Daphne Bonavich.
Las nubes esconden el sol, los colores del cielo se hacen menos intensos luego de un tiempo, el valle se extiende a la lejanía y las flores abundan con libertad, solo sintiendo el viento y siempre hermosas. Frescas con las ligeras lluvias esporádicas, los moros de la antigua estructura están llenas de enredaderas algunas verdes y otras marchitas, el tiempo ha desgastado cada parte de este lugar. Recuerdo cuando Emiliano me trajo para mi cumpleaños y es el único recuerdo feliz que tengo de esa fecha.
La noche parece apresurada por caer las nubes abren paso a la luna que hoy parece triste, su luz escasa y ninguna estrella la acompaña, bajo la escalera el ligero viento se hace cada vez más frío, mis hombros desnudos hacen que lo sienta es lo más profundo de mis huesos, pero el dolor físico es solo un recuerdo a mi alma de aquella herida que fue lastimada, de nuevo.
Bajo fingiendo tranquilidad, camino entre las flores unas escasas luciérnagas merodean al lugar, aunque el pasto está ligeramente húmedo la tierra parece estar suficientemente mojada para hacer que cada uno de mis pasos suenen miro los muros llenos de flores y me sorprende ya que según se las flores no pueden romper muros de concreto pero creo saber que ya nada es imposible, solo que se cree imposible porque no se ha visto suceder.
Salgo del viejo pero hermoso mirador, camino un tramo más corto para llegar al lado del chofer quién tiene la puerta abierta ya para mí, otro auto pasa a toda velocidad a nuestro lado, dejando un rastro de polvo asuán apresurado paso, estornuda y termina de subirme al vehículo.
—La llevaré a la villa de los Bergmann, el señor acaba de informar la ubicación.
Asiento un poco desubicada, el camino de tierra no es largo solo es un poco tedioso un movimiento que se produce ocasionalmente, este lugar está desierto sin contar nuestra presencia, el paisaje tras la ventana se ve mágico, sin las luces de la ciudad las luciérnagas resaltan los árboles escasos al igual que los pocos arbustos se muevan al compás del viento la primavera poco a poco se va apoderando de las plantas y el clima.
Una gota rueda por mi mejilla a luego de llorar unas cuantas noches aún tengo lágrimas, las limpio apretando mis labios, el camino de tierra por fin termina y la ciudad empieza. Las luces de los edificios se hacen en constantes en algún punto, mi teléfono suena en algún lugar muevo mis manos por los asientos a mi lado cuando lo alcanzo ve el número de Mason que me ha estado llamando constantemente, contesto queriendo soltar algo de inmediato, pero lo que se escucha al otro lado de la línea es otro golpe a mi corazón.
—No, ella no es importante. Para mí ella es solo un activo, me recuerda la repulsión y el odio que le tengo por ocupar el puesto que le pertenece a su hermana o al menos intentarlo —el tono grave perfora mi oído la repulsión está en cada una de sus palabras.
No puede ser él, no quiero perder todas las esperanzas. No ahora, y no así.
—¿Eso es lo que representa para ti?
—Quiero dejarle algo muy en claro, señor Rossi, para mí ella es solo una ficha de cambio.
—No se preocupe en decirme señor Rossi, mejor dígame Mason.
La llamada se corta el mundo parece darme vuelta pero solo una pregunta se formula en lo más profundo de mi mente, ¿Qué hacían ellos dos juntos?
—¿Puede dar la vuelta en la esquina que sigue? —digo, dejando a un lado el teléfono. Sin prestar mucha atención a donde ha quedado.
El chofer asiente a mi pedido un poco confundido su ceja se mantiene arriba durante los siguientes segundos, pero aunque no quiero que me importe su reacción, lo hace. Me importa, pero solo quiero escapar unos instantes más. Emiliano tenía razón pero sus palabras estaban un poco desorganizadas, internet es más fuerte que mi resaca de dos días.
El auto se detiene sin que yo lo pida y lo agradezco, las personas caminan en sus propios mundos, la vida sigue aunque tú ya hayas quedado atrás y hayas quedado en desventaja.
Camino mirando ocasionalmente a mis espaldas, el bullicio de las personas apaciguan mis pensamientos, dejándome visualizar por lo que pareciera la primera vez las calles de Alemania, no hay cara familiares por ningún lado y lo agradezco, es un respiro de libertad, aunque de vez en cuando puedo sentirlo, sentir su presencia mis espaldas, su voz en mi oído como un eco espeluznante. En algún punto creo sentir su tacto pero solo es el rosa de mi hombro con el cuerpo de Los caminantes, intentó buscar mi teléfono en alguna parte Pero solo entonces recuerdo que lo dejé abandonado en la camioneta.
Devuelvo mis pasos, la noche se hace más fría hay menos personas en las calles, la luna brilla en lo alto Y a lo lejos lo consigo distinguir en el mismo puesto que cuando me fui.
Solo doy unos cuantos pasos, antes de ver como el conductor baja con el rostro totalmente pálido.
—Su caminata por la ciudad tendrá que esperar señorita, el señor indicó que la llevara de inmediato a la casa.
El miedo tiñe su voz, sus movimientos al abrir la puerta para mí parecen deliberados pero son sumamente calculados, su rostro frío e impasible se vuelve sonriente intentando ocultar el miedo que crece con cada segundo.
Me subo recogiendo mi teléfono marcando el número que conozco con cada célula de mi cuerpo.
—¿Baby? —escucho su confusión luego de que contestara.
—Necesito tu ayuda.
—¿Dónde y cuándo?, voy saliendo.
—Te paso la ubicación en cinco.
—Nos vemos —corta la llamada luego.
El movimiento es leve por momento, luego bruscos con la secuencia mi cuerpo se empieza a adormecer, pero obligó a la pesadez que va a desaparecer Y aunque lo intento no cede. Miro por la ventana como las luces de la ciudad empiezan a desaparecer dando paso a una zona más despejada y sin tanta contaminación lumínica; dejando ver las estrellas y a la luna en lo más alto casi oculta por las nubes.
Editado: 05.07.2025