CAPÍTULO 2
La Selección
El tintineante y odioso sonido del despertador no me hizo abrir los ojos.
Fue una de las veces que me moví sobre mí misma, buscando acomodarme y seguir durmiendo, cuando me di cuenta de que llevaba demasiado tiempo descansando.
Abrí los ojos de golpe y no necesité mucho más que la leve claridad que entraba a través de la ventana para saber qué estaba en un problema. Uno bien gordo.
Salté de la cama de golpe, casi hiperventilando, corrí hasta mi armario y alcancé el uniforme de trabajo tirando las perchas por el suelo de la habitación, me costó percatarme de que Lulú no estaba allí como recordaba la noche anterior.
¡¿Por qué demonios no me había despertado?! Sabía que llegaría más que tarde.
Enseguida me paré en seco y pensé que quizá ella se encontraba mal de nuevo. Me asusté y angustié a partes iguales pero no tuve tiempo de reaccionar y salir a comprobar si estaba bien porque la puerta de mi habitación se abrió suavemente dejándome ver a mi hermana asomarse.
– ¿Qué es ese ruido? – sus ojos se centraron en las perchas que ahora estaban tiradas en el suelo. – ¿Se puede saber qué haces?
La inspeccioné antes de contestar, valorando si se veía bien o enferma. Pero definitivamente se veía más que decente.
– ¿Por qué no me has llamado? Mi maldito móvil ha debido fallar, no me ha sonado la alarma y estoy segurísima que la puse ayer antes de irme a dormir. Voy muy tarde Lulú y dudo que si llego con más de diez minutos de retraso Charlie vaya a dejarlo pasar.
Las palabras salían de mi boca sin pausa, dejándome sin aliento, y Lulú simplemente parecía no entender la gravedad del asunto, porque me miraba con tranquilidad desde el umbral.
– Ah, sí, con respecto a eso. Esta mañana temprano llamó Charlie, me desperté antes que tú así que contesté, espero que no te importe. Me dijo que te avisara de que no hacía falta que fueras hoy, que ya os veríais mañana. Te vi tan dormida que pensé en dejarte descansar.
Mi cuerpo se relajó automáticamente.
Oh. Así que había sido solo eso. No estaba llegando tarde a ningún sitio. Solo no me necesitaban por el bar hoy.
Mierda.
Era la segunda vez en menos de diez días que Charlie me avisaba para que no acudiera a trabajar. Y esto solo significaba que las cosas no iban bien allí.
Por un lado mi cuerpo lo agradecía, necesitaba con urgencia un buen descanso, pero esto solo era sinónimo de problemas financieros para nuestra casa. Quizá debía empezar a buscar otro trabajo, uno en el que me pagaran al menos lo que Charlie me pagaba, pues es lo mínimo que necesitábamos para sobrevivir.
El simple hecho de pensar que tenía que hacer de nuevo entrevistas y patearme la calle dejando mi currículum me hizo sentir deprimida.
– Oli, ¿va todo bien?
– ¿Qué? – ¿Lo decía porque estaba sumida en mis pensamientos o porque había puesto cara de terror al pensar en lo que se nos avecinaba si Charlie seguía dándome días libres que obviamente no iba a cobrar?
Fuese como fuese no podía dejar que mi hermana ahora se sintiera estresada por aquello.
– Sí, solo estoy sobresaltada. Me he asustado, solo eso. Creo que voy a aprovechar para dormir un rato más. ¿Tú estás bien?
Sus ojos avellana se entrecerraron. ¿Me creía? Por favor que me creyera.
– Sí, me he levantado con más energía que estos días atrás – respondió, pero sus ojos seguían sobre mí de una manera un tanto extraña.
– Me alegro.
Recorrí los pocos metros que me separaban de mí cama y dejando caer a un lado el uniforme del trabajo me tiré sobre el colchón lista para volver a dormir.
– Eh… ¿Olí?
– ¿Si? – respondí mientras me acurrucaba, abrazando una almohada como siempre y cerraba los ojos.
– ¿Me dejas saber la contraseña de tu correo electrónico?
– ¿Para qué necesitarías saber eso? – pregunté abriendo uno de mis ojos para observarla.
– Necesito enviar un email de clase importante y el mío no funciona bien.
– ¿No funciona bien?
– No. Últimamente va muy lento y la mayoría de los mensajes que intento enviar acaban quedando en una lista de espera interminable.
– Que raro.
Teníamos el mismo WiFi y el mismo ordenador. Yo no había tenido problema alguno con ello.
– Sí, bueno, creo que es porque tengo mucho correo sin abrir que se me ha acumulado. Quizá eso hace que funcione peor o vaya más lento. No sé. Tengo que dedicarme a borrar toda la publicidad que me llega.
– Está bien – acepté. – El portátil está sobre el escritorio, y mi contraseña es Jack Ross.
Me giré dándole la espalda. Iba a recuperar todas las horas de sueño que me faltaban y necesitaba.
– Jack Ross. ¿Jack Ross?
Casi la pude ver levantando una ceja, intrigada.
– Es un personaje literario. Lo sabrías si leyeras wattpad.
– Quizá algún día. ¿Scott no se pone celoso de que tengas a ese tal Jack en tu contraseña en vez de su nombre?
– Para empezar, Scott no sabe mi contraseña, y segundo, si se encela de un personaje literario es su problema.