-EL ECO DE LAS ALAS ROTAS-
Tener que aprender a no expresar tus sentimientos, ósea madurar y ser independiente a una edad muy corta es algo muy doloroso y cansado a la vez; no por el ámbito de que tu vida se convierte en rutinas día a día; sino por el hecho de tener que crecer sin el cariño paternal, mendigar a quienes debieron amarte desde tu nacimiento que dejen caer, aunque sea por error, un “te quiero” que jamás llega, es algo complicado y difícil de entender a tu corta edad, o tal vez solo para mi lo fue…
EDAD: 2 AÑOS
Me encontraba a unos meses de cumplir tres años, la verdad no podía creer cuanto tiempo había pasado y yo seguía viviendo con mis abuelos.
No me quejo porque me encantaba vivir con mis abuelos, fueron las segundas personas en expresarme aquel sentimiento de vulnerabilidad “el amor verdadero”, que solo fue para mi más no compartido al encontrarme junto con ellos.
Mis abuelos fueron los únicos en ver mi desarrollo; de un bebe que aprendía a reconocer, confiar y amaré; cambio a una niña que aprendió a caminar, comunicarse; a mí manera, pero lo hice, sentir y relacionarme emocionalmente con el mundo, o más bien dicho con mi familia.
Todo en mi vida comenzó a rondar de la mejor manera, específicamente como yo la quería. Había aquellos momentos tristes, sí, pero aprendí a manejarlos de la mejor manera que vi a mi corta edad.
Hoy era como todos los días de siempre, repetitivos, constantemente, alegres, rutinarios, claro al encontrarme con mis abuelos todo rondaba con felicidad, dulzura y amor, que para mí era lo más importante en este momento.
Sabía que este día vendrían de visita mi madre y hermanas, eso quería decir que mi padre también se encontraría aquí. Lo sabía porque mi abuela había hablado esta mañana con mi papá, claramente a mi edad ya tenía conocimiento para reconocer voces y saber que estaba pasando.
No me gusta que se encuentren en casa de mi abuela, porque eso quiere decir que tendré que vestirme elegante y presentable. Con mi ropa de casa me sentía bien, pero al usar la otra ropa mi piel picaba haciendo que me dé picazón, tal vez es porque siempre me encuentro con mis trapos viejos y flojos, haciendo que no me acostumbro a los jeans o camisetas pegadas al cuerpo.
Y a lo que más detestaba.
¡Que me peinen!, cuando ellas no venían mi abuela solo me cepillaba mi pelo y me ponía una gorra de frio, pero hoy sería diferente, me refiero a que parecería un maniquí forzado a agradar por opinión público, más no porque yo lo desee.
Parecía que este día sería muy cansado y lago. Solo esperaba a que cayera la noche, ya que cuando lo hacia ellas se marchaban y así por fin me podría sacar todo lo que me estorbaba, quedando como un vagabundo, pero cómoda.
Las horas habían pasado desde que abrí los parpados. Me encontraba con mi papá y abuelos, esperando a mi mamá y hermanas. Mi abuela me había cambiado a la fuerza hace unas horas, por ello me encontraba como un ratón que no puede quedarse quieto.
-Abuelita, cuando llegaran mis hermanas y mamá- el solo pensar que faltaba hasta la noche para poder quietarme esta ropa me sofocaba.
Ella se encontraba dada la vuelta a la cocina haciendo el almuerzo para esta tarde.
-Ya se encuentran en camino- dejo de hacer lo que hacía y giro- ¿ya quieres que estén aquí? – me observaba con duda y alegría, ya que yo casi no preguntaba por ellas y cuando lo hacía era algo demasiado inusual.
Que si ya quiero que estén aquí; por una parte, si lo quiero, así acabaría el día y por fin me quitaría esta ropa; pero por otra no, eso implicaba ver a mis hermanas, no es que las odiaba es tan solo que su presencia hacía que mi piel se erizara con pequeños escalofríos en mi espalda.
Es algo claro que les tengo mucho miedo, porque mediante más crecía podía sentir sus torturas con más intensidad.
-Aaa… no lo sé- la verdad no sabía si en verdad quería que estén aquí una vez más, lo que si sabía era que este día sería como aquellos días tristes y dolorosos- ¿tú quieres verlas?
Decidí hacer la misma pregunta para que no me pregunte por mí respuesta, casi todo el tiempo me preguntaba si extrañaba a mi mamá y hermanas, yo siempre respondía alzando mis hombros mientras movía mi cabeza a los lados. No quería que se entere de que en excepto, no las extrañaba para nada, pero como hacerlo si mi madre nunca se encontraba conmigo, ya que siempre trabajaba, de mis hermanas ni siquiera reconocía su voz ya que no entablábamos conversación.
-Claro que sí, también son mis nietas y a tu mamá igual la estimo- esas palabras me podían un poco celosa, pero tenía que acostumbrarme a ellas, después de todo también son su familia- pero el amor que te tengo a ti- se acercó y quedando a mi altura beso mi mejilla- es único e irremplazable- la abrace con todas mis fuerzas, sus palabras sonaban tan sinceras y reconfortantes. Todos los celos que tenía hace un momento desaparecieron, me conocía tan bien que se dio cuenta de mi cambio repentino, aunque trataba de no ser tan obvia ella era la única en poder saber cómo me siento con tan solo ver mis ojos.
-Te quiero abuelita.
-Y yo a ti Camilita.
-Prométeme que nunca me dejaras sola- sabía que esas palabras no venían al tema de nuestra conversación, pero quería asegúrame de que ella siempre estaría hay para mí. Ella se soltó de mi abrazo para mirarme a los ojos con duda.
- Claro que sí, siempre estaré a tu lado- con esas palabras continuamos nuestro abrazo matutino y reconfortante- jamás te dejare sola…
-----------------
Las horas habían pasado yo me encontraba en el circulo social de adultos, mientras que mis primos y hermanas se encontraban jugando y corriendo.
Claro, deseaba encontrarme en el círculo de niños, pero por ser una niña de dos años me trataban como a su peón, como a un objeto sin nombre y valor alguno. Para algunas personas yo solo era un objeto inservible del cual podían desquitar su ira, maltratar y luego desechar.
#1940 en Otros
#70 en No ficción
#650 en Thriller
#311 en Misterio
miedo perdida autoestima soledad, ansiedad y depresión, miedo rencor
Editado: 08.12.2025