Marionetas

LA PRIMERA MARIONETA

Era una tarde soleada, el verano había llegado a México, la gente estaba afuera de sus casas esperando la llegada del Sr. Buu. Un hombre misterioso, con más de 50 años, canoso, un extranjero muy conocido por todo el mundo. Era el creador de las marionetas más hermosas y terroríficas que se pudieron crear. Algunas median entre los 40 cm, hasta tamaño real. Sin embargo todas se mantenían con el mismo cuidado, todas fueron elogiadas y compradas.

Los niños reían mientras jugaban, se divertían mientras los adultos platicaban sobre cosas de adultos.

A lo lejos se escuchó el motor de un camión, los niños alegres dejaron de jugar para esperar la llegada de nuevos juguetes.

Un camión rojo sangre se detuvo frente a ellos, mientras el polvo rodeaba a los mexicanos. Una melodía comenzó a escucharse, una divertida. Después un hombre habló.

¡Hola! Se les hace la invitación a asistir a la presentación de MARIONETAS DEL SR. BUU. hoy conoce las nuevas obras que trae desde la misteriosa isla del Sur. ¡Asómbrate con las marionetas tamaño real! Nos vemos en la plaza central a la 1.30 p.m. No te lo pierdas.

Los niños corrieron hacia la plaza junto con sus padres, cada cinco años aquel hombre visitaba sus tierras, para después ir hacia el sur, después perderse en su isla y seguir creando. Muchos quisieron seguirlo, sin embargo se perdían, jamás regresaban, pero aquel hombre canoso siempre volvía.

Se rumorea que aquella isla tenía una población superior a los 2000 habitantes sin embargo todos desaparecieron, unos dicen que aquellas personas siguen en la isla escondidos, otros, que todos están muertos y que el Sr. Buu hace un homenaje a ellos con las marionetas.

Cuando la gente llegó a la plaza, vendedores ambulantes conquistaban las calles. Algunos se sentaban en la acera de la calle para poder observar un pequeño baile que organizaron los jóvenes de la secundaria.

Las marionetas estaban dentro de una carpa roja, los visitantes comenzaron a contemplar las figuras, murmuros, gente sonriendo, otros sorprendidos.

Octavio, un joven de 18 años, de pelos rojizos, con ropa casual se paseaba por el lugar, llevaba una cámara de video que le había regalado su abuela en su cumpleaños. Tomaba fotografías y video para subirlos a Internet.

Camino donde estaba solo, había una marioneta del tamaño de un niño de cinco años, se encontraba sentado en una silla, tenía un peto azul, unos tenis blancos y una gorra blanca. Miró sorprendido a las demás marionetas, de todas esa era la única que no tenía ojos. Le tomó una fotografía, cuando la miró vio que en la foto había un hombre. Levantó la mirada rápidamente para encontrarse con un hombre anciano.

Se asustó tanto que su corazón latía rápidamente, aquel hombre sólo le sonrió.

—Eres el único que se ha tomado la molestia de tomarle foto a esta marioneta. —se acercó a él —.

—Es muy interesante. —dijo nervioso —.

—Se llamaba Michael, tenía cinco años, le gustaba jugar con la pelota todos los viernes.—se detuvo como alguien que recuerda algo importante —. Un niño hiperactivo pero de buen corazón.

—Habla en pasado

—¿Y?

—Es una marioneta. –dijo tenso —. Las marionetas no tienen vida. Ni la tuvieron.

—Eso es porque no conoces a mis marionetas. —soltó la carcajada —. No tomes esto en serio , solo quiero asustarte muchacho. Si tanto te gusta llevatela.

—No traje dinero.

—No te la estoy vendiendo, te dije si tanto te gusta llevatela. Es una pieza que lleva conmigo más de 10 años, nunca se venderá.

—¿Por qué no tiene ojos?

—Nunca encontré unos ojos azules hermosos, yo hice unos. —de su saco negro sacó una pequeña caja—. Ten muchacho, ahora son tuyos. Cada vez que te sientas sólo se los pones. Verás que compañía.

—Sr. Buu.

—Solo si te sientes sólo. A veces la compañía puede ser abrumadora. —le tocó el hombro—. Que tengas buen día

—Soy Octavio.

—Bueno Octavio, le diré a alguien que te lleve la marioneta a tu casa.

—Gracias.

—¿Vives solo?

—Si. ¿Por qué?

—Por qué las marionetas son celosas —se rió levemente —. Adiós.

—Gracias.

—No gracias a ti — se alejó— tú me hiciste un gran favor.

 

Aquel anciano siguió su camino. Octavio vio por última vez su marioneta y espero a que se la llevarán a su apartamento. Cuando la dejaron en su apartamento lo acomodó en la sala, se sentó mientras tomaba café y una rebanada de pan.

Llegó la noche, era frío como si estuviera en invierno. Se levantó para poner un cobertor, se acostó nuevamente.

3:30 a.m

Se despertó cuando escuchó el llanto de un niño, se puso rígido, el ruido provenía de la sala. Se levantó con cierto temor, abrió la puerta de su cuarto para bajar las escaleras que se dirigían a la sala.




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