Mariposa Negra

Los secretos de la noche

          Era apenas la segunda noche que pensaba en Erik, pero era tan obsesiva la línea recta de sus pensamientos, que la actividad neuronal había deformado el tiempo hasta hacerle sentir que eran años, no días, desde que su misterio había comenzado a intrigarla.

          En la lavandería Coco aullaba; tuvo que encerrarlo ante el peligro que se volviera a escapar a casa del Sr. Yilmaz. Detrás de su ventana el silencio llevaba tantas horas postergando la normalidad que la tranquilidad se había vuelto asfixiante y le impedía dormir: ¿a dónde se habían ido las aves? Pensó mientras extrañaba, de entre todas las voces, el golpe afilado de los cuervos al cantar.

          Pronto, muy pronto, llegó el borde de la noche, y en un intento de descansar lo mínimo, se distrajo mirando el cofre a los pies de la cama.

          Lejos de dibujar sombras atemorizantes, el cofre le traía miedos más mundanos. Después de todo toda su riqueza se concentraba ahí, en un cuadro del siglo XV, herencia familiar, al cual podría recurrir si alguna vez el arte fallaba y las deudas se apilaban.

          Solo ella, su madre y Alexander, su novio, conocían el contenido del cofre que, fuera de un cerrojo dorado que lo volvía casi caricaturesco, parecía más una caja llena de fotografías viejas que el recipiente de una obra maestra. A pesar de las mil quejas de Alexander, que le imploraba enviara el cuadro a una de sus bodegas seguras, Marion había elegido dejarla ahí, a sus pies, bajo la premisa de que nada extraordinario puede estar contenido en un recipiente tan normal. Además, nadie aparte de su novio y su madre conocían la ubicación exacta del cuadro; pero a veces recordaba que el Sr. Yilmaz había visto con detenimiento la llegada del cuadro a su casa, y lo había seguido con la mirada a medida que lo bajaban por las escaleras.

 

          Marion se despertó más tarde de lo acostumbrado. De nueva cuenta, el ominoso paisaje le devolvió filas de aves silenciosas posicionadas en los techos de los vecinos. Coco había dejado de aullar, y por el cansancio apenas y ladraba.

          Tocaron a la puerta. Marion se sobresaltó, su mente estaba tan concentrada en el vecino y su extraño huésped, que no se le ocurrió pensar en los billones de posibilidades que podían haber detrás de la puerta.

-¡Vamos, no puede ser!- dijo la voz tras la puerta mientras giraba la perilla, sin éxito-. Siempre dejas la puerta abierta.

          Marion abrió la puerta.

-¡Te extrañé, hermosa!- Alexander le tomó el rostro entre las manos y le dio un largo beso en los labios.

          Aún después de varios meses juntos, Alexander le seguía resultando tan impresionante como la primera vez que lo había visto, y no era solo a causa de su estatura ni su musculatura, sino la manera tan exacta en la que todos sus rasgos estaban proporcionados y posicionados. Era el hombre más atractivo que había visto en esta vida, y si la reencarnación resultaba cierta, posiblemente en todas las demás.

-¿Cómo te fue en tu viaje?

-Ah, ya sabes- respondió Alexander, dejándose caer en una silla-, un grupo de viejos pagando por sentirse jóvenes un fin de semana entero.

-Suena a que fue muy “divertido”- respondió Marion con tono sarcástico.

-¿Se me nota en la sonrisa?- contestó Alexander mientras dibujaba con su boca una línea recta.

          Marion lo abrazó por la espalda y le dio un beso en la nuca.

-Lo siento, cariño. Creí que ibas a aprovechar el viaje para hablar con los amigos de tu padre sobre trabajo.

-Les presenté mis proyectos- y por el suspiro de Alexander, Marion adivinó el resto-, pero ellos tienen una visión más anclada en el pasado.

-Entonces ¿alguno te va a dar empleo?

          Alexander se puso de pie y la abrazó, y aunque casi siempre se sentía protegida con ese gesto, comenzaba a conocerlo más allá de las apariencias y sabía que a veces usaba la dulzura como mordaza.

-No hablemos de eso ahora, acabo de llegar- dijo Alexander.

-Pero me interesa saber…

-Mejor dame otro beso.

          Marion sintió la ligera presión de sus manos contra su cuello, pero logró tensarse lo suficiente para detener el intento de evasión.

-No, no, quiero saber ¿conseguiste algo?

          Alexander al fin se rindió. El amor salva todo, o bueno, casi todo.

-Hubo algunas cosas aquí y allá…

-¿Y?- inquirió Marion con las expectativas multiplicándose a la velocidad de la luz.

          Alexander empezó a emitir sonidos incompletos, y Marion supo lo que eso significaba.

-Yo busco algo más, Marion, no quiero ser un simple empleado. Quiero ser grande.

-Se puede ser grande con un inicio pequeño. Tienes que empezar en algún lado, Alexander- respondió Marion, su voz rozando tonos de fastidio.

          Alexander la escuchaba, pero hacía un esfuerzo por fingir que no lo hacía, lo que resultaba insultante; tal gesto infantil despertaba en Marion el instinto aún más infantil de echarlo de la casa sin preámbulo, pero antes decidió aludir al sentido común de adulto.

-Entonces, por el momento no hay trabajo ¿cierto?

          Alexander le devolvió una mirada culpable.

-No todos podemos tener la vida perfecta que tú tienes, Marion.

-Mi vida está lejos de ser perfecta.

-Está más cerca de serlo que la nuestra, la de la mayoría de nosotros- contestó Alexander-, y tú no logras entender que a la gente que te rodea le pesa estar tan, tan lejos de lo que esperas de nosotros.

          La respuesta la silenció por un momento. Ciertamente era ambiciosa, y demandante, pero pensaba que había logrado mantener sus expectativas altas para sí misma.

-Alexander, no quise hacerte sentir mal. Pero quizá, quizá si pido mucho de los demás.

          Alexander se mantuvo en silencio, prolongando la culpa sobre ella.



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En el texto hay: sobrenatural, noche, sobrenatural y misterio

Editado: 10.01.2021

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