Bastian Bergmann.
La oscuridad en la noche me hace extremeser, el silencio dentro del elevador es perturbador, me siento vigilado como si alguien esperara por mi cuando salga. Odio este elevador tarda muchísimo más que bajar las escaleras una por una. Cuento cada segundo en mi mente viendo los pisos bajar uno tras otro de manera progresiva y súper lenta.
El sonido de las puertas por fin se hacen presentes, la vista de la recepción es vacía y solo con una persona en ella que no fuera ningún trabajador, Dalila está parada frente a mi, con sus ojos llenos de lágrimas de cocodrilo y un corte en la mitad de su rostro que cruza desde su mejilla pasando por su nariz de una forma extraña conecta con su labio.
—¡Bastian ayúdame tu padre se ha vuelto loco!, no se que hacer.
—Siempre ha estado loco, quítate de mi camino. O si no, la próxima cicatriz en ti no será en tu rostro.
Doy un solo paso al frente haciendo que ella se tres hacia atrás, las recepcionistas bajan sus rostros palideciendo en un parpadeó, la sangre sale en gran escala de su corte manchando el lugar donde está, camino pasando por su lado sin importarme realmente, su estado es deplorable. Pero, se lo busco, cuando rompí el matrimonio con ella se lo advertí mi padre está loco pero quiere hacer creer que está cuerdo.
Se deja caer al suelo, limpio un poco mis manos viendo algunas gotas de sangre. Camino despacio y con cuidado de no encontrarme con alguien más en este momento, la recepción vacía me permite moverme con más facilidad. Acortó mis pasos al estar frente a la puerta, el alboroto se a empezado a formar al rededor de Dalila, sonrío a medio lado y empujó la puerta de cristal saliendo a dónde ya me espera mi auto, agarro las llaves que me ofrece el valet.
Me subo del lado que me corresponde si entiendo una extraña sensación en mi pecho. Arranco en una velocidad mínima temiento que si me alejo más algo pueda suceder, mi teléfono suena. Lo busco sin dejar de ver al frente, al tenerlo en mi mano contesto.
—Señor, se dirigen al aeropuerto.
—Voy en camino, intenta mantenerte lejos de su vista. Algo no me gusta.
—Estare al tanto.
—Mi padre tiene algo en mente y no me gusta el silencio de su parte.
Aceleró al ver el semáforo cambiar, un trailer pasa a mi lado. Otro viene de frente con las luces encendidas bajo tan solo mi vista unos segundos cuando una luz me ciega por completo, siento mi cuerpo girar en el aire, mi cabeza golpea el vidrio y luego el volante, Thiago habla pero un pitido se escucha en mis oídos, algo caliente sale de mi nariz el mundo me da vueltas mi vista se nubla en tan solo unos segundos impidiéndole saber que sucede, el sonido de pitidos y gritos hacen que mi corazón se acelera. Y ahora más que nunca temo dejar este mísero mundo.
Al fin encontré una razón por la que existir y en tan solo segundos me arrebatan lo único que rogaba porque no terminara tan pronto.
Hace diecinueve años atrás.
Muerdo mis labios aún sintiendo el golpe de la cacha del arma en mis dedos, el dolor se agudiza cuando agarra mi mano lastimada apretándola.
—Ahora correrás por el bosque, y si una lágrima sale de tus ojos olvídate de entrar a la casa.
—Sí, padre.
Jala mis dedos, quiero gritar del dolor, me obliga a levantarme del suelo, mi madre mira desde las escaleras con las lágrimas rodando por sus mejillas sin soltar ningún sonido, su mejilla izquierda tiene un moretón al igual que su ojo derecho. La rabia crece en mi pecho, pero, ninguna lágrima sale de mi esta vez no por sus mandatos sino por mi propia voluntad, está vez no me voy a romper frente a él. Mi rostro golpea la pared dejándome aturdido por segundos.
—Tienes diez minutos para recorrer todo el bosque, si llegas un minuto después te quedas a dormir con los perros.
No bajo mi rostro cuando él me mira, su rostro se enrojece de inmediato, levanta su mano llena de anillos con el estúpido emblema de su pequeña organización criminal, que no es más que una cuerda de basuras.
—¡No me veas a los ojos cuando te hablo mocoso!, maldito engendro.
Abre la puerta lanzando me al barro, mi cuerpo impacta con fuerza el dolor se hace presente en mi cuerpo, la lluvia cae con fuerza me quedo unos segundos con la cara enterrada, el dolor en mis dedos en tan fuerte cuando coloco mis manos con ligereza en el suelo, grito de frustración y la rabia que recorre por mis venas haciendo que la adrenalina se haga cargo de mi.
Mis pies quedan enterrados al estar de pies cada paso es difícil, camino alejándome sin importarme perder tiempo, prefiero dormir con los perros que dentro de esa miseria casa a la que ni siquiera hogar se le puede llamar. Aceleró mis pasos trotando bajo la lluvia que no hace más que intensificarse, el frío cala mis huesos haciendo castañear mis dientes, los perros se colocan a mis lados como siempre, los ladridos perforan con fuerza mis oídos, dándome alientos para acelerar mi paso, si quiero al menos dormir en las celdas me lo tengo que ganar, corro soltando al fin las lágrimas dejando que se camuflen con la lluvia permitiendo me drenar lo que siento. Me detengo cuando mi respiración se corta por completo frente a mi hay un árbol viejo, sus ojos secas y ramas se mueven con fuerza por la lluvia, me posicionó con cuidado frente al árbol si quiero enfrentarme a él tengo que saber dar un buen golpe.
Lanzo uno tras otro intentado dar en un solo lugar el golpe varias veces seguidas, no lo consigo y la paciencia se me va a acabando, me quito la camisa que tenía amarrando la al rededor de mis nudillos lastimados llenos de sangre las gotas de la lluvia caen limpiando la herida pero haciendo al mismo tiempo que arda, mis dedos rotos se han empezado a poner morados ejerzo presión apretando mis dientes al sentir el dolor punzante recorrer mi brazo hasta llegar a mi cabeza.
Editado: 11.03.2025