Mariposa negra

Capitulo 10

Bastian Bergmann.

Si no la veo no me regaña, aunque ya es muy tarde para eso. Thiago ríe también pero intenta mantenerse sereno aunque por más que lo haga no logra conseguirlo.

Daphne se queja de mi con Emiliano, me siento cruzando mis brazos en los malditos sillones que parecen piedra, Thiago me pasa su teléfono enseñándome los correos de la empresa, me niego a creer que ya tiene el perfume listo.

—¿El empaque también está listo?

—Si, es una caja de cristal, con una pequeña inscripción tallada a mano. Y a su vez viene con un pequeño detalle, una cadena de oro puro echa también a mano.

Asiento terminando de leer el correo, los detalles de la fabricación del perfume están detallados con el paso a paso. Está hecho a base de rosas, cómo odio ese olor.

—¿Por qué olor a rosas?

—No, es a amapola, aunque tiene un toque suave a rosas.

—Diles que arreglen ese detalle en la descripción del perfume, solo aparece olor a rosas.

—De inmediato.

Le devuelvo su celular y sale de la habitación llamando a los trabajadores, me acomodo en el sillón intentando quitar el dolor de mi espalda.

—Bastian —su llamado me hace levantarme.

Está vez intento levantarme con cuidado para no tropezar, en segundos estoy a su lado, me entrega mi teléfono, aunque lo hago aun lado.

—Necesito mi teléfono, Emiliano me envió una información. Dice que es importante.

—Te lo consigo de inmediato, por ahora usa el mío.

Asiente con su ceño fruncido, camino fuera de la habitación acercandome a Thiago, informándole que es lo que necesito, sonríe y señala la maleta.

—Todo lo que necesites está ahí, a más tardar a las tres de la tarde tienes la nueva versión.

Agradezco la información y la sorpresa en su rostro se hace evidente, agarro la maleta aun lado de la puerta y me introduzco con ella a la habitación, la dejo en los sillones viendo a Daphne demasiado sería.

—Bastian —mis manos se detienen a medio camino de abrir el equipaje—. Puedes venir un momento.

Ahora que hice.

—¿Si? —me apresuro en buscar su teléfono en la maleta.

Al tenerlo en mis manos me acerco hasta ella, le entrego su celular el cual deja aún lado y me entrega el mío.

—¿Sabes de algún médico veterinario en Alemania que pueda curar a un hurón?

—¿Un hurón?

—Si, te muestro —agarra su teléfono buscando lo que sea que busca.

Apoyo mis codos en la camilla esperando, su rostro antes sonriente ahora está serio y la mirada tranquila se a vuelto una severa.

—Me lo regalo mi abuelo antes de fallecer —deja a la vista una foto donde se muestra el animal—. Emiliano dijo que no ha parado de vomitar.

—Dejame ver a quien puedo contactar —asiento entendiendo la situación, sus ojos brillan pero con un sentimiento escondido en sus profundidades.

Agarro mi teléfono marcando al único que conozco, dejo la llamada en altavoz esperando a que conteste rápido.

—Bastian, ¿Que necesitas?

—¿Sabes de hurones?

—Si, ¿por qué?

—Necesito que atiendas a uno, no ha parado de vomitar. Ahora mismo es lo que se me ha informado, pero el que lo está cuidando va a ir hasta allá para que, por favor. Lo atiendas.

—Si, solo pásame los datos de quién lo va a traer y del animal y apenas lleguen los atiendo.

—Bien.

La llamada se corta y le entrego el teléfono a Daphne que me mira extrañada.

—Ya escuchaste, rulitos. Escribe los datos y se los pasas, solo el nombre y la edad de animal. Los de Emiliano tienes colocar el nombre.

—Gracias.

Asiento, y dejo que ella sea quien se comunique con el veterinario, la puerta se abre dejando ver a la mismas doctora de antes.

—El plazo de la observación de la paciente ha concluido con éxito, solo le pido que tenga mucho más cuidado con su alimentación —alzo una ceja esperando a que siga con la información—. Se le mantendrá dos horas más aquí hasta ver que su glucosa está estable por el tiempo predeterminado, se le avisará a su esposo cuando puede firmar el alta.

—Muchas gracias, doctora —asiente antes las palabras de Daphne y sale de la habitación—. Ya escuchaste, nos vamos a ir.

—Hasta que al fin vamos a irnos del pantano en el que estamos.

—Bastian —solo una vez en mi vida escuché ese tono de advertencia y a la otra persona no le fue muy bien que digamos—. No hables así, aunque comparto un poco de tus ideales, la decoración no es muy bonita pero al menos estoy bien.

Pero en este caso en diferente, ya no siento nada que pueda involucrar sangre de por medio, sonrío a medio lado viendo su rostro. Sus labios han recobrado el color y sus ojos brillan con una intensidad que apacigua mi mente. Al terminar de examinar su rostro me devuelvo a la incomodidad del sillón.

La habitación se sume en un silencio sepulcral, aunque intento estar lo más quieto que puedo me es imposible, agarro mi celular revisando una y mil veces las fotos que he recopilado de Daphne. Agradezco haber esperado en el auto el día de la boda, si no quien sabe dónde estuviera buscando la.

Las horas pasan lento mucho para mí gusto, dejo el teléfono aun lado al ver que solo ha pasado media hora, Daphne se ha frustrado y empezó a quitarse los cables que la conectan a las máquinas, que ahora emiten un sonido tan fuerte que perturba mis oídos, le da a un botón con el rostro sereno.

—Lo siento me olvidé apagarlo antes —frunzo mi ceño antes sus palabras parece que esto ya lo ha hecho muchas veces.

A los segundos la doctora entra corriendo, agarrándose con fuerza de la camilla viendo a Daphne.

—No puede hacer eso, estamos monitoreando su corazón y signos vitales señorita.

—Si ella quiere, lo puede hacer —mantengo mi voz serena acercándome hasta estar al lado de Daphne—. Ya aguante mucho tiempo sus faltas de profesionalismo, si tan solo la primera vez que vino a la habitación no me hubiera desvestido con su mirada aguantaría su presencia. Está frente a mi esposa, ¿No le da pena, querer lo que ya es de mi mujer?




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