Mariposas en la Antártida

CAPÍTULO 3


 


 

CAPÍTULO 3
 


 

La jugada 
 


– ¡¿En qué momento pensaste que sería buena idea invadir mi privacidad, suplantar mi identidad y enviar ese dichoso email, Lulú?! – no podía parar de andar de un lado a otro en el salón. Ni siquiera me atrevía a mirar a mi hermana porque me sentía terriblemente traicionada por ella. ¡Le había dejado claro que no quería mandar mi maldita candidatura! Y no solo una vez, se lo había dicho todas las veces que me había insistido. ¡Arg! – Dime en qué maldito momento se te ocurrió que sería una buena idea. 

– No invadí tu privacidad, tú misma me diste permiso para entrar en tu correo electrónico y mandar un email – replicó. 

– ¡Claro que sí! Te di permiso para enviar un maldito email al instituto, no para esto. ¡¿Acaso no entiendes qué es lo que está mal?! Yo te advertí mil veces que no lo haría, que no quería enviar mi currículum. ¡Y te di mi contraseña confiando en ti! 

Me sentía realmente defraudada con aquello. Después del shock que me supuso ver mi cara en el televisor no era capaz de comprender nada. ¿Cómo demonios había pasado? Yo no había enviado nada. Yo no me había presentado a ese circo sin sentido. Yo no… y lo recordé. Recordé a Lulú aquella mañana pidiéndome permiso para entrar en mi correo y poder enviar algo relacionado con la escuela. ¡Me había mentido! 

– Niñas, no peleen por favor, son hermanas – intervino Vivian, quien había subido a los pocos minutos de que se anunciará mi nombre entre los elegidos. Al parecer estaba pegada a la TV al igual que Lulú. 

Me crucé de brazos y les di la espalda, intentando contar hasta diez para relajarme. 

Uno… dos… tres… cuatro… 

– Lo siento, ¿vale? No pensé que fueras a tomarlo tan mal… 

Mi cuerpo se destensó al escucharla pedir perdón. Pero aún así seguía molesta. Muy molesta. 

– ¿Cómo debería tomármelo sino? – pregunté dándome la vuelta y enfrentandola. 

– No lo sé. No me planteé qué pasaría si eras una de las elegidas. Solo lo envié porque creo que es una buena oportunidad. Y entiendo que estés enfadada porque lo hice sin tu consentimiento, pero no comprendo porque no te paras a pensar en la buena noticia que es esto. 

– La niña tiene razón, Oli… 

Ah, no. Dos contra uno era jugar sucio. 

¿Era una buena noticia? En esos instantes solo tenía sentimientos negativos y no iba a poder ser objetiva por mucho que lo intentase. 

Me sentía dolida con la persona que más quería en el mundo y aquello me destrozaba emocionalmente. 

– ¿Hablaste con la madre de tu amiga para que me… colara? – espeté recordando su frase. "Le puedo decir a Leyre que te ayude. Su madre trabaja en el hotel. Quizá pueda hacer algo para que tu nombre esté en la lista de elegidos, ya sabes." – ¿Eso es lo que has hecho?

– ¡NO! Te prometo que no, Oli. No hablé con ella. Ni siquiera sabe que mande tu candidatura. Son ellos los que te han elegido. 

– Eso no tiene malditamente ningún sentido, Lulú. 

– Pues es así. No tengo porque mentirte en esto si ya estás enfadada conmigo. Podría simplemente soltarlo todo de golpe y ya está. 

Me pareció sincera. 

– Vale, ¿entonces por qué me han elegido? 

– ¿Por qué no deberían hacerlo? – preguntó Vivi, dando unas palmadas en el lado libre que había en el sofá, justo a su izquierda. Tomé asiento a su lado. 

– Porque no soy el perfil que buscan – añadí. Aquello parecía obvio solo para mi. 

– Por Dios, pero si no sabes qué perfil buscan – apuntó Lulú con tono exasperado. 

– ¡No el mío! ¿Dónde ves que me parezco a todos esos que también han anunciado? Mira, da igual, no voy a presentarme allá donde tenga que ir. 

– ¡Oliiiiiii! – se quejó. 

– Ni Oli ni nada, Lulú – crucé mis brazos de nuevo. 

– Sí, Oli sí. ¿Es que acaso no ves la oportunidad que se nos brinda? – se puso en pié y se paró justo frente a mi. Con sus brazos en jarra y su ceño fruncido me dejaba claro que estaba enfadada. 

Pero esto era el colmo. No iba a permitir que le diera la vuelta a la situación. No, no y no. 

¿Sabéis esa gota que hace que el agua que cubre el vaso se derrame? Pues tal cual me sentí. Ver a Lulú reprocharme algo, notablemente molesta, me cabreó aún más. No estaba siendo justa conmigo. No había pensado en absoluto en mí. No era así como quería mi relación con ella. 

Ya no sólo era la mentira, era el hecho de que había ignorado mi opinión en algo que me incumbía de lleno. Había pasado por alto el hecho de que es mi vida y soy yo la que debo decidir que hacer. Al igual que ella siempre lo ha hecho con la suya. 

– ¿Importa acaso lo que yo vea? ¿Te importa a ti? – le contesté con rabia. 

– ¡Agh! Estás exagerando. 

– ¿Exagerando? – repetí confusa y me levanté notando como mis ojos escocían por las lágrimas que luchaban por salir. – Siempre te he apoyado, Lulú. Siempre. Y siempre he aceptado tus decisiones, sin reproches, sin juzgarte. Dejándote decidir sobre tu vida porque…  ¡sorpresa! – solté una risa amarga – es solo tuya. Y tú no has respetado nada. NA-DA. 

Sin dejarla responder me di la vuelta y corrí hasta mi habitación. 

Frustrada. 

Cansada. 

Con demasiadas cosas en mi cabeza… 

Y con un nudo en la garganta. 

Mi hermana me la había jugado. 

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– ¡No quiero hablar con nadie! – grité para quien fuera que estaba tocando la puerta de mi habitación. 

Pero esta se abrió dejándome ver a Vivian. 

Al parecer ya no tenía derecho ni a querer estar sola. 

– Niña, ¿podemos hablar? 

Quería decir que no. Que no me apetecía. Pero vi sus facciones contraídas por la preocupación y sus ojos verdes cansados por el paso de los años y de alguna manera me conmovió, tanto que no pude negarme a ello. 

No quise pagar mi mal humor con quien menos lo merecía. 



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En el texto hay: humor, amor, amistad

Editado: 22.07.2021

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