Mariposas Nocturnas

Parte 8: Los Amantes

Me acerque lentamente a ellos, con el corazón en un puño. Mis brazos se extendieron lentamente hacia él, donde los suyos hicieron lo mismo. En cuanto la tuvo entre sus dedos, me dio un fuerte empujón y se alejó de nosotras.

—¡Por fin! —Exclamó el hombre mientras alzaba aquella baratija—. Vamos alla...

Yo fuí a socorrer a Lee, ayudándola a incorporarse—. ¡Lee!

—Estoy bien, estoy... Bien... —Repondio mientras se ahogaba con su propia saliva. Sin decir nada más, esta me devolvió el espejo donde se encontrá atrapado a Duncan—. Creo que es hora de parar a ese desgraciado.

Un fuerte dolor de pecho nos inundó a las dos, el mayordomo comenzó a predicar en voz alta unas prohibidas palabras arcanas. Una niebla negra comenzó a arremolinarse a nuestro alrededor, mientras que junto a él parecía acumularse para tomar forma humana. De entre las sombras apareció un hombre, un espíritu, un chico de cabellos rubios largos y unos ojos grises que en cuanto los abrió un escalofrío me recorrió la espalda.

—Mi amor... —El mayordomo se acercó a aquel espíritu para fundirse en un pasional beso con él—. Ha llegado el momento de hacerles pagar a todos por los que nos hicieron.

Aquel espíritu rubio asintió con el ceño fruncido, sus brazos se alzarón y la niebla comenzó a crecer como si de una tormenta de arena se tratase. Los otros espíritus de la casa comenzaron a gritar desconsoladamente, mientras que sentíamos como el Velo se fracturaba mucho más lejos de la casa, haciendo que por las pequeñas ventanas del desván se pudiera ver a todos los espíritus caminando en procesión hacia las afueras de la casa.

—El Velo, se ha roto. Los muertos caminan por el mundo de los vivos—Sin decir más, rompí el espejo, haciendo que Duncan resurgiera a mi lado, aún desorientado.

—La primera parada será la escuela y la despreciable de su directora, Agatha. —Exclamó el mayordomo mientras no se despegaba de su amante y la caja.

—Yo voy a por el rubiales, tú coge la caja. —Le dije a Duncan, que me asintió decidido a poner fin a toda esta locura.

Mis manos se alzarón y mis labios pronunciaron el hechizo más poderoso de protección. Un círculo de luz dorada se dibujo alrededor del furioso espíritu, provocando que aquella niebla negra se acumulara en aquel espacio como un vaso a punto de desbordar. El mayordomo se percató de mi ritual, por lo que corrió hacia mi con la caja y el cuchillo en la mano.

Duncan se puso en medio, tomándolo de las muñecas y parandolo en seco. Este zarandeó forzosamente, recibiendo un profundo corte en el brazo. El rubiales alzó la mano y logró  traspasar el círculo durante un instante, lanzando una marejada de niebla que provocó que Duncan saliera despedido hacia atrás. Pero justo cuando pensaba que aquel espíritu se iba a liberar del todo para matarnos a todos, el ritual se reforzó para brillar con aún más fuerza. Me gire hacia donde estaba Lee, descubriendo que esta se encontraba en pie recitando el mismo ritual. Ambas nos miramos con gran determinación, alzando los brazos a la vez y haciendo el gesto como si lo estuviéramos empujando desde la distancia.

El rubiales se retorció de dolor en el sitio, mientras que el mayordomo se levantaba del sitio y se acercaba a mi—. ¡Duncan! ¡Necesito tu ayuda!

Este grito desde la lejanía, aplacado tan fuerte que hizo que el cuchillo se le resbalara de las manos y se deslizara por el suelo. La caja seguía entre sus dedos, aferrándose a ella como si le fuera la vida en ello.

—¡Destruye la caja de música! ¡Sólo así podremos parar esta locura! —Gritó Lee mientras se podía ver como una gota de sangre salía de sus fosas nasales, dando a entender que el ritual le estaba pasando factura.

Barbara emergió de entre las sombras, sorprendiendo al mayordomo por la espalda. Esta logró emoujarlo hacia un lado, dándole la oportunidad a Duncan de tomar la caja. Este sin perder un segundo alzó el artefacto para estamparlo contra el suelo.

—¡Espera, Duncan! —Le grité, haciendo que este se detuviera en seco—. Si rompes la caja, el Velo se reconstruirla, pero tendrá justamente el efecto contrario. Podríais quedaros atrapados en el otro lado...

—Pero somos vuestros Enlaces, volveríamos con vosotras sin problemas—Repondio él.

Mis ojos vidriosos chocaron con los suyos, rompiendo toda la confianza que tenía él puesta en nuestra conexión—. ¿Volveríamos no?

Yo negué sin saber seguro lo que iba a pasar—. Puede que no sea lo suficientemente fuerte...

Duncan miro a Barbara y después a Lee, recibiendo de la primera una mirada de completa resignación—. Creo que no tenemos elección...

—Pero, ¡No quiero perderte! —Me grito Duncan mientras que las lágrimas caían por sus mejillas.

—¡Yo tampoco! —Respondí—. Siento mucho todo esto...

Este me sonrió con los ojos vidriosos—. No tienes nada de lo que disculparte, me has hecho sentir más vivo que cuando lo estaba...

—Duncan...

—Tan solo espero que nuestros caminos se vuelvan a encontrar, ya sea en este mundo o en el siguiente. —Este me miró con los ojos inundado en lágrimas—. Te quiero.

—Te quiero... —Respondí justo antes de sollozar.

Duncan observo como Barbara y Lee se despidieron con una simple mirada. Recibiendo una mirada decidida de la primera con una sonrisa—. Adelante.

Duncan estampó con todas sus fuerzas la caja de música, rompiéndola en mil pedazos contra el suelo, justo antes de que aquel espíritu vengativo se escapara de nuestra prisión.

Después de eso, un brillo cegador nos engullo a todos, provocando que perdiera el conocimiento al instante.

 



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En el texto hay: fantasmas, amor imposible, mediums

Editado: 27.08.2023

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