Daphne Bonavich.
Limpio las gotas del vapor del vidrio del baño, veo mi rostro sonrojado, suspiro escuchando unos toques en la puerta. Me doy vuelta quedando con mi vista frente a ella esperando a que hable.
—¿Sí?
—Voy a salir un momento, la comida está esperando aquí afuera. Te deje mi número de teléfono en un papel en la cómoda. Me llamas cualquier cosa.
—Si, gracias.
Luego de eso se escuchan sus pasos alejarse, devuelvo mi vista al espejo mirando mi reflejo, tengo recuerdos vagos en mi mente de la noche. Ay, qué pena con Bastian.
Lavo mi cara y cepillo mis dientes,para luego adentrarme a la ducha después de desvestirme, el agua relaja mis músculos. Suspiro alivia por el calor que le proporciona a mi cuerpo el agua tibia, la noche fue fría a pesar de dormir encima de su pecho. Me baño rápido saliendo de la ducha lo antes posible intentando dejar esos pensamientos de lado, me seco un poco más apresurada que de costumbre, en rollo la toalla alrededor de mi cuerpo antes de salir.
Al salir, sonrío encontrándome el desayuno y, a un lado el papel con su número junto a una pequeña nota.
Prepárate, saldremos. Llámame si necesitas algo.
Bastian.
Sonrío como una tonta, pero me alegra saber que saldré y no me quedaré a ver cómo se repite la misma vida que tenía antes.
Busco algo adecuado al clima, la noche fue fría pero apenas sali del baño un calor arropo todo mi cuerpo quitando la frescura que el agua había proporcionado a mi cuerpo. Busco hasta encontrar un enterizo, se amolda a mi figura solo quedando un poco ancho en las piernas. Junto a las zapatillas que me hacen ver unos centímetros más alta.
Me levanto luego de amarrarme las trenzas arrastrando mis pies por la habitación, agarro la bandeja llevándola conmigo, las puertas de la terraza están abiertas permitiendo me salir, dejo las cosas en la mesita de cristal. Voy a dar el primer bocado cuando una llamada interrumpe mi momento más preciado.
Me levanto entrando a la habitación a buscar mi celular, que no deja de sonar ni un instante, la persona del otro lado insiste hasta el cansancio, busco sobre la cama y no lo encuentro, no está en mi bolso tampoco. Me acerco a la cómoda a un lado de la cama buscando entre los cajones hasta que lo encuentro bajo la bolsa de dulces
—¿Que hay de nuevo en tu vida bichito? —escucho una voz conocida apenas contesto.
—Nada nuevo Emi, salvó que voy a salir a un lugar que desconozco —camino devuelta a la terraza sentandome donde estaba anteriormente.
—Cuidado con esas salidas, no vayas a querer darme un sobrino antes de tiempo —quiere darme a entender algo que no ha sucedido ni lo hará.
—Estas loco —su risa llena la línea —. Cuentame tu, ¿Como te ha ido con tu novio?
—Ni te imaginas, quiero que lo conozcas —suspira y me río.
—Ese suspiro parece risueño, ¿Que te traes entre manos Emiliano? —bebo un poco de jugo, esperando su respuesta.
—Nada, cambiando de tema como los locos —doy un bocado escuchando con atención sus palabras—. Tu madre me llamo demasiado histérica, dijo que no estás en Rusia, ¿A donde te escapaste, mujer?
—No tengo idea, no he hablado mucho con Bastian —limpio un poco mi boca viendo fresas picadas por toda la ensalada—. Ay, rayos.
—¿Que paso?
La alerta en la voz de Emiliano me altera más de lo que estoy, reviso mi rostro en la pantalla del celular viendo cómo se me empieza a colocar rosado.
—Emi, puedes llamar a Bastian —siento que me falta el aire con solo pronunciar esas palabras.
—Enseguida.
La llamada se desconecta y agarro el vaso de jugo viendo que es un licuado de fresa.
Especifique que soy alérgica a ellas.
Mi respiración se tranca por completo, dejo caer el vaso al suelo agarrándome con fuerza a los reposabrazos de la silla, la puerta de la habitación se abre con brusquedad, no volteo solo intento mantener los ojos abiertos, el rostro de alguien se pone frente a mi vista nublada.
La voz se distorsiona por el pitido de mis oídos, me levantan de la silla. Escucho golpes y todos los ruidos distorsionados a mi alrededor. En mi mente se reproduce la imagen de hace siete años.
No quiero morir.
Parpadeó varias veces buscando la manera de ver algo o intentar escuchar lo que sea, la falta de aire no me permite hablar. El picor en mi cuerpo es insoportable, quiero aunque sea decir algo pequeño pero mi garganta está cerrada por completo, mis ojos pican por las lágrimas que intentan salir pero se quedan estancadas. No quiero resignarme a aceptar el destino que me toca, pero no sé va haciendo otra idea en mi cabeza.
Mis manos van a mi garganta cuando ya no puedo soportar la falta de aire, las lágrimas descienden unas tras otras. Parecen limpiar lo que me impide ver, unos ojos verdes y un rostro lleno de pánico aparece frente a mi.
Cierro con fuerza mis ojos, mi mente se va apagando al pasar los segundos, las lágrimas salen sin parar dejando el rastro de mi muerte. Abro mis ojos viendo que nos encontramos está vez dentro de un vehículo, las imágenes de la ciudad pasan tan rápido por la ventana que no permiten apreciar nada.
El pitido de mis oídos me abandona dejándome escuchar pequeños fragmentos de la conversación, o gritos de parte de Bastian a quién conduce.
—Más rápido, si se muere vas a pagar las consecuencias —su tono suena intimidante y un tanto amenazador—. Me importa una mierda las multas.
Mis ojos se cierran y mi mente se desconecta del mundo real llevándome a un extraño lugar vacío y en soledad solo con mi presencia que parece generar la misma sensación del lugar un vacío inexplicable, la inexistencia de mi presencia me abruma. Me niego a aceptar que terminará en este lugar. Que este, muerta.
Grito hasta desgarrar mi garganta, pero solo se produce un eco, no recibo respuesta alguna. Caigo de rodillas al vacío, sintiendo un dolor agudo en mi pecho.
Editado: 05.01.2025