Bastian Bergmann.
El camino está por completo lleno de nieve no hay un solo lugar en el que se vea despejado, el camino ha Sido largo, Daphne intenta mantener sus ojos abiertos sus bostezos indican que está cansada, Thiago va lo más rápido que puede pero hasta la carretera está congelada. A lo lejos se ve el hotel, las personas transitan tranquilas a pesar del frío.
Thiago se apresura entrando al estacionamiento, la oscuridad nos absorbe de inmediato y me es extraño.
Tendré que hablar con el encargado.
Aparca casi al final, las luces alumbran la mayor parte del camino pero cuando las apaga quedamos a oscuras. El estacionamiento del hotel está oscuro a Daphne no le importa y se baja con cuidado perdiéndose entre la oscuridad, no hay una luz que indique algún camino. Agarro al gato entre mis brazos, Thiago se baja y tan solo quedó yo dentro.
Suspiro con un mal presentimiento en mi interior los ladridos del perro se escuchan tan claros bajo caminando en la oscuridad el gato se remueve ansioso e intento calmarlo sin éxito, el elevador está abierto Daphne y Thiago esperan por mi dentro, con resignación me adentro sintiéndome apresado de la sensación tan extraña que recorre mi cuerpo, el elevador empieza a marcar los pisos a los que subimos.
Daphne agarra mi mano y volteo a ver su rostro, inexpresivo pero lleno de vergüenza. Dejo de apreciar su rostro volviendo a mirar al frente, su mano está fría causando un pequeño escalofrío por todo mi brazo, las puertas se abren poco después el sonido perturba mi mente y el largo pasillo que se extiende frente a nosotros abunda de un silencio que no me gusta para nada.
Camino siguiendo los pasos tranquilos y suaves de Daphne, Thiago va más adelante que nosotros por lo que le es más fácil visualizar todo más rápido, se detiene a unos pasos de la puerta su mano se dirige a su espalda bajo su chaqueta, coloco en silencio a Daphne a mis espaldas, Thiago voltea y asiento.
—Daphne quédate afuera un segundo.
—Bueno.
Dejo con cuidado al gato en el suelo a unos cuantos pasos de ella me acerco en silencio a la puerta de la suite, escucho voces familiares pero me mantengo alerta camino lo más silencioso que puedo, evaluó la situación sin mucho esfuerzo, Thiago baja el arma pero no la guarda lo que indica que no hay peligro pero si hay algo que no me va a gustar, camino tranquilo y más confiado al solo llegar al humbral de la sala endurezco mis fracciones.
—Busca a Daphne y llévala a su cuarto, mantente en su puerta vigilante.
—Si señor —se da la vuelta saliendo dejándome a solas con ellos.
Dalia está tranquila mucho para mí gusto y el hombre a su lado está sonriente con esa maldita sonrisa que no me gusta, pero me he acostumbrado, los años no parecen pasar sobre él. Aunque su rostro se ve envejecido sigue teniendo esa actitud arrogante y mal intencionada.
—Padre —saludo caminando tan siquiera unos pasos.
—Bastian Bergmann, el hombre que me mandó un lindo recado con sus hermanos.
Sonrío de lado, ahora que lo recuerdo ese recado fue uno de los mejores que he dado.
—Agradece que no te los envíe en una linda caja de regalo con sus ojos de decoración —mantengo mi tono sereno.
Niega sin quitar esa sonrisa de su rostro, la risa de Daphne se escucha y luego el llamado de algún nombre. Algo pasa entre mis pies y luego los ladridos llenan la sala, bajo mi vista viendo al animal dar vueltas en círculos a mi alrededor.
—¿De quien es?, es muy linda —se levanta se su asiento caminando intentando llegar al perro.
—Ni lo pienses Dalia, es de mi mujer y no lo puedes tocar.
Su rostro se contrae su ceño se frunce incrédulo, la tos falsa de mi padre me hace mirarlo, dalia se aleja volviendo a su puesto cruzando sus brazos indignada tanto que su boca se pone como el pico de un pato.
—Te has casado, Bastian.
—Sí —alego como si me lo hubiese preguntado.
Agarro al animal en mis brazos llevándolo al humbral entregándoselo a Thiago quien espera pacientemente. Dalia murmura quejándose de mi con mi padre, me importa un carajo, veo a Thiago alejarse con el animal. Me voy de nuevo al lugar que me corresponde.
Me siento lo más alejado que puedo de los dos, mi padre manda a callar a la mujer a su lado, que le hace caso al instante encogiéndose en su lugar.
—Un Bergmann jamás se enamora, ¿Que paso Bastian?, necesitas un castigo.
—No necesito nada de ti, padre —acomodo el abrigo de una mejor forma, mirando el anillo en mi dedo—. Y yo no soy tu hijo ya, ¿Cierto?, a ver, te recuerdo que renunciaste a mi custodia desde hace mucho tiempo.
—Sigues siendo un Bergmann.
—Error —cruzo mis brazos sobre mi pecho,una sonrisa muy leve aparece en sus labios ante mis palabras.
—Bien, Bastian. Iluminame, ¿Cuál es mi error?
—Toda tu existencia.
Su ceño se frunce, la vena en su frente sobre sale rápido, sus ojos se vuelven más oscuros que de costumbre, voltea a mirar a Dalia que se encoge en su lugar, sin decir nada ni tan siquiera mirar su rostro, chasqueo mi lengua sonriente. Su vista recae en mi una vez más, se levanta intentado intimidarme pero ni su mirada, ni sus palabras o movimientos me afectan.
—Eres frágil Bastian, como un cristal. Con un golpe bien dirigido te puedes partir —se acerca de manera lenta dando cada paso con precaución—. Un Bergmann jamás se enamora ni cae ante una mujer, y tú por ella ya parece que estás de rodillas rogándole tan solo una pequeña muestra de amor, tu madre fue una perra sucia que no hizo más que dañar todo de ti. Todo lo que me costó construir.
Presiono mis dientes ejerciendo presión reteniendo toda la rabia en mis manos hechas puños hace tiempo, mi sangre hierve, muerdo mi lengua antes de soltar cualquier palabra.
Solo me está provocando.
Suspiro pensando, intentado relajarme, pienso en ella, en su olor característico a galletas como si hubiera horneado recién, sus ojos avellanas suaves y tan llenos de amor y una sinceridad tan linda, su cabello rizado. Y sus sonrisas que dan esa claridad al abismo en el que me encuentro día tras día.
Editado: 03.02.2025