Mariela

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Puedo decir con una gran certeza que no estaba ni siquiera un poco preparada para los graves acontecimientos que se presentarían aquella semana luego de la feria.

Estaba paseando por los alrededores de la tienda mientras acariciaba las suaves y resbalosas telas de ceda, Algunas de color blanco, Otras de color crema, Consideraba más que mi hermana utilizara una de esas telas color crema para su vestido de novia, Pero el hecho de que ella llegase al altar con un vestido que no demostrara totalmente su pureza (Blanco). Haría que papa matara al novio y la dejara viuda sin siquiera tener ni un día de casada.

Edward había partido la mañana siguiente luego del festival, Prometiéndole a mi hermana y a todos los familiares en común que en su próximo retorno la boda entre ambos se llevaría a cabo y que luego de ese momento ambos se irían a vivir a una pequeña casa a las afueras de la ciudad.

Al principio no me pareció la idea pues me preguntaba ¿Cuál era razón por la que ambos querían alejarse de su familia luego de tantos años viviendo a nuestro lado? ¿Cómo podía Mara abandonarme a mí y a nuestros padres de esa manera? Eran preguntas que me rondaban sin parar en la cabeza y hasta me hicieron dejar de dirigirle la palabra a mi hermana algunos días, Mi rabia y egoísmo por la idea del abandono de mi hermana cambio cuando la vi saliendo del vestidor en aquella tienda.

Mama y vendedora de la tienda se acercaron inmediatamente cuando ella comenzó a salir del vestidor con aquel enorme vestido blanco y un gran velo cubriendo su rostro, Yo estaba en solo parada allí observándole.

-¡Hija te ves preciosa!- Escuche a mi madre decir mientras se secaba las lágrimas del rostro.

-Es un chico muy afortunado.- Dijo la vendedora del por supuesto haciendo lo posible porque se llevaran aquel vestido ese mismo día. Frases de vendedores que aunque el vestido te quede horrible nunca lo comentarían.

Pero este no era el caso de mi hermana, El vestido le lucia totalmente y era tan impactante que hasta a mí me hiso sacar lágrimas.

-Estas muy bellas.- Rompí mi silencio y olvide las tonterías que me habían hecho odiarla unos días atrás, Mi hermana estaba feliz y eso era lo que realmente importaba, Era la novia más feliz y sonriente que alguna vez había visto en mi vida.

Me acerque poco a poco para acariciar la seda blanca de su vestido y ella al mírame comenzó a llorar y luego me abrazo.

-No sabes lo feliz que soy Mari.- Me susurro al oído mientras manteníamos el abrazo.

Cuando salimos de la tienda ni ella ni yo sabíamos cómo llevar la enorme caja del vestido a casa, Una la cargaba por un lado y la otra del otro lado, Reíamos sin parar mientras corríamos con la caja y comentábamos que teníamos a alguien muerto allí adentro o que así se debían sentir aquellos trabajadores cuando llevaban a los ya fallecidos, Decíamos todas estas cosas por lo pesada que nos resultaba la caja.

-Niñas dejen de correr con la caja por el amor de dios, Si el vestido se rompe o ensucia tendrán que trabajar por años para comprar uno nuevo y Mara no vas a poder casarte- Gritaba mama mientras caminaba siguiendo cada uno de nuestros pasos.

Aquel momento entre el enorme alboroto de los autos tocando sus bocinas sin parar mientras Mara y yo cruzábamos la calle corriendo con la caja a punto de caer y mama gritando al punto de un infarto, lo recuerdo como el último momento más feliz de toda mi juventud junto a mi familia, El momento en el que también me imagine cargando alguna vez mi vestido de novia para casarme con Carlos o con algún chico que pudiera llegar a amarme por el resto de mis días.

Cuando llegamos a casa cada quien tenía nuevamente cosas que hacer, Mama corrió a hacer el almuerzo, Mara fue a su habitación para volver a colocarse el vestido y mirarse al espejo unas mil veces de nuevo y yo me cambiaba los zapatos para tomar mi bicicleta y pedalear hacia la casa de Carlos.

Mientras iba camino a su hogar sintiendo el viento y observando todo desde la mejor vista posible, Sonreía por lo emocionada que estaba de saber que no estaría solar en la boda de mi hermana ni tampoco me quedaría sola luego de su partida con Edward, Aun tenia a Carlos y sabía que nada podía estar mal cuando ambos estábamos juntos, Me hacía sentir tan feliz y al mismo tiempo tan completa con su manera de tratarme que el solo hecho de saber que faltaba poco para llegar a verlo me hacía temblar un poco las piernas, Así que o pedaleaba rápido o seria la tonta chica de la bicicleta temblorosa.

Luego de dejar la bicicleta en el jardín delantero, Corrí hacia la puerta principal para comenzar a tocar sin parar, Estaba tan segura de que Carlos seria el que me abriría la puerta que saltaba en un solo sitio mientras las piernas aún me temblaban, La puerta se abrió rápidamente y una mujer algo malhumorada y que aún no lograba descifrar del todo salió.

-Buenos días..- Dije sorprendida mientras observaba a la tía de Carlos.

-Están en la parte trasera de la casa con las siembras.- Respondió secamente y luego cerró la puerta de un golpe.

Me quede allí parada por unos segundos intentando asimilar que la mujer me había cerrado la puerta en la cara pero al final solo di un gran suspiro y me esperance de algún día poder entenderla y hasta llevarme bien con ella al menos por su sobrino, Luego corrí hacia el jardín trasero en donde estaban los chicos.

Ambos estaban sembrando algunas semillas mientras por el otro lado Elisa regaba las plantas que ya habían nacido, Me acerque lentamente hacia Carlos para evitar que me notara y luego de una pequeña sonrisa cómplice junto a Elisa, Salte sobre su espalda bruscamente y haciéndolo caer al suelo.

-¡Oh dios mío!- Grite preocupada mientras rápidamente me levantaba, Sinceramente mi intención solo había sido darle un abrazo sorpresa.

Erick y Elisa no pudieron contener las risas, Creo que sin mentir fue el chiste del todo el día, Pero mi Carlos comprendido que estaba muy distraído y que por eso caímos al suelo, Aunque entre bromas aseguro que yo estaba Gorda y que por eso había sido el accidente.



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En el texto hay: maltratomujer, amor

Editado: 06.01.2023

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