Mariposa Monarca

-CAPITULO 8-

-ALETEOS EN LA DISTANCIA-

CAMILA:

El hecho de pensar que la vida tiene sus pros y contras, resulta fastidioso. No por el hecho de que algunas veces habrá momentos tristes o desgarradores, sino porque la vida a veces puede ser tan cruel con personas inocentes o que simplemente no lo merecen.

Lastimosamente me toco el papel como personaje de “inocencia”. Tal vez sea algo difícil de creer para las personas de mi alrededor, porque al estar cerca de ellos mis progenitores se comportan y actúan de lo más vil posible; nos obligaban a darnos cariño mutuo, como si en casa nunca existiera los mal entendidos, transformándose en discordia llena de golpes, gritos, llantos desgarradores y lo que más detestaba “la sangre”.

Para mi ver sangre ya era algo rutinario. Despertar en las mañanas luego de escuchar gritos y golpes toda la noche, desde el dormitorio de mis padres hasta el mío, era espeluznante.

Todas las noches tenía que soportar y asimilar que lo que sea que este pasando allí dentro no era amor mutuo entre una madre y un padre. No lograba identificar que sentimiento era, pero lo que, si sabía, es que no solo para mí era traumático y desgarrador sino también para mis hermanas y para quien lo padecía, teniendo que soportar el dolor “mi madre”.

Imagina a una niña de cuatro años y medio, despertar en su dormitorio, luego de una bizarra noche. Abrir sus parpados en la mañana y visualizar que a su lado se encuentra su madre, durmiendo un poco tensa, como si hasta en sus sueños lo visualiza a él…mi padre, pero no lo ve con felicidad sino con miedo de algo…

No es solo eso lo que te aterroriza; sino que la vez con su rostro lleno de moretones, ambos labios partidos, sangre seca corriendo no solo por esa zona, también se encuentra en su cabello floreado y su ropa de dormir llena de gotas color vino tinto oscuro, haciendo la ver como una obra de arte sofocante y bizarra.

Claro que me duele verla en ese estado. Hace unos meses que nos encontramos viviendo en esta casa la cual le tengo mucho miedo, es demasiado oscura y terrorífica para mi parecer.

No es solo la casa lo que me da miedo, también es mi padre, si bien es cierto que con mis abuelos es y se comporta diferente, nunca creí que fuera tan aterrador, o al menos así no lo recordaba.

Al no encontrarse nadie excepto mis hermanas he madre, todo cambia. Él desquita toda su ira consumida por su trabajo, con su familia.

Me duele el hecho de no poder ayudar, pero no lo hago porque sé que si lo hago él me destrozara, dejándome como a una mariposa con sus alas rotas tratando de luchar por su vida. Lo sé porque cuando mi mamá trata de que no golpee a mis hermanas, a la que le va peor es a ella “mi madre”.

Hasta ahora mi padre solo ha llegado conmigo a los gritos y jaloneos, me duele cuando lo hace, pero prefiero eso a que me haga lo que les hace a mis hermanas y madre.

En casa de mi abuela, traté de olvidar todo lo que viví. Todo eso comenzó a quedarse en el olvido, en el pasado… pero al llegar aquí todos esos recuerdos regresaron como olas en temporada de invierno.

Ahora no solo lo escucho, ahora también lo observó. Cada golpe llegar a la piel de quien no lo desea.

Quería ayudar, pero el valor y la valentía simplemente se habían agotado. Solo soy una niña la cual observa terroríficas escenas; los golpes no solo son con extremidades del cuerpo, también son con sogas de militar, palos viejos, varas, objetos filosos que al impactar con la piel cause dolor y muchas cosas más que se encuentren en su campo de visión. Ósea en el campo de visión de mi padre.

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ELIZABETH:

No entendía que había pasado en mi vida. Hace unos años todo era felicidad a su lado, me daba la paz que necesitaba, me apoyaba en mis decisiones y ahora que paso… que cambio en ambos para que nuestra presente lusca así.

Mejor dicho, mi presente. Desde nuestro noviazgo juvenil él siempre fue atento, cariñoso y divertido; nada había cambiado ni cuando nos casamos, claro no vivamos juntos porque él tenía su trabajo y yo el mío, pero a pesar de eso nuestro amor nunca había cambiado.

No fue hasta que un día me dieron la noticia de que había sufrido un accidente dejándolo en silla de ruedas, había sufrido un derrame cerebral. Junto con mi primera hija que aún era un bebe, nos dirigimos al hospital donde mi esposo se encontraba.

Temía en las condiciones que lo encontraría, porque sabía perfectamente los cambios que tenía al padecer esa enfermedad, lo había visto en tantos pacientes, que era suficiente como para tener esperanzas de que él volvería a ser el mismo, me dolía pensar que ya no se volvería a pararse de esa silla de ruedas en toda su vida…

En ningún momento había he iba a pensar en querer abandonarlo a su suerte, claro tenía familia, pero ahora yo era su familia junto a mi hija. Me dolía observar a aquel hombre del cual me había enamorado así… solo observaba más no hablaba ni se movía.

Tenía la esperanza que al estar a su lado y apoyarlo, él volvería a ser el mismo. Buscábamos toda clase de remedio y médico que lo sanar de aquel terrible accidente.

Hace apenas unos meses los doctores me habían comentado que, dentro de unos meses, mi esposo fallecería, ya no encontraban esperanzas de su vida. Decían que lo mejor era llevarlo a casa y solo esperar a que llegue el día junto a su familia.

Mi corazón se encontraba tan débil, no lograba asimilar que ese hombre que se encontraba en silla de ruedas hace apenas unos meses atrás hablaba conmigo, jugaba con mi hija, nos traía rosas a ambas luego del trabajo y verlo así me partía el alma.

Trataba de cuando me encontraba a su lado ser fuerte, aunque mi esposo no podía hablar yo lo hacía todo el tiempo, hacía conversaciones de las cuales siempre teníamos, él solo escuchaba y observaba mientras yo retenía las lágrimas y sollozos dentro de mi ser.




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