Cuando mi pequeña Anna nació mi mundo cambio por completo, desde la primera vez que mire sus pequeños ojos marrones mi vida encontró un sentido.
Aquella tristeza y desesperación que había sentido durante todo ese tiempo viviendo un infierno con Carlos, se había transformado en tranquilidad y mucha paz.
Mientras estaba acostada en aquella camilla de hospital luego de un largo y doloroso trabajo de parte de aproximadamente 8 horas, la observaba dormir en la pequeña incubadora, observaba sus movimientos aunque en realidad no eran muchos y también estaba atenta al movimiento de su pequeño estomago el cual me indicaba que estaba respirando tranquila.
Los doctores me habían dicho que mi niña era muy sana, tenía un buen peso y era muy hermosa, que era una madre con mucha suerte, desde el momento en el que había entrado al hospital en trabajo de parto y auxiliada por mis vecinos que escucharon mis gritos de ayuda en el pasillo cuando se me rompió la fuente, sentí aquel terrible miedo de que mi bebe pudiera sufrir de algún problema, sentía miedo de que mi joven cuerpo no fuera capaz de hacer su trabajo bien o de que llorar tanto durante todo el tiempo en el que ella había estado en mi vientre le causara algún tipo de mal.
Pero por suerte todo había salido perfectamente bien.
1 hora después ella comenzó a llorar por hambre. Las enfermeras me la entregaron y me ayudaron a alimentarla, era realmente un poco doloroso. Mientras le alimentaba y observaba al mi pequeña Anna escuche como la puerta se abrió prácticamente de golpe, era Carlos quien había llegado totalmente acelerado, se le notaba que había estado corriendo.
-Hola Cariño.- Respondí a su llegada con una gran sonrisa a pesar de que estaba un poco incomoda por el dolor que mi pequeña hija sin querer me estaba provocando.
-Los vecinos me avisaron Mariela, ¿Cómo están?.- Se acercó hacia nosotras.
-Yo estoy muy bien y...
-¿Cómo esta Erick?- Interrumpió.
-¿Erick?-
-Si.- Observo a la bebe sonriendo. – He pensado bastante en que debitaríamos colocarle el nombre de mi hermano-
–No cariño, no fue un varón hemos tenido una hermosa niña- sonreí mientras acomodaba a la nena para que pudiera obsérvala bien. –Mírala, se parece a ti cariño.-
Su expresión de felicidad cambio de inmediato y observe como rápidamente se alteraba.
-¿Una niña?.-
-Si cariño, Es hermosa nuestra hija mira...
-¿Tenías que traer a este mundo a una niña Mariela?- Se acercó más hacia nosotras mientras hablaba en voz baja.
-¿Qué sucede?- Le observe confundida. -¿Carlos es nuestra hija, está sana y eso es lo que realmente debería de importarnos.-
-Pero es que yo no quería esto para nosotros, necesitábamos un hijo, un hombrecito para enseñarle todo lo que a mí y a mi hermano nos gustaba hacer, para enseñarlo a ser como nosotros.-
-Pero no veo porque no puedes enseñarle esas mismas cosas a ella, Anna también puede aprender a cuidar a las plantas y sobre autos.-
-Las mujeres no nacieron para hacer esa clase de cosas, ese trabajo es de hombres, sabes perfectamente para lo que nacieron ustedes.-
-No.- Respondí retándole. –En realidad no entiendo para que hemos nacido. ¿Puedes aclarármelo?.-
Él se apretó los puños un poco y me observo irritado.
-No me retes Mariela porque estamos en un lugar público, sabes perfectamente cuál es el deber de ustedes, atendernos a nosotros los hombres y ahora ocurrió lo que no quería, tener una hija pues es prácticamente una pérdida de tiempo y dinero, y ya tengo que irme.-
-¿Pero me voy a quedar aquí sola con la bebe Carlos?-
-Mañana cuando te den de alta las busco, tengo muchas cosas que hacer.-