Mariela

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Las piernas me temblaban y mis brazos habían perdido la fuerza que pensé había tomado en el momento. El observar a Carlos bajar por aquellas escaleras mientras a penas y se acomodaba el pantalón me había confirmado lo que una parte de mi mente todavía no se atrevían a aceptar y es yo, Mariela era tan pero tan tonta que a pesar de haber visto todas las señales que me lo indicaban durante mucho tiempo todavía tenía una pequeña idea en su mente de que probablemente estaba equivocada y que solo se trataban de las exageradas alucinaciones y hormonas ocasionadas por el embarazo.

-¡Nos largamos de aquí ahora mismo!- Escuche gritar a Carlos justo antes de tomarme fuertemente por el brazo y comenzar a jalarme hacia la parte de afuera de la casa.

La verdad me había imaginado muchas veces aquel momento en el cual los encontraría a ambos con las manos en la masa finalmente pero nunca había contado que el hecho de que se me terminara de romper el corazón me causaría un estado de Shock y una muerte en vida para aquel momento, que ni siquiera me dejaría moverme ni decir ni un insulto que pudiera ayudarme a desahogarme la amargura y molestia que sentía en el momento.

Mientras escuchaba la voz de Carlos gritarme una y otra vez cosas que ni siquiera entraban en mi cabeza mientras iba observando hacia el suelo del auto en el asiento del copiloto, Sentía como si adentro de mi cabeza o de mi corazón algún pequeño trabajador interno se hubiese dirigido rápidamente hacia el interruptor de todo mi sistema central nervioso y lo hubiese apagado sin ningún tipo de remordimiento al respecto.

Para aquel momento ni siquiera me interesaba el terrible exceso de velocidad de su parte ni su manoteo intenso mientras me retaba por ir a hacer escándalo en la casa de aquella degenerada mujer. Pero ni siquiera me sentía capaz de decir ningún tipo de palabra mientras me colocaba ambas manos en el vientre y le pedía perdón a mi pequeño hijo por el terrible malestar que ahora estábamos sintiendo. Pues aquella presión en mi vientre por el terrible mal rato me hacía sentir que en cualquier momento me iba a desmayar, me sentía como si era una pequeña niña indefensa y mi hermana me tomaba en sus brazos para dar vueltas y vueltas hasta dejarme lo suficientemente mareada hasta que casi no pudiera mantenerme en pie.

Llegamos a casa y poco a poco me baje del auto mientras aún tenía una de mis manos protegiendo mi vientre. Observe rápidamente hacia la casa de al lado debido a que mi pequeña aún se encontraba al cuidado de la niñera.

-¿En dónde Dejaste a Anna?- Finalmente una de sus palabras entro en mi cabeza.

-Con la niñera- Respondí con un pequeño hilo de voz mientras giraba la manecilla para entrar por la puerta principal.

Me sentía estúpida al verlo moverse por la casa y actuar como si nada hubiese ocurrido, me dirigí hacia la cocina para intentar disimular las enormes ganas que tenia de comenzar a gritarle y tomar sus cosas para lanzarlas por la ventana. Pero su actitud me indicaba que muy poco le importaba o se arrepentía por lo que había acabado de descubrir.

-¿En dónde está mi Traje? ¿Lo entrego el viejo?- Me sorprendía la capacidad con la que sostenía su descaro. Una parte de mí al menos esperaba el ver una pequeña lágrima asomarse e indicarme que no lo había hecho con ningún tipo de intensión de lastimarme. Pero su orgullo, machismo e inmadurez eran tan grandes que ni siquiera le permitían el poder intentar fingir eso.

-El traje está arriba- Indique aun con un tono de voz pobre mientras fingía buscar alguna cosa que me calmara los nervios en la nevera.

-Ya es tarde Mariela. Busca a la niña y arréglense para la ceremonia de mi graduación, no pienso perderme este día por tus malcriadeces y tonterías- Índico con voz rápida mientras subía las escaleras para dirigirse a terminar de prepararse.

Creo que no existió momento en el cual me sentía más tonta, sin valor y manipulada que aquel en el que estuve sentada con Anna entre toda aquella multitud esperando a verlo recibir su título como abogado. Mientras aplaudía fuertemente y Anna me imitaba sonriendo al ver a su padre estrechar la mano de los que habían sido sus profesores yo ni siquiera podía entender porque seguía haciendo cosas por un hombre que ni siquiera se lo merecía.

Allí estaba de pie, feliz y celebrando su gran momento de triunfo, mientras mi mundo por adentro estaba en pedazos y ni siquiera sabía por dónde comenzar para poder unirlos nuevamente y regresar a ser yo misma.

Observaba a todas las personas con sus expresiones de felicidad, mis ojos estaban a un paso de estallar debido a la gran cantidad de lágrimas que tenía contenidas en aquel momento, perdía ayuda silenciosamente, rogando que alguien entre aquella multitud me observara y entendiera todo el horrible dolor que me embargaba. También observaba al cielo preguntándome porque Dios me había castigado de aquella manera cuando me consideraba que yo era una mujer que realmente valía la pena amar y valorar.

 



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En el texto hay: maltratomujer, amor

Editado: 06.01.2023

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