Bastian Bergmann.
Soledad.
Cómo odio ese sentimiento repulsivo que carcome mi cabeza, veo su rostro impasible sin ninguna emoción reflejada. El frío de la habitación tiene la punta de sus dedos fríos y la punta de su nariz un poco rosada, acaricio su cabello quitando algunos mechones que estorban mi vista de su rostro. Las horas que he estado aquí parado a su lado me han permitido apreciar la calidez de su presencia.
La puerta de la habitación se abre quitándome mi momento a solas con ella, volteo mi rostro unos segundos viendo al médico estático en su lugar al ver mi presencia.
—Salga —sin rechistar acata mi orden.
Dejo un beso en su frente temeroso de lastimar la, dejo su mano con cuidado en su lugar acomodando mejor la manta sobre su cuerpo. El sonido de mis pasos hacen eco en la habitación casi en silencio de no ser por la máquina que monitorea el latido de su corazón. Abro la puerta apagando la luz al salir, el médico no está muy lejos.
Al cerciorarme de que está Thiago al lado de la puerta me acerco al médico acomodando mi traje, su rostro está pálido lo único que tiene color en su rostro son sus ojos.
—El diagnóstico tiene que ser precisó —agarro la carpeta en sus manos con todos los antecedentes de mi mujer—. Nada puede quedar a la deriva, tiene que descartar todo tipo de cosas que pudo haber causado su inconsciencia. Ya me han informado que usted, no tiene un diagnóstico preciso para lo que tiene, si al solo ingresarla se lo dije.
—¿Es medico? —me cuestiona intentando parecer rudo.
—No —bajo el tono de mi voz sonriendo a medio lado—. Pero he estado suficientes veces en el hospital para saber cómo se manejan las cosas.
—Si no tiene conocimiento no puede hablar señor —intenta arrebatarme la carpeta—. La mujer a la que usted trajo estuvo en observación...
—No es una simple mujer —agarro del cuello al hombre frente a mi, alzandolo en el aire haciendo que su cuerpo choque contra la pared—. Es mi mujer, mi esposa. Si ella muere todos ustedes van al mismo fondo que toca este maldito hospital si quiero.
Lo suelto dejando que caiga al suelo luchando por encontrar un poco de aire, el pasillo está vacío solo algunas enfermeras se han detenido al ver el espectáculo. Me agachó a su altura dándole goles pequeños en su rostro, con mi mano libre desabrochó la chaqueta del traje.
—Que esto quede entre nosotros, y yo como usted empezaría a buscar la respuesta de la inconsciencia de mi esposa. Mueva cielo, mar y tierra de ser necesario, espero esos resultados.
—Si señor —asiento ante su respuesta entre cortada.
Me levanto acomodando mi traje de nuevo, camino de vuelta a la habitación pero antes me doy vuelta para ver al médico agarrándose de la enfermeras que lo ayudan a levantarse.
—Y que sea el mejor equipo médico de toda Suecia.
Veo como en un intento mediocre de asentir vomita en el suelo, me alejo antes de que algo de ese desagradable líquido llegue a tocarme. Le entrego los papeles a Thiago quien los guarda inmediatamente en la maleta que traía. Mi celular vibra en los bolsillos de mi traje, lo saco viendo el nombre del hermano de Thiago. Contesto antes de que siga llamando todo el día.
—Ella está bien, te llamará cuando despierte —cuelgo al terminar mi respuesta.
Thiago ríe pero no dice nada me abre la puerta de la habitación dejándome pasar, cierro la puerta con seguro a mis espaldas. La habitación está llena de un color blanco con algunos detalles azules.
No le va a gustar la decoración.
Suspiro pensando en ella, me siento a lo lejos está vez, los sillones no son muy cómodos para pasar toda una vida sentado aquí, miro con desprecio cada esquina de la habitación intentando concentrarme en ella dejando de lado la falta de clase de este hospital.
—A que lugar me vine a meter —muevo con impaciencia mi pierna deseando que abra sus ojos para irnos de este lugar.
—¿A un hospital? —el susurro de su voz golpea en mis oidos con fuerza, llenándome de alegría.
Al levantarme tropiezo con mis propios pies, choco con la pared agarrando me de ella escucho su risa y me siento el ser más estúpido de este maldito planeta.
Intento recobrar mi compostura volviendo a mi posición inicial de pie antes de caerme. Enciendo la luz en el camino, me quito el saco arremangando mi camisa, camino con cuidado hasta llegar a su lado dejo que el saco caiga sobre sus hombros.
—Gracias, tenía frío —asiento viendo sus ojos brillando y una sonrisa resplandeciente en su rostro.
Me está sonriendo, a mi. Solo a mi.
Mi pecho se llena de una extraña sensación de calidez, intento sonreírle de vuelta pero solo me sale una pequeña mueca, sonríe sin importar que yo no sepa hacerlo. A pesar de que su rostro está pálido y sus labios perdieron su color rosado sigue viéndose hermosa, dejo de verla antes de que quiera besar sus labios.
—¿Quieres agua? —que pregunta más estúpida, quiero cortarme el cuello.
Obviamente va a querer agua.
Niega intentando levantar su mano, relame sus labios tentándome, despegó mi vista de ellos mirando sus ojos. Una pequeña risa brota de sus labios, los toques en la puerta me hacen suspiro mirando aquella cosa que nos divide del mundo, me alejo de su lado para abrir. Otro médico está parado frente a mi, está vez una mujer.
—Vengo a revisar a su esposa, soy la médico que solicito.
Asiento y hago que pase a la habitación, Thiago asiente dándome a entender que es cierto. Le devuelvo el asentimiento dejando de verlo para adentrarme en la habitación.
El rostro de Daphne demuestra la incomodidad que siente al ver a aquella mujer mirándome de más, me acerco hasta estar del lado de la camilla agarrando su mano, dejo un beso en la punta de sus dedos.
Tengo dueña, y en tus sueños vas a ser tu.
Mi Daphne.
Dejo a la vista el tatuaje con su nombre, la doctora Carraspea intentando disipar la tensión, Daphne tiene su rostro tapado por su otra mano ocultando su nerviosismo o intentando hacerlo al menos.
Editado: 30.04.2025