Mariposa negra

Capitulo 29

Daphne Bonavich.

Empujó la puerta, la campanilla en ella suena indicando mi entrada un ligero aroma chocolate inunda mi nariz, el malestar que se estaba gastando en mi estómago parece aplacarse con el aroma, la cafetería está casi vacía, solo hay unas cuantas personas en cada esquina. Thiago se aleja de mi sentándose en una de las mesas más cercanas a la caja.

—¿Cansado de cruzar la calle?

—La calle, casi cuatro cuadras, corriendo tras de ti, porque te asusto un perro. Todo porque no quisiste venir en la camioneta.

—¡Oye!, salió saltando de la basura —sonrío y me terminó de dirigir a la caja.

El calor fuera del hospital es un poco reconfortante, un chico de tez pálida se acerca con una sonrisa que podría hacer que a cualquier otra chica se le acelerara el corazón por su sonrisa, su cabello negro y sus ojos profundos, tan grandes pareciendo un pequeño cervatillo.

—¿Que desea pedir?

—Cuatro cafés, dos con caramelo, uno negro sin azúcar y tengo una petición sobre el último —miro sobre mi hombro y encuentro a Thiago en su teléfono—, ¿Se le podría cambiar el azúcar por sal?

—Claro, ¿Amigo o novio? —se gira para preparar el pedido.

Para mi su pregunta está de más pero se me hace un poco incómodo e inevitable no responder.

—Es amigo, de mi esposo.

—Oh, disculpe mi pregunta.

—¡Niño chismoso!, deja a la señorita en paz.

—¡Abuela! —se queja con el rostro rojo.

—Prepara su pedido y retirate.

Una señora no tan mayor se acerca a la caja, su cara está llena de pequeñas arrugas, sus ojos ligeramente apagados pero con un brillo que transmite intranquilidad a mi ser, una sonrisa se extiende por su rostro. Se me hace conocida pero no sé dónde.

—Su pedido.

El chico deja el pedido frente a mi, pero no me mira sólo se da la vuelta y desaparece por una puerta, le sonrió a la señora frente a mí sacando mi billetera. De una cantidad considerable de dinero frente a ella, agarro los cafés y agradezco a la señora, camino llegando al lado de Thiago, agarro su café dejando lo frente a él, sus dedos se mueven rápido sobre el aparato en sus manos.

—Thiago nos podemos ir —anuncio agarrando el mío dandole un sorbo.

Suspiro sintiendo como el elixir oscuro baja por mi garganta, calentando mi cuerpo haciendo que me relaje un poco, Thiago no tiene intenciones de moverse, me siento a su lado mirando nuestro entorno, el cuerpo de Thiago obstruye mi vista a la señora que aún permanece en la caja, me de ir un poco de lado consiguiendo visualizar un poco, la mujer permanece ahí, pero no en la misma posición su cuerpo está a medio lado parece que habla por teléfono, mira cada dos segundos sobre su hombro su voz es baja y apenas con todo el silencio en este lugar solo logro escuchar murmullos, el tono asustado de su voz pero no consigo distinguir sus palabras con claridad, su cuerpo se gira tan rápido que apenas me da tiempo de reaccionar y ahí es cuando veo su mirada, sus ojos penetrantes como si quisiera ver en mi interior, dejo de verla sintiendo un escalofrío recorrer todo mi cuerpo. Thiago por fin levanta su vista del teléfono, agarra su café y con solo un movimiento de cabeza me indica que salgamos.

Lo sigo en silencio el trayecto a la salida es corto y silencioso aunque así lo prefiero a veces se me suele hacer extraño de Thiago que generalmente está haciendo cosas o hablando por teléfono pero hoy eso parece ser diferente no ha bebido ni un pequeño sorbo Me guía de vuelta al hospital camino bebiendo un poco más hasta acabar el primer vaso las dos cuadras se acaban y ya solo nos queda cruzar la calle, al otro lado de esta misma lo veo. Veo a Mason su cabello se mueve con el ligero viento y sus ojos penetrantes parecen escanear me desde la distancia parpadeo y él desaparece una alucinación, eso es. Una maldita alucinación.

Agarró saco de thiago con el vaso aún en la mano la calle se despeja un poco Thiago da cada paso con precisión llevándome con él lo veo llevarse el vaso a los labios, sonrío anticipando su reacción pero no hay nada ni una pizca de disgusto en su rostro me niego a creer que le gusta el café con sal. Suelto su saco al pisar el otro extremo de la calle a lo lejos en la entrada del hospital puedo distinguir a Bastian está hablando por teléfono Thiago sigue bebiendo tranquilo su café me fastidia haber fallado.

Ni en el robo perfecto fallaron así de feo.

Coloco mi vaso vacío en su lugar junto a los otros agarrando el de Bastian, me acerco a él extendiendo el vaso que recibe sin mirar, nuestros dedos se rozan por una pequeña fracción de segundos retiro con rapidez mi mano él parece no notarlo da un sorbo grande al vaso para luego botarlo casi mojándome unas cuantas gotas logran alcanzarme mojando mi brazo Bastian corta la llamada miro a Thiago buscando una explicación aunque sé que el no la tiene.

—¿Por qué tiene sal?

—¿Sal? —Le devuelvo la pregunta sonriendo no aguanto la risa y me aferro a Thiago para no caer me pude haber equivocado pero fallé con éxito.

—No es divertido se va a enojar —susurra intentando contener su risa.

—Me importa muy poco Thiago, y no me digas que no es divertido.

Se ve a leguas que no se aguanta la risa pero le da un trago a su café atragantándose cuando Bastian decide que tiene que volver a probar me río más fuerte, que asco, una sola vez caí en ese juego de Emi y fue un asco duré tres días con sabor a café dañado fue horrible Thiago me hace caminar tras Bastian quién va refunfuñando pero da tragos al café para luego botarlo Thiago abre la puerta de la camioneta para mí, me sube cerrando tras de mí.

—Oye Bastian no te puedes molestar.

—Claro que puedo, ¿Ya te vas a dejar de reír?

—No hasta que le dejes de dar una oportunidad a ese café.

Asiente en silencio dejando el café en el portavasos y mi risa va disminuyendo mis mejillas duelen tanto que parece como si me hubiera puesto una pinza en cada una estirándolas hasta no dar más sus ojos me miran por el retrovisor me cayó de repente intentando contener mi risa el sonido de la puerta cerrar retumba en mis oídos despegó mi vista de él, Thiago arranca a una velocidad regular aún siento su mirada pero optó por mirar por la ventana las calles tranquilas sin mucho alboroto. Las personas en sus propios asuntos, los grupos de los jóvenes riendo, un pequeño rocío cae sobre el cristal mojando la ventana bostezo con el cansancio saliendo por cada poro de mi cuerpo me recuerda esto en el asiento cerrando mis ojos, escucho sus voces no más que en un murmullo distante mi mente queda en blanco y cada incomodidad desaparece.




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