Una semana después.
Era un día sábado y por supuesto Carlos estaba de día libre, mientras yo limpiaba la cocina y al mismo tiempo cantaba un poco con las hermosas canciones que pasaban en la radio, Carlos estaba sentando leyendo un libro sobre derecho.
-Mariela no cantes tan alto, estoy leyendo.- Reclamo sin quitar la mirada del libro.
-Cariño solo estoy divirtiéndome un rato.- Me acerque a él y le abrase por detrás. - ¿Por qué no salimos hoy un rato cariño?-
-Sabes que no puedo Mariela.- Tomo uno de mis brazos y comenzó a besarlo.
-Pero es que estoy aburrida de estar aquí encerrada cariño, por favor.- Insistí mientras me acomodaba un poco para sentarme sobre sus piernas.
-Por favor hoy no quiero discutir.- Intento alejarme mientras tomaba el libro. –Es mi día de descanso y solo quiero estar tranquilo en casa ¿Si?-
Me levante un poco desanimada y no respondí nada.
-Hazme la tarta de chocolate que tanto me gusta para el almuerzo.- Siguió estudiando mientras yo me alejaba molesta.
El humor de Carlos solía variar durante gran parte del día, algunas veces se mostraba solo un poco cariñoso y otras era realmente insoportable, decidí dejarlo estudiar en silencio mientras me colocaba a preparar aquella tarta que algunas veces funcionaba para colocarlo de un muy buen humor por al menos algunas horas. Estaba preparando el chocolate mientras pensaba seriamente en colocarle mucha más azúcar de lo normal para endulzarlo, cuando de la pared que me dividía de la habitación de mi vecina, comenzaron a salir algunos sonidos de golpes extraños, parecía que estaban martillando la pared.
No hice mucho caso a los sonidos pues pensé que quizás estaría colgando algún cuadro o algún adorno así que seguí preparando la tarta mientras también escuchaba los quejidos de Carlos mientras seguía intentando estudiar.
-¡Ese maldito vecino!. ¿Cree que a nadie le molestan sus sonidos o qué?- Siguió quejándose.
-Quizás esta ocupado, puede ser que....
-¡NO!- Comenzó a gritar y luego se levantó de la silla. –¡Maldición!-
Me quede en silencio observando mientras tomaba el libro y lo lanzaba a un lado, ciertamente tenía grandes problemas de actitud.
-¡Ahora me escuchara!- Comenzó a caminar hacia la puerta rápidamente.
-Carlos ¡No!- Corrí tras el con miedo y lo tome por el brazo. –Por favor cálmate. Mira yo saldré y le pediré amablemente que calme ese ruido.-
-¿Estás loca? Tú no tienes que hablar con nadie Mariela.- Comenzó a mover su brazo en búsqueda de darme un empujón.
Carlos era un hombre muy brusco y de muy mal carácter, sentía miedo de que mi amiga se asustara por su terrible carácter, no quería que ella se enterase de la clase de persona que era mi esposo pues era lo más cercano a una amistad que tenía en ese preciso momento, decidí hacer mi papel de sumisa extrema para así convencer a Carlos de que me dejara salir a hablar con ella para calmar ese terrible sonido.
-Mi amor.- Me coloque frente a él y comencé a acariciar su cabello. –Mírate. Estas muy estresado y necesitas estudiar. Yo quiero que tomes tu libro y sigas leyendo tranquilo mientras yo voy y le digo a ese idiota que deje de martillar la pared porque mi esposo está muy ocupado aquí. –Le di un pequeño beso en los labios. –Te prometo que no tardare ni 5 minutos, ni siquiera entrare.-
Se quedó allí parado mientras respiraba rápidamente, estaba muy enojado, pero sabía que si había algo que le gustaba era que le diera la razón y lo tratase como a un rey.
-Menos de 3 minutos Mariela.- Me observo serio. – Y si se molesta le dices que tu esposo está aquí y tiene un arma ¿Entendiste?-
-Si cariño. Entendí.- Intente sonreír un poco mientras aun acariciaba su cabello. –Te amo. Sera solo un segundo.-
Intente salir tranquilamente mientras Carlos me observaba, pero luego de cerrar la puerta principal corrí hacia la de mi amiga y comencé a tocar.
-Ya voy. ¡Voy!- Escuche como el sonido de el martilleo paraba.
Espere por unos segundos hasta que mi amiga abrió la puerta.
-¡Cariño!- Dijo sonriente y se acercó a mí para abrazarme.
-Amiga ¿Qué sucede?- Correspondí al abrazo. –Me asuste un poco con ese gran sonido en la pared y mi esposo, bueno él se disgustó un poco.-
-Lo lamento mucho querida.- Su expresión cambio a una muy preocupada. –Lamentablemente no podía salir de casa para tocar tu puerta porque tengo un gran dolor de pierna cariño, pero tocaba a tu pared para avisarte que me llego una respuesta de tu carta.-
-¿Habla enserio?- La observe sorprendida mientras mis ojos se comenzaban a llenar de lágrimas. -¿Mi familia respondió?-
-Si cariño- Comenzó a sonreír y con una temblorosa mano me mostro la carta.
-Dios mío. No puede ser..- La recibí rápidamente y la abrase contra mi pecho. –Me respondieron.-
-¡Mariela!- Escuche desde la otra habitación los gritos de Carlos.
-Ya debo irme.- Susurre mientras me colocaba la carta bajo el vestido. –El lunes vendré a visitarte ¿Esta bien?.- Me acerque a ella y le di un pequeño beso en la frente.
-Cuídate Mariela.- Tomo mi mano como pudo y luego rápidamente corrí hacia la habitación.
-¿Qué paso?- pregunto apenas y entre.
-Dijo que la disculparas, no fue si intención molestarnos.- Camine rápidamente sin ni siquiera obsérvalo.
-Espero que no vuelva a molestarnos por su bien.- Se cruzó de brazos.
-Si mi amor. Yo espero lo mismo.- abrí la puerta del baño. –Dame unos minutos-
Baje la tapa del inodoro y me senté sobre el para abrir la carta, hice de todo para no hacer mucho ruido abriéndola poco a poco, justo antes de sacar el papel con el contenido, observe la letra y la dirección.
-Mi hermana..- Suspire al darme cuenta de la dueña de aquella letra.
Querida Hermana.
No sabes cuánto me alegra saber sobre ti, pequeñita habíamos estado tan preocupados por ti, en este preciso momento lloro como una bebe mientras escribo y es por eso que cuando tomes esta hoja de papel notaras unas pequeñas manchas en ella.