Mariposa Monarca

**CAPITULO 4**

MARIPOSA SIN EL CALOR DEL SOL

6 meses después de nacer.

Camila:

En algún punto de mi vida me pregunté si en verdad fui deseada o solo me tuvieron para hacerme sufrir, utilizarme como marioneta, vivir y ver torturas que a mi edad no debí sentir ni ver. Constante mente, aunque solo tenía 6 meses de nacimiento veía como mi padre golpeaba a mi madre y hermanas.

Vivía en ese mundo donde el depredador casaba a su presa dejándola herida y con sangre seca por todo su cuerpo. Mientras que su presa daba gritos silenciosos por ayuda; su depredador disfrutaba ver esa mirada de temor y miedo, pero para que si en fin la terminaba casando a ella y sus cachorros todo el tiempo.

Solo sucedía cuando mamá salía de trabajar y papa la esperaba en casa.

Papá si a si se le llama, luego de regresar de su trabajo venia muy furioso con deseo de maltratar física y mental mente a su familia.

El momento donde por fin dejaba de oír gritos, insultos y golpes era cuando papá se iba a trabajar y mamá me dejaba en una casa de camino a su trabajo. En el momento en el que entraba en esa casa sabía que era HOGAR, algo que desde mi nacimiento no tuve, algo que me lo arrebataron antes de conocer el mundo.

Amaba estar en esa casa, aunque no era su sangre ellos me protegían como si perteneciera a esa manada; allí conocí a mi primer amigo, él y yo nos pasábamos peleando y pegándonos, yo siempre comenzaba las peleas claro era porque no conocía que era amor y menos amistad; su familia siempre nos separaban porque sabían que yo siempre terminaba ganando, desde que nací aprendí que no debías mostrar miedo ni sentimientos a tu depredador ya que si te observaba hacerlos él te casaría sin una pisca de consuelo; por esos motivos yo peleaba con mi amigo para que no vea en mi ni una migaja de miedo o dolor.

Era hermoso pasar en esa casa donde solo existía paz y amor entre todos. Todo cambiaba cuando mamá venia, claro la quería, pero no quería estas con ella y menos en mi casa.

Me había acostumbrado tanto a estar sin ella; sin mis hermanas que constantemente me pellizcaban o pegaban para que llore, no sé con qué fin lo hacían, pero les encantaba ver como mi rostro mostraba miedo y aunque yo trataba de ocultarlo era imposible; de mi papá, no sabía ni donde estaba o como estaba, el nunca pasaba en casa y si lo así solo venía a desahogarse con mi mamá y hermanas, dado de que yo solo era un bebe no me pegaba tanto, pero igual lo hacía.

Al salir de esa casa sentía como todo mi cuerpo se tensaba y se aferraba a quedarse en ese lugar, porque sabía que al llegar a casa me esperaba gritos, maltrato y soledad.

Al llegar a casa mi mamá se aseguraba de que la niñera de mis hermanas haya hecho todo. Nos dirigíamos a nuestro cuarto, allí me dejaba acostada en la cómoda cama y de a poco a poco sentía como mis parpados se iban cerrando.

Ese día y en muchos me levante con un dolor en mi pierna, sentía como mi piel sensible se estiraba, como si alguien jalara de mi piel sin ninguna pisca de remordimiento, al abrir los ojos visualizaba un su rostro de odio, rencor, ira, era como si fuera familiar.

Claro que era familiar, era mi hermana sentada en la cama observándome y su mano jalando mi delicada piel, se encontraba pellizcando tanto la zona que solté un llanto muy fuerte y audible.

En cuestión de minutos alguien abrió la puerta, era mi madre.

-Madelis porque tu hermana está llorando, ¿no le volviste a pellizcar otra vez o sí? – mi madre se acercó y me tomo en brazos para calmarme, yo inmediatamente dejé de llorar porque supe que estaba a salvo- Ya paso, todo está bien.

-No mami, yo no le hice nada ya sabes ella por todo se queja- al escuchar esas palabras salir de su boca, quise gritar, soltarme del agarre de mi madre y hacerle sentir cuando ella tocaba mi delicada piel con sus manos.

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6 meses después

Camila:

Nunca cambio nada, ahora que tenía más uso de razón me costaba ver y asimilar que esto no era un sueño, era la realidad, era el mundo que mis papas me trajeron lleno de: Dolor, sangre, miedo, temor y rencor.

Era orto día de gritos, insultos y golpes; en todo este año de vida aprendí a callar para sobrevivir, aprendí que el más débil es devorado por su depredador y eso era lo que hacía callar y no mostrar sentimiento alguno a nadie, porque sabía que si lo hacia mi depredador me consumiría hasta el punto de rogar por mi muerte...

Luego de que paro los gritos y golpes, mi madre entro al cuarto llorando, se encontraba con sangre fresca por su rostro y ropa. No me dijo nada, solo me miro y entro al baño a darse una ducha.

Para mí eso ya era algo normal y tranquilo, algo simplemente de mi vida diaria, aunque me dolía ver a mi madre así no podía hacer nada al respecto, en fin, solo era una niña de 1 año.

Aquel día como todos me alistaron para ir a la casa donde sabía que se llamaba HOGAR, donde solo reinaba la paz, donde no oía gritos de temor sino de alegría.

Al salir de casa mi madre se aseguró de verse normal e impecable, como si nunca le hubieran pegado hasta el punto de sacarle sangre, estábamos por salir de casa cuando llego la niñera de mis hermanas para atenderlas en la ausencia de mi madre.

-Buenos días señora Elizabeth- la niñera dijo al momento de entrar a casa.

-Buenos días, por favor cuida bien a mis hijas hoy solo trabajaras hasta la tarde ya que me encontrare en casa, solo saldré un momento por unos asuntos-mi madre dijo con su voz tan serena.

-Okey, no se preocupe la estaré esperando.

-Hasta luego-dijo mi mamá abriendo la puerta de la casa.

-Hasta luego-respondió la niñera cordialmente.

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Al llegar a la puerta de esa casa mis labios hicieron una sonrisa tan grande, sabía que no debía indicar mis emociones, pero era difícil estando allí. Mi madre toco la puerta y como de costumbre salió una señora que la conocía por nombre (señora Elcira) ella era muy buena conmigo siempre me cuidaba y se aseguraba de que coma bien, en conclusión, la amaba más que a mi familia.




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