Entramos en aquella sala envuelta en una curiosa canción, proveniente de un gramófono. Aquella mujer, lady Marina Dupont, nos esperaba sentada en su mullido sofá y con el té servido en una mesita de café que tenía justo delante.
Cuando esta se giró hacia mi, se le iluminaron los ojos con esperanza, como si yo fuera la única persona que pudiera ayudarla.
-Señorita Everhart, estábamos esperándola. -Cuando me tomó de las manos, esta agachó la mirada a mi broche de bronce, que estaba constituido por una mariposa cuyas alas tenían la forma de una media luna-. Hemos estado esperando con ansias la visita de una Mariposa Nocturna. Ya nos hacía falta.
-Espero que no la hayamos hecho esperara mucho. -Exclamé mientras que esta nos hacia un gesto con la mano para que nos sentaramos con ella-. Lamento mucho su pérdida.
-No te preocupes, pequeña. -Su mayordomo nos sirvió unas tazas a mi y a Duncan. Notándose que este último casi tiró la taza con el pequeño plato por haber olvidado el peso de los objetos-. No tenemos mucho tiempo.
-Disculpe, ¿Pero a que se refiere?
-Mi marido nos advirtió de ello antes de morir, sabía que iban a ir a por él.
Duncan frunció el ceño-. ¿Iban? ¿Quienes?
-Los asesinos de mi marido-. Sentenció sin inmutarse.
Duncan tragó saliva, nervioso.
-Señora Dupont, me temo que los encargos a las Mariposas Nocturnas están más relacionados con asuntos del más allá, no sobre asesinatos. -Negué mientras movía lentamente la cabeza de un lado a otro.
-¡Es que es un asunto del más allá! -reprochó mientras dejaba la taza de golpe sobre la mesita-. Ha mi marido lo mataron por algo que se esconde en esta casa y, tarde o temprano vendrán a por él.
-¿Esta diciendo que mataron a su marido por un simple objeto? -Duncan le dio un sorbo al té, soltando una mueca mustia al no gustarle nada el saber, supongo que tendría las papilas gustarías sensibles después de estar dios sabe cuantos años muerto.
-No es un objeto cualquier. Es una puerta, escondida en alguna parte de esta casa. Pero mi marido nunca llegó a confesarme donde estaba. -El silencio se alzó entre nosotros y la mujer me soltó una cara de profundo dolor- Por favor, necesito vuestra ayuda. No sé a quién más recurrír.
-Esta bien, supongo que después de hacer un viaje tan largo, no perdemos nada en investigar un poco...
Duncan se giró hacia mi con el ceño aún más fruncido que antes, pero que en el fondo, pese a que ya no estaba vinculada a él, podría analizar su cara de aparente terror.
...
El mayordomo nos acompañó hacia nuestros dormitorios. En cuanto dejé la maleta sobre la cama, alguien llamó a mi puerta. Duncan entró a la sala como un rayo, tomando asiento en una vieja silla frente a un tocador.
-¡Clem, esto no me gusta un pelo! Nos estamos metiendo en algo que no nos conviene. -Advirtió.
-¿Qué querías que hiciera? Esa mujer parece estar en peligro, siquiera se ha atrevido a presentarse en el funeral de su propio esposo. -Tomé asiento en la enorme cama de sedas azules-. Además, no me creo que te hayas olvidado ya de todo lo que ha pasado allí.
-¿Hablas de la expulsión del espíritu del Conde?
-No sé cómo explicártelo, pero primero eso y luego esto... -Lentamente me acerqué a Duncan lentamente y le ofrecí la mano para que me la diera-. Si te ha pasado esto, solo puede significar que la fisura en el Velo es muy profunda.
Este se acercó asustado hacia mi, nuestras manos se tocaron lentamente, haciendome sentir su calor. Duncan esbozó una leve sonrisa, mostrando alivio pese a todo el miedo que estábamos pasando ambos.
-Esto es... Agradable... -. Exclamó.
Aquella sensación de nuestras manos rozandose, se sentía casi como algo prohibido, algo que claramente estaba mal. Di un paso hacia atrás y despegue mi mano con la suya-. Creo que esto no está bien, sería alterar el orden natural que tanto me han enseñado en la escuela.
-Sí... Claro... -Este dio un paso atrás con resignación, agachando la mirada bastante avergonzado, haciendome sentir como una terrible persona.