Bastian Bergmann.
La galería se ha llenado de a poco, mi cuerpo está rígido de tanto estar en la misma posición por horas, podía apartarla pero por cómo están las cosas creo que es lo mejor. Odio que me obliguen a elegir y se lo voy a dejar muy en claro a mi querida suegra y cuñada.
—¿Está listo lo que te pedí, Thiago? —encorvó más mi cuerpo, quiero que el dolor físico me haga olvidar todo lo que le dije.
—No, terminarán mañana de quitar las decoraciones.
—¿En que querían convertir mi casa?, ¿En una maldita feria o cómo?
Escuchó su suspero ante mi respuesta, odio esta parte de mí. La parte que me hace ser irracional, pero es lo que hay por ahora, abajo en la primera planta la figura de una mujer se hace presente, su presencia para mí opaca a las demás, ella se ríe por algo que le dice su acompañante. Mi Daphne camina observando las obras, otro par de brazos se apoyan a mi lado.
—Un gran punto de encuentro para hacer negocios, ¿Quien sospecharía de una indefensa galería? —su voz cruda llena de diversión me irrita aun más.
—¿Y quién lo haría? —devuelvo la pregunta cuestionándolo.
—Que genio, Thiago, ¿Qué le ocurre?
—No te incumbe —respondo rápido como si de improviso yo hubiera anticipado su estúpida pregunta—. Y ya, ilumina mi mente con la propuesta que tenías.
—Armas...
—Ya tengo proveedor —cortó rápidamente.
Su suspiro descontento me hace gracia, aunque no me río, ni sonrío, mis ojos aún están cautivos en la hermosa mujer de vestidores y cabello rizo, veo cómo camina más lejos. Desapareciendo de mi vista, repito su acción unas cuantas veces en mi cabeza, cuando por fin me va a voltear la veo sonriendo saliendo de las escaleras que dan al segundo piso, de donde estoy puedo ver la copa llena de algún tipo de alcohol.
—Como te decía...
—Calla —lo vuelvo a cortar.
Una de sus manos se posa en mi hombro, despegó mi vista de La bella dama a las que alejé con una razón estúpida. Mira su mano intentando transmitir en mi mirada toda la rabia que llevo en mi interior.
—No me mires así, ni me gustan los pelinegros de ojos verdes —quita su mano para alzarla y señalar al lugar que antes miraba—. Soy más de pelicastaños de ojos mieles.
—¿Emiliano? —digo viendo donde señala, en rápida sucesión devuelvo mi vista Adrián para luego llevarla a Thiago—, ¿Lo sabías?
—No —su mandíbula se contrae y sus ojos serran tan fuertes que me es difícil descifrar Si tan solo está esperando a que se le exploten sus glóbulos oculares.
—¿No te dijo de lo nuestro?
—No, Claro que me lo dijo solo que la parte en la que me decía tu nombre. Pero en teoría, lo hizo —abre sus ojos dando un paso al frente para luego retroceder ese mismo paso, sus manos a sus costados hechas puños, continúa viendo sonreír.
Maldito desquiciado.
Devuelvo mi vista donde se encontraba Daphne y Emiliano, donde se supone que estarían pero ya no lo hacen, por los gritos de thiago volteo viendo lo acercarse a grandes pasos hacia Dean, quién se mantiene tranquilo a pesar de saber que mi querido amigo es muy capaz de matarlo.
—¡Oye, Thiago! —la risa alegre de su hermano se apaga tiñendo su voz de un alardeo de advertencia—, ¡Y tu Dean, ven aquí!
—No, no voy panquecito.
—¿Panquecito? —es una burla Daphne arrastra las palabras, pero la confusión tiñe su rostro.
—No le hagas caso Daphne, está ebrio.
—Ebrio, ¿En serio Emiliano?, ebrio —réplica Thiago alejándose de Dean para acercarse a él.
—Yo, mejor me voy —arrastra cada palabra, despegó mi cuerpo del borde de la terraza para alcanzarla.
Palmear el hombro de Dean cuando pasó a su lado deseándole suerte, en silencio. Su mirada tranquila enfurece a Thiago cuando lo voltea a ver, mi querido suicida se apoya despreocupado en el borde de la terraza. Los colores se suben a su rostro, detengo mi paso retrocediendo para agarrar lo de sus brazos, uno de los codos de Thiago impacta con mi costado, hago más fuerte me agarro respirando con dificultad, no le presto atención a sus gritos y arrebatos intentando soltarse, deja de gritar y agradezco por ello. Voy aflojando mi agarre de a poco, al soltarlo por completo ya ha dejado de querer matar al novio de su hermano o al menos intentar.
—Bastian, te recomiendo ir tras Daphne. Ha bebido de más habla haciendose a un lado.
Emiliano intenta sonreír pero solo consigue una mueca, alzó una ceja y me dirijo escaleras abajo, rogando porque aún no se haya ido, voy bajando de dos en dos, al llegar a la segunda planta la recorro hasta asegurarme que no está, cada obra de esta maldita exposición me recuerda mi error, cada pintura está llena de algunos de mis malos recuerdos, así que me apresuro lo más posible en bajar las escaleras. Aceleró mis pasos al oír su voz, al llegar al final la veo hablando con la dueña de la galería o Eso era antes que yo la comprará.
—¡Bastian! —escucho mi nombre entre los presentes, un socio se acerca sonriente.
Los saludo con un asentimiento de mi parte, escuchó sus palabras por leves momentos, me retiene hablando durante un buen rato pero eso me permite verla, su rostro se voltea y yo fuimos a estar interesado en la conversación que sostiene el hombre frente a mi.
—Una hermosa exposición y sobre todo ese cuadro, el de la señorita con un hermoso cabello.
—Ya está vendiendo —corto su charla—. Estoy apresurado, permiso.
Dejo al hombre y persigo a la mujer que antes halagado con su silueta en aquella figura, deja la copa vacía en la bandeja del camarero en la única entrada de salida del lugar. La veo desaparecer, algunas personas se interponen en mi camino, ni bien se acercan yo me alejo de inmediato. Al salir el ocaso se hace presente, la puedo ver a lo lejos mi chofer se acerca a ella y le propone algo, ella siente y lo veo señalándome sacó mi teléfono y me dejó ir hasta el nombre de Thiago lo marco y no tarda en contestar, escuchó su voz más calmada cuando habla.
Editado: 09.09.2025