Daphne Bonavich.
Odio los aviones, y lo afirmó ahora, el mundo parece darme vueltas mientras bajo las escaleras viendo la pista de aterrizaje, me aferro al barandal como si de eso dependiera el mundo.
Unas manos me agarra de la cintura ayudándome a terminar de bajar y caminar hacia los vehículos que nos esperan.
—Un paso a la vez —me aferro a su brazo con fuerza, demasiada dirá yo.
Me sube al vehículo y me quita los tacones, y volvemos a la misma posición yo encima de su regazo. Jamás me voy a acostumbrar a estar de esta manera, el auto se empieza a mover y cierro mis ojos, pero me mareo más de lo que estaba.
Tapo mi boca, soba mi espalda y me recuesta en su pecho. Suspiro aun con mi mano en mi boca, tarareo una canción en mi mente. El auto se mueve durante un tiempo, bastante largo a decir verdad, con mis ojos cerrados solo veo estrellitas y puntitos de colores.
¡Estoy quedando ciega!
Abro mis ojos tan rápido que Bastian se tensa, el auto frena y yo me bajo rápido, tan rápido que casi me caigo en la entrada del hotel, agarro el brazo de Thiago llevándolo conmigo a la recepción, Bastia llega un poco después y la recepcionista se mueve más rápido al escuchar su nombre.
—Su llave —la tiende y hace una reverencia.
—¡Gracias! —me apresuro a decir y corro al elevador.
Veo como Bastian ríe a lo lejos, se mueve de manera elegante intentando llegar antes de que se cierren las puertas.
—Oh, por todos los cielos que maldita sonrisa —muerso mi labio cuando las puertas se cierran y Bastian queda lejos de llegar.
Hago tiempo hablando conmigo misma, el elevador sube tan lento que pienso que me puedo desangrar y nadie me encontraría luego de dos días o hasta más. Bailo un poco hasta que escucho el sonido de las puertas abriéndose, salgo disparada buscando el número de la habitación.
Me confundí de piso.
Ahora me toca esperar a que las puertas del elevador se abran dejando ver a Thiago hablando por teléfono.
—La encontré —cuelga y se hace a un lado dandome espacio.
Y ahora la bajada de los pisos se hace eterna, hago morisquetas intentando hacer el ambiente más relajado pero no funciona termina siendo más incómodo que antes.
—¡Bastian! —me alegra tanto verlo cuando las puertas del ascensor se abren que casi me lanzo a sus brazos—. Lo siento por gritar, permiso.
Me abro paso entre ellos está vez encontrando la habitación de una, paso la tarjeta por la cerradura y entro, Bastian entra un poco después.
—Voy a ducharme —aviso viendo mi maleta justo al lado de la puerta del baño.
Amo a quien las haya traído, saco lo que puedo intentando ser rápida, cuando tengo todo me introduzco al baño, cierro las puertas con seguro. Dejo mi ropa en la silla junto a la puerta.
Tocan la puerta llamando mi atención, respondo algo rápido mientras me desvisto.
—¿Que quieres cenar?, hare pedido a la habitación.
—No importa lo que sea, solo que no contenga fresas. Soy alérgica —alzo la voz cuando estoy dentro de la regadera—. ¡Y si puedes, pide alcohol etílico, por favor!
Veo el aparatito en mi brazo, todo sea para vivir, ma baño con cuidado intentando no tocar ni moverlo, todavía molesta un poco. No duró mucho ya que tengo hambre, me seco con cuidado sacando el exceso de agua de mi cuerpo, me visto rápido y enrolló la toalla a mi cabello.
—No lo sé Thiago, solo hazlo —escucho su voz a lo lejos.
Las puertas de la terraza están abiertas dejando ver su silueta recargada en el barandal, cierro la puerta a mis espaldas. Me recuesto en la cama a esperar un poco, quisiera saber porque pedí alcohol etílico.
Ah sí es verdad, la herida del pie.
Me siento buscando el kit para retirarme el sensor, volteo la maleta hasta sacar unos cuantos dulces escondidos pero no encuentro mi kit por ningún lado. Recojo todo y lo guardo.
Bastian va pasando con su maleta al baño, me da pena pero mi teléfono está sin batería y no se dónde estamos.
—Bastian —se queda estático en su lugar —. Disculpe, señor Bergmann.
—Puedes seguir llamándome Bastian, ¿Dime qué necesitas?
—Olvide mi kit de glucosa en algún lado, y nececito uno nuevo. Puedes conseguir uno, por favor.
—Sí, dame cinco minutos —deja a medio camino la maleta y sale de la habitación.
Me siento en la cama, esperando. Puedo balancear mis pies por lo que me río.
Soy una pulguita.
Me río hasta que la puerta de la habitación se abre, Bastian llega hasta mi me tiende el kit, lo recibo y doy un gracias bajo.
—Cualquier otra cosa que necesites avísame.
Asiento y su mano acaricia mi mejilla levantando mi barbilla, nuestras miradas chocan y el sonríe.
Que sonrisa.
Su tacto se aleja de mi rostro, dejando una extraña sensación de vacío. Tiene un aroma muy inusual pero que me deja hipnotizada, el sonido de la puerta cerrarse me saca de mi ensoñación.
Extraigo el sensor y limpio el área donde me voy a colocar el nuevo, con mucho cuidado lo coloco y me duele unos instantes antes de desaparecer. Recojo todo con cuidado y lo guardo en la cajita esperando a que Bastian salga del baño para botarlo.
Conecto mi celular dejando que cargue, mis manos tiemblan un poco y agradezco haber encontrado esos dulces en la maleta, me como uno.
La puerta de la habitación suena un par de veces, dejo el envoltorio del dulce aún lado de la caja, me acerco a la puerta tomando el pomo entre mi mano temblorosa aún. Al abrirla me encuentro a unas de las trabajadoras del hotel.
—Servicio a la habitación —me mira de manera despectiva.
Se que puedo parecer una vagabunda pero no es para que me mire de esa manera.
—Gracias déjalo hay yo la entro.
—Disculpe es mi trabajo.
—Te dijo que la dejes hay, y tienes que obedecer.
Sus ojos se abren de par en par al escuchar su voz, hago como en la recepción y miro hacia arriba por unos segundos, su cabello mojado y sin camisa indica que acaba de salir de la ducha.
Editado: 05.01.2025