmeralda me miró muy asombrada.
—Eres un muchacho muy maduro y también muy inteligente, Álvaro, y eso tampoco me lo dicen las cartas, puedo verlo yo misma. Sé que tu futuro será muy luminoso, es imposible que sea de otra forma. ¿Te gustaría conocer algo a ti, Mariana? Por cierto, tienes un nombre precioso.
Mi prima se encogió de hombros.
—Veamos lo que dicen de ti —dijo la joven —. Te mostraré tu futuro próximo, porque creo que de amores vas bien servida.
Realizó la misma operación que conmigo y colocó una carta sobre la mesa.
Era la carta que denominó el loco. Un bufón ciego, a punto de caer por un abismo. No me gustó mucho lo que sugería.
La siguiente fue la de la torre y la última, la que más nos preocupó: El diablo.
—¿Qué significa, Esmeralda?
—Es una advertencia. Peligro es lo que significa. Hay alguien que intentará hacer daño a Mariana aquí mismo...
—¿Lo conseguirá? —Pregunté.
—El destino está en perpetuo movimiento. Vuestras acciones lo modifican constantemente, no podría decíroslo. Eso sí, debéis estar alerta, pues el diablo nada bueno alberga en su corazón. Es astuto y ladino y no hay nada que le de más placer que crear miedo y dolor.
Esmeralda buscó un momento en un pequeño arcón que tenía a su lado y sacó un pequeño objeto de él.
—Llévalo contigo siempre, Mariana —dijo entregándoselo —. Te protegerá de quien quiera hacerte daño.
Mariana lo tomó en sus manos y pude ver de que se trataba. Era un amuleto de cristal de forma ovalada en cuyo centro, tallado con absoluta maestría, se podía ver la figura de un ángel. Llevaba una cadena de plata para poder llevarlo colgado del cuello.
—Es un amuleto muy poderoso. Lo llamamos el guardián. No te lo quites nunca.
Mariana se lo colgó del cuello y ambos le dimos las gracias. Antes de irnos, Esmeralda nos cogió de las manos y recitó algo en un idioma que no entendimos.
—Debéis permanecer unidos, así el mal no podrá nada contra vosotros. Esa persona que os acecha es alguien muy oscuro pero que también sufre mucho. Veo mucho dolor en sus actos y es... Muy peligroso. Prometedme que tendréis cuidado.
Así lo hicimos y salimos de la tienda, bastante nerviosos.
—Se refería a Fermín, ¿verdad? —Dijo, Mariana más afectada de lo que daba a entender.
—Sí, creo que sí. No te separes de mí en ningún momento.
—No lo haré.




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