Mariposa negra

Capitulo 36

Bastian Bergmann.

Por más que quiera no puedo concentrarme en la conversación con Dean, se que habla de contratos y algunas cosas que debo firmar como mi adminitrado personal. Se encargaba de todo el manejo del dinero de mis empresas y también el que estaba destinado a financiar a mi familia.

Intento concentrarme y lo consigo, escucho con atención cada palabra que sale de la boca del ser que tengo por amigo. Suspiro y de mi boca sale un bostezó, tamborileo mis dedos en la mesa, intentado no hacer ruido. Pero, un golpe deja a Dean sin palabras y lo agradezco, devuelvo mi vista a los dos borrachos frente a mi y solo escucho una risa junto a algunos quejidos de dolor.

Apenas y podía tocarla o tan siquiera hablarle, pero me levanté de mi asiento casi al mismo tiempo que Dean, él parecía estar furioso con todo su entorno. Pero cada vez que veía a Emiliano su rostro se volvíaas tranquilo y solo entonces empecé a preguntarme si eso realmente me sucedía a mi cada vez que yo la veía.

Mi mirada queda en el suelo, viendo como se deja de reír al ver cómo tiendo mi mano, no la toma por lo que me acerco un poco más y sin importar quien esté me arrodilló frente a ella una vez más, sus ojos me examinan un poco rojos por la falta de sueño y por la forma consecutiva en la que su cuerpo ha recibido alcohol, la agarró con cuidado de sus brazos temiendo lastimar la. Cuando está en cuncliyas frente a mi, dejo que mi mano por instinto se acerque a su rostro para quitar los mechones de cabellos que se le han pegado. Unos balbuceos nos devuelven al lugar que no quería volver, sus labios forman una sonrisa. Pero sus ojos no reflejan felicidad al verme, ella se voltea y se agarra de la mesa para apoyarse.

Dean mantiene agarrado a Emiliano, que deja de reír para dejar salir un chorro de vómito, el olor se esparce rápido. Más yo no me puedo mover tal parece que me ha dejado clavado. No la puedo culpar a ella, quien no hizo más que cuidar de mi y mis estupideces, como no desearía no haber recibido esa llamada en el hospital. Desearía volver a ser ajeno a quien debería ser en verdad, y tan solo si pudiera cumplir mis deseos sería malditamente menos así, como todos creen que soy. Obligo a mi cuerpo a moverse, apoyo mis manos en mi rodillas enderezando mi posturas y antes de que pueda reaccionar la vuelvo a tener en mis brazos.

Ella ríe, sin darse cuenta o al menos eso me dejó pensar. Sus movimientos me recuerdan a alguien, levanto mi vista y no está tan lejos de los recuerdos que tengo del él, la misma sonrisa cuando lo hacía, el mismo color de ojos y el mismo color de cabello. Las mismas expresiones faciales.

¿Cómo mierda no me di cuenta antes?

Antes, si también solo pudiera retroceder el tiempo y decirle, decirle que la encontré. Que encontré a quien el buscaba con tan solo la foto de un bebé. Bajo mi mirada luego de un tiempo, cargo a Daphne dejando que uno de mis brazos se pose por debajo de sus rodillas. Su cabeza se recuesta en mi hombro. Y solo por fin puedo pronunciar palabra.

—Necesitas dormir, es muy tardes. Te dará un baño y luego a la cama.

Su risa deja de escucharse, sus ojos se abren y me miran desafiantes, sus brazos se cruzan sobre su pecho y su boca se vuelve una pequeña línea.

—Que seas mi esposo no te da derecho de darme órdenes.

No, no lo hace, pero jure protegerte de quien sea, y más si ese alguien soy yo.

No encontraba palabras para decirlo, entonces solo asentí y empecé a caminar, en pasos lentos permitiendo al máximo llevarla en brazos. Solo detengo mis pasos al estar junto a Dean y voltear a verlo, y ver ese rostro tan conocido pero que ahora de tan solo verlo puedo, solo pensar en disculparme.

—Deberias intentar hacer que descanse, elige cualquier habitación del segundo piso. Si necesitas algo no dudes en pedirlo —digo, sin apartar mi mirada de mi amigo.

—Lo haré —solo esas dos palabras bastan parecer que me sienta peor.

Sigo mi camino empujando con un pie la gran puerta de caoba, el perro de Daphne esperan pasiente en la terminación de las escaleras. El gato apenas puede moverse por lo que lo he mandado a dejar en la habitación, más fácil de cuidar y más fácil de distraerme en cualquier momento.

Me detengo junto al perro que saca su lengua dejando escuchar su respiración agitada. Miro al frente y suspiro, no bajo mi rostro solo empiezo a subir escalón por escalón

—Puedo caminar —su voz calmada interrumpe el silencio más largo en el tiempo que he podido presenciar.

—Lo se.

Subo más de espacio las escaleras queriendo tenerla más tiempo en mis brazos, pero no es posible cuando frente a mi solo quedan dos escalones que subo fácilmente. Y no muy lejos se encuentra la habitación, tan solo al doblar luego de subir la pude visualizar, la abro con un de mis manos, la más cercana y de mejor manejo que tengo, nos adentro en la habitación dejando por fin a Daphne en el suelo. Ella se va a sentar a la cama, suspiro y arrugó mi entrecejo antes de hablar.

—Necesitas bañarte —digo cuando veo sus movimientos ajenos a querer hacer algo de lo que le digo.

—No.

Simple, pero con un gran impacto en mi pecho, mi corazón parece arrugarse en mi pecho como si lo quisieran sacar y hacerme ver cómo deja de latir. Me acerco o al menos lo intento pero mi propia mente no me permite acercarme más a ella, no ahora.

—Necesitas bañarte —repito sin mucho ánimo.

—¿Estás sordo?, ¿Cuantas veces necesitas que te repita mi respuesta? —sus ojos me examinan con frialdad, la dulce mirada ha desaparecido—, ¿O también necesita que te lo diga como un niño de kinder?, si es así. Bien, ¿Que significa la n con la o?, exacto "no".

Mi pecho se encoge más, un dolor agudo atraviesa mis ojos, pero intento mantenerme sereno, se que ella está herida, no más que por mi. Sino por todo lo que ha tenido que soportar en esa casa y muchos años atrás.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.