28 de enero de 2012
Imaginó el cadáver de su hermana, tendido en mitad del bosque, con un hermoso vestido de tul blanco; su cabello rubio, adornado con flores pequeñas y esparcido sobre la hierba; el rostro pálido, los labios violáceos y, también, con sus ojos azules abiertos de par en par, como si aún pudiese observar el cielo nocturno y estrellado que se cernía sobre ella.
Probablemente, aquella imagen distaba mucho de lo que en realidad le había sucedido a su hermana mayor, pero era mejor que imaginarla corriendo por su vida; cayendo sobre la hojarasca para después levantarse y echar a correr de nuevo; luchando desesperada contra las ramas que se enganchaban a su ropa y cabello, las mismas que -como garras- le arañaban los brazos y la cara, y que tampoco la dejaban ver por dónde iba; gritando aterrada, en espera de que alguien lograra escucharla dentro de aquel inmenso bosque y fuera en su ayuda. Para que al final, aquel desconocido la encontrara, la arrastrara otra vez hacia la espesura, la asesinara y, después, quemara su cuerpo…
Entonces se centró en la enorme mancha oscura que había quedado impresa en el suelo y, de repente, vislumbró el cuerpo de su hermana, retorciéndose mientras era consumido por el fuego. De inmediato, volteó la mirada hacia otro lado para borrar la espantosa imagen de su mente.
—Cuidado —una voz gruesa y seca la sacó de su ensimismamiento; y la mano de esa misma persona la sujetó con fuerza del brazo para evitar que se desvaneciera sobre aquella mancha—, aún es la escena de un crimen…
Al escuchar esto, giró la cabeza rápidamente, encontrándose con el rostro enojado de Dan Porter, el detective a cargo del caso de su hermana, quien la hizo enderezarse antes de soltarla con desprecio.
—Y a pesar, de que se le permitió estar aquí gracias a las amistades de sus padres —dijo, haciendo énfasis en las últimas palabras—, no significa que va a andar de un lado a otro, como si se tratara de un maldito parque de juegos.
—Esa no es mi intención…
—Pues no lo parece, señorita Collins —la interrumpió él, y sin darle otra oportunidad de hablar, le dio la espalda para seguir su camino.
Y tras verlo alejarse, apretó los puños y rechinó los dientes, deseando poder mandarlo a la mierda; pero prefirió mantenerse callada porque, aunque no le gustó lo que aquel hombre le había dicho, debía aceptar que tenía razón. Todavía podía recordar a su madre, caminando de un lado a otro de la habitación, mientras hablaba por teléfono con alguien; exigiéndole que la incluyeran en el equipo de investigación de la desaparición -ahora asesinato- de su hermana, asegurando que sería capaz de encontrar al culpable sin ayuda de nadie, como si ella fuera más que una simple estudiante.
Sin embargo, y a pesar de lo ridículo que le pareció dicha afirmación en aquel momento, ahí estaba ella, en medio del bosque, sin saber qué hacer o buscar; la escena del crimen ya había sido analizada por los investigadores forenses, e incluso los restos de su hermana habían sido recogidos una hora antes, por lo que no quedaba nada que examinar.
Y esperaba que se mantuviera así, sin que nadie siguiera indagando, porque de lo contrario…
—¿Encontraste alguna pista? —le preguntó el detective, que se mantenía a unos metros de distancia, con un tono de burla en su voz.
De inmediato quiso contestarle negando con la cabeza, pero él sólo le dio la espalda, como si ya conociera la respuesta; luego lo vio hacerle señas con las manos a sus compañeros policías para después echarse a reír con ellos. Y a ella no le quedó de otra más que apretar los dientes y los puños mientras lo miraba alejarse sin contemplación; en seguida bajó la vista y se encontró con un pedazo de rama lo suficientemente pequeña y pesada para ser arrojada, se inclinó con rapidez y la sujetó con fuerza. Una vez en su mano, la movió de un lado a otro y, repentinamente, el pensamiento de lanzarla hacia la cabeza de aquel hombre y dejarlo inconsciente la inundó.
Sin embargo, al darse cuenta de lo que estaba a punto de hacer, prefirió centrarse en lo que estaba haciendo antes de que Dan Porter la interrumpiera, por lo que dirigió la luz de su lampara hacia otra parte del suelo; entonces lo vio…
El pequeño objeto brillaba tenuemente entre los restos de ramas y hojas incineradas que estaban a unos cuantos centímetros. No pudo distinguirlo bien, así que se puso en cuclillas, esperando haber encontrado algo importante que les ayudara a dar con la identidad del asesino de su hermana y, que también, callara las burlas de aquel detective; luego usó su dedo índice para remover lo que le estorbaba. De pronto, algo se retorció. Por un instante contuvo la respiración y alejó su mano de inmediato; observó a su alrededor, y deseó que se tratara de simple una ilusión.
«Es un insecto. Sí, sólo un insecto», pensó, en un vano esfuerzo por autoconvencerse.
Y aunque no logró recordar qué clase de insectos habitaban dentro de un bosque, sabía que se encontraba rodeada de policías e investigadores forenses, por lo que nada, absolutamente nada, podría salir mal… pero cambió de opinión al instante, cuando aquello se retorció una vez más.
Esperó por unos segundos mientras contaba hasta diez, y una vez tranquila volvió a remover las hojas con su dedo; y de repente, un sin número de mariposas negras surgieron de los restos carbonizados y se abalanzaron contra ella, haciéndola caer al suelo antes de dirigirse al cielo.