Bastian Bergmann.
Hace diecinueve años atrás.
Abrazo mis piernas pegándolas a mi cuerpo intentando encontrar un poco de calor en la fría celda llena de un olor a sangre tan vivido que me hace sonreír, aún queda la sangre esparcida por todo el orillo de la celda. Atenea se ha acostado junto a Duster hace tiempo, suspiro viendo mi aliento salir hecho humo, el frío cala mi piel descubierta.
Entierro mi rostro en el pequeño espacio entre mis piernas y mi pecho. Dejo mi cuerpo caer con cuidado al suelo algunas gotas de lluvia se cuelan por la pequeña abertura en la pared, miro mis manos llenas de callos y sangre que aún brota de mis pies, una lágrima solitaria rueda por mi mejilla, un osico se pega a mi cabello levanto mi vista encontrándome a Duster seguido de Atenea y los cachorros no tan pequeños, se colocan a mi alrededor formado un círculo casi haciéndolo parecer un trono de leones.
Acaricio la melena de Duster escuchando un pequeño sonido proveniente de su garganta. Sonrío y me recuesto en su estómago, el calor que transmiten es reconfortante. No logro cerrar mis ojos, algo caer retumba por todo el lugar. Solo miro a las afueras de la celda encontrándome a mi padre junto su según al mando y a dos de sus hombre llenos de la sangre de Rocky y Boby.
—¿Que le hiciste a mis leones crío de mierda?
Me río ante sus palabras, los orejas de los animales se mueven muy rápido atentos a cualquier cosa, me levanto suspirando antes de que el dolor inveda mi cuerpo y me tumbe al suelo. Camino en su dirección teniendo cuidado de no pisar las colas de los animales.
—Simple, se han empezado a acostumbrar a mi presencia, padre —hago énfasis en la última palabra viendo la tranquilidad de sus ojos ser opacada por una rabia indescriptible.
—Agradece que estás tras esa rejas.
—¿O qué?, ¿Me vas a pegar? —Me río dejando caer mi cuerpo al suelo en un golpe seco, Duster llega a mi lado mostrando sus dientes—. Por favor, si haces todo lo que te dice coladorsito.
—¡Que dejes de llamarme así crío! —arrebata las llaves de las manos del hombre a su lado.
Sonrío y me quedo en mi lugar viendo su desesperación al intentar abrir la reja, mi padre está furioso la mayor parte de su vida es controlada por el colador, un ser estúpido pero sabe lo que hace. El click es instantáneo, la puerta cede y el entra furioso siendo seguido de los dos hombres, los leones se colocan a mi lado solo esperando un movimiento, se que solo puede que yo sea su comida pero si lo matan a él es mucho mejor.
Sonrío viendo su mano estirarse para intentar llegar a mi, sus pupilas están dilatadas su respiración alterada y cada uno de sus pasos han dejado de ser calculados.
—Pasate de estúpido, a pedante. Aunque los dos son iguales de simios, uno se quedó muy atrás y no evolucionó.
—¿Que dices, Bastian? —su labio cortado se alza en una sonrisa muy fea y desfigurada.
El contorno de su mejilla se arrugan ante las cicatrices. El hombre que entra tras él dispara, el animal cae frente a mi uno de los cachorros ha muerto, los leones lo ven en el suelo y está vez si rabia aumenta su baba se vuelve espesa y gotea, pero parecen esperar algún momento para lanzarse encontra de colador.
La sangre del animal no tarda en esparcirse a su alrededor formado un gran charco, su risa retumba por las paredes de la fría celda, mi progenitor entra mirando con repugnancia a las bestias que me rodean, los hombres que los siguen siguen unos cuantos pasos más desde donde él se quedó, sus rostros tapados por una máscara negra lo único que se ven son sus ojos. El frío que entra desde la abertura en la pared hace que mi piel se erice, sonrío a medio lado viendo a los hombres intentando intimidar a los animales que en vez de retroceder solo avanzan en su dirección, cada paso es medido con posición pero aunque los animales están dispuestos a luchar su cuerpo y condiciones no los ayudan. Los hombres le quitan el seguro a sus armas, el colador viviente ríe al ver cómo con unos cuantos disparos ya an matado a los dos cachorros que quedaban, Atenea retrocede pero Duster mantiene su posición desafiante, otro disparo perfora el aire, está vez cerca de mi. No me exaltó solo veo la bala que ha impactado contra el suelo, levanto mis cejas, solo hay una pequeña parte del suelo levantada, devuelvo mi mirada a los simios que rien ante mi actitud.
—La próxima vez será entre ceja y ceja —advierte mi progenitor caminando en mi dirección.
Levanto mis manos aun con el dolor agonizante en mis muñecas pero más soportable.
—Exacto, entre ceja y ceja. Marica —pronuncio cada palabra con el mismo tono de voz amenazante.
Sus ojos se vuelven negro su pupila arropa todo el color de ellos, la furia que se mezcla con otro sentimiento no deja pensar con racionalidad su diminuto cerebro, cada uno de sus pasos levanta el polvo de la celda un disparo y el cuerpo de Duster caen desplomado en el suelo, aprieto mis dientes, está noche han habido más muertes que nunca. Y eso para mí solo significa una cosa, algo sucedió, algo grande.
—Dile eso a tu madre, escapó como una cobarde, y ¿Sabes por qué te dejo?
Bajo la cabeza para luego reír, no importan sus razones, pero. Se que no me dejara por mucho tiempo con el lunático frente a mi.
Sus manos no tardan en llegar a lo que queda de mi vestimenta, los trozos de tela que cubren mi cuerpo son agarrados con ferocidad por él, levanto mi cabeza dejando ver la sonrisa que está por mi rostro.
—De que te burlas, ¿Eh?, solo eres un estorbo. Nunca debiste nacer, no sirves para nada y nunca lo harás.
—Sabes —acerco más mi rostro al suyo, teniendo en cuenta que lo que diré me costará caro—. El cobarde eres tu, cada parte de ti está construida a base de mentiras. Huyes cuando tienes la soga en el cuello, desapareces como la rata que eres y no puedes afrontar tus propios problemas a mi ser que alguien más decida por ti. Eres incompetente sobre todo, y si mi madre se fue, ella volverá para destruirte, si me matas la pagarás caro. Vendré desde el averno para molestarte y no te dejare en paz hasta que estés en ese lugar siendo consumido por las llamas.
Editado: 11.03.2025