Mariposa negra

Capitulo: 21 Especial parte 3

Bastian Bergmann.

Hace diecinueve años atrás.

El sonido de las ramas crujir bajo mis pies descalzos es una tortura para mis oídos, las oscuridad llena el bosque por completo. La luna parece seguirme con cada paso que doy uno más rápido que el anterior, me río perturbado el silencio abrumador que solo era invadido por el crujir de las ramas que lastimas mis pies hasta incrustarse, pero el dolor desaparece luego de segundos en los que se incrustan cada vez más.

Sus gritos llenos de rabia se escuchan a lo lejos, los canes corren a mi lado ladrando quizás avisándome de algo o alguien. Pero aún así no miro a mis espaldas mantengo un rumbo fijo, si llego antes de que me atrapen al menos me dejarán en una celda aparte que la de los leones hambrientos.

Mis fosas nasales arden que parecen estar en llamas, mis pulmones quedan sin oxigeno por un largo periodo de tiempo, haciéndome difícil tan siquiera moverme, bajo mi ritmo al dejar de escuchar aquellos gritos furiosos.

—Boby y Rocky —llamo a los animales al no ver ni un poco de sus cuerpos a mi alrededor.

Se camuflan tan bien con la oscuridad que no se descifrar donde se encuentran, me siento en el viejo árbol de sauce que recuerdo tan bien, cada raíz fuera de la tierra cada crujido que da con un leve movimiento del viento, y al solo tocar su viejo tronco desgastado llenos de sabía, cierro mis ojos respirando rápido tanto que me mareo al tan solo hacer un pequeño movimiento con mi cuerpo, algo caliente sale de mis pies una hoja cae en mi rostro lleno de un sudor que parece infinito.

El ardor de hace tiempo reaparece haciendo que el dolor en la planta de mis pies se haga más fuerte, no me muevo para nada solo intento mantener mi cuerpo recto para que el dolor sea el menor posible.

Intento levantarme una y otra vez, hasta que creo darme por vencido, no escucho más que la sangre correr por mis oídos y un fuerte pitido en estos, quiero llorar pero ni una sola lágrima sale de mis ojos. Las luces de las linternas me hacen abrir mis ojos, me apresuro a levantarme con todo el dolor del mundo en las plantas de mis pies, doy unos cuantos pasos contando cada uno para empezar a correr de nuevo pero, el sonido del arma se hace presente.

—Detente, Bastian.

Su voz cruda me hace parar, a tan solo unos pasos de salir del bosque, respiro con fuerza apretando mi mandíbula lo más que puedo, una luz de frente me ciega tan pronto como da en mis ojos, caigo al suelo gimiendo bajo de dolor, unas gotas de lluvia apenas caen, miro al cielo sin poder creer mi destino, todo lleno de cosas en las que jamás serán nada buenas para mí. Mi futuro sigue en blanco sin un rumbo fijo, pero desde ahora cada linea que se forme en el libro de mi vida la escribiré yo, y cada página que no me sirva la arrancaré y volveré a empezar desde el punto más importante.

Cubro mis ojos intentando ver su reflejo, o tal vez su cara desfigurada, los canes llegan de algún lugar, desde tal vez lo profundo del bosque. Me levanto rápido intentado quitar la tierra de mis manos, aunque el dolor se ha intensificado a gran escala, no hago ningún sonido, solo me muevo a su alrededor siendo seguido de los animales que gruñe en su dirección, su risa perfora el silencio que se había creado.

—Haz que dejen de gruñirme.

—¿O sino qué? —bajo el tono de mi voz y la enemistad se hace presente—. ¿Me vas a matar o tal vez disparas al aire?, pendejo.

—Unas palabras un poco fuera de lugar para un niño de tu edad. No crees.

—Esa la puedes responder tu mismo —su rostro se gira cada vez más cuando doy la vuelta a su alrededor, sin bajar su arma—. Yo que tú bajaría esa arma, colador.

—¿Colador? —su voz baja llena de rabia me hace sonreír a medio lado.

—Oh, lo siento. Pensé que era tu nombre, por eso —señalo su rostro.

—Mendigo crío de mierda.

Me río bajo, unos cuantos hombres hacen un circulo a mi alrededor procurando no tocar a los canes, levanto mi vista al segundo al mando de mi padre, el colador se mueve con sigilo escaneado mis movimientos, queriendo parecer intimidante.

—Dejate de juegos, coladorsito. Y si vas a disparar, hazlo, ya quiero ver qué le dirá a tu jefe si su juguete llega con algún golpe.

—Calla, y no me retes, no sabes de lo que soy capaz.

Todo se detiene en el momento en que escucha el seguro de un arma giró mi rostro a mi costado viendolo a él, con su arma apuntándole al animal el perro no deja de gruñir pero aún así el descarga suelta el primer disparo el sonido estalla en el silencio del bosque, otro le sigue, el perro no deja de gruñir aun en sus últimos momentos, otro disparo está vez a su cráneo matando lo de inmediato pero no lo deja da uno tras otro hasta que se le acaban las balas. Levanto mi vista del cuerpo inerte de lo que para mí fue un amigo, un protector y tal vez mi fiel compañero, él tiene una sonrisa que abarca más de la mitad de su rostro desfigurado lleno de cicatrices viejas y solo una nueva le llenará el rostro y es la que yo le haré.

—Eres un maldito —mantengo mis ojos en él pero mi respiración está agitada a tal punto que solo en el sonido silencioso del bosque se escucha mi respiración, la rabia crece en mi interior cuando alza su pistola contra el otro animal—. Baja esa arma.

—¿O sino qué?

—Seré yo quien deje una cicatriz en ese rostro al que los gusanos se comerán y seré yo quien te envié al agujero donde te pudrirás.

Su risa invade lo que antes volvía a ser silencio luego de los disparos, el can se posiciona frente a mi, jalo su collar conociendo que quiere hacer, sonrío y me coloco de cuclillas mis músculos se contraen un calambre agarrando mi pie obligandome a estirarlo unos cuantos segundos.

—Corre —susurro sonriendo.

Dejo que su fuerza me arrastre unos segundos sacándome del circulo de personas en el que me encuentro,me levanto tan rápido como puedo para no hacer al animal cargar con todo mi peso, el olor a sangre se mezcla con la tierra mojada la lluvia empieza a caer con fuerza, mis pies arden más que antes, el sínodo de sus gritos llega desde mis espaldas, me río como loco. Las luces de la casa se ven a lo lejos, el reflejo llega hasta la entrada del bosque alumbrando mi camino, antes vacío.




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